Tú, nada más

Libre como el pensamiento

capítulo 26

Una vez afuera, Marcel se agachó lleno de furia llevándose las manos a la cabeza apretándola con demasiada fuerza. ¡No podía ser lo que acababa de escuchar, simplemente no podía ser! No ella, no Anel, no era posible que hubiese estado expuesta a algo semejante, que no se hubiese percatado, que no lo hubiese adivinado.

—Hijo… —lo llamó su tío minutos después en los que nadie dijo nada. Alzó el rostro con los ojos enrojecidos, negando. Miró a Laura y se acercó con asombrosa rapidez.

—¿Cómo sabía? ¿Quién se lo dijo? ¿Por qué la dejó ahí sola? ¿Por qué no se la llevó? ¿Por qué su madre la golpeó? ¡Con una mierda, no entiendo nada! —La mujer parecía muy culpable, le sostenía la vista, lagrimosa.

—Marcel… —Intentó calmarlo Efrén al verlo tan fuera de sí. La mujer negó, temblorosa.

—Y-yo… Dios, no sé, no sé —dijo y se frotó la frente al borde de un colapso, nerviosa.

—Estuvo viviendo bajo el mismo puto techo, no sabemos cuántas veces más la ha tocado, o lo ha intentado, no tenemos una jodida idea de lo que ha vivido, o ha tenido que soportar. Carajo, explíqueme, cómo es que lo sabía y no hizo nada, ¡¿cómo?! —De la rabia un par de lágrimas escaparon de sus ojos. Todo eso parecía ser una cinta de terror, no encontraba ni pies ni cabeza y mucho menos una manera de darle vuelta, simplemente no había forma.

—Marcel, basta, debes tranquilizarte —le rogó su tío. Laura se alejó y se sentó sobre el sofá viendo el piso lagrimeando también.

—Hace años, cuando mi hermana comenzó con él… —dijo y perdió la vista en sus recuerdos, aún temblando—. Anel, Anel, me dijo que no se sentía cómoda a su lado, que no le agradaba cómo la miraba. Analí, su madre, la escuchó cuando me lo mencionó y hablamos, me dijo que eran los celos. Eran muy cercanas, ¿sabes? Iban juntas a todos lados, muy similares en sus gustos —confesó y derramó más lagrimas sintiendo que los ácidos del estómago quemaban su garganta—. Mi… Mi sobrina jamás volvió a decirme nada al respecto, incluso se lo pregunté. Analí cambió…, cambió mucho con ella y se alejó. La relación con ese hombre la trastornó. Yo lo notaba sin dificultad, se lo dije, pero gané millones de problemas con mi hermana y preferí no intervenir. Anel… —hipeó, afligida—, Anel se fue haciendo cada vez más insegura, más tímida, más callada, lejana. Hablar con ella era difícil; monosílabos, nada en concreto. Aun así, cuando podía se quedaba en casa… Creí que era la edad, que no era fácil para ella aceptar lo que vivía, los desplantes de su madre, su sobre exigencia, los cambios en su relación. Los problemas avanzaron tanto que ya era incluso molesto estar al lado de mi hermana cuando Anel se encontraba… —negó, torturándose—. Ese tipo, ese tipo sí miraba a mi sobrina diferente, pero… Pero no hice nada… No intervine, no nada. Creí que de alguna manera eran mis ideas después de lo que ella me dijo alguna vez. Nunca me ha caído bien y juré que era una manera de justificar mi rechazo —dejó salir el llanto, mientras Efrén escuchaba atónito y su sobrino cerraba los puños dando vueltas, ansioso, como si la vida se le estuviera yendo.

—No se la llevará y no quiero a esa mujer cerca, en cuanto a ese hijo de puta…

—¡No harás nada! —ordenó su tío.

—No lo dejaré por ahí tan campante… La golpeó, sé que su rostro está marcado por él, ¡la tocó! Puta madre, ¡la tocó!

—Pero no es la manera… —Efrén sabía que nada lo detendría, pero debía intentarlo.

—Hablaré con Analí, debe darse cuenta. —Marcel se acercó a la mujer, rabioso.

—Me importa un carajo ese monstruo que es su madre. Haré que los denuncie, que los refundan en la jodida cárcel. Esa bestia por depravado, ella por enferma. ¡Dígales! —bramó con odio.

—¡Marcel, basta! —exigió su tío.

— ¡No, no y no! —siguió mirando a la mujer con rabia—. No comía, no hablaba, no reía…, no nada. Usted lo vio, lo vio todo ese tiempo y no hizo nada. Anel de alguna forma se dañaba y nadie hizo nada. No, no me callaré, y la defenderé, la defenderé de todos, de todo. Nadie le volverá a hacer daño, jamás la volverán a lastimar y por supuesto no se la llevará. Anel se queda aquí, la cuido yo y no hay más que decir. Es mayor de edad, nada pueden hacer…

—Está bien, ella es lo que quiere y tienes razón, fui cobarde, pero juro que no creí que podrían llegar a este punto.

—No es la primera vez que la golpean. Desde que estoy con ella es la puta tercera vez —Laura abrió los ojos llena de horror—. Heridas que yo he tenido que curar, dolores de cabeza por falta de comida, y ahora sé por qué no dormía… Seguro el maldito miedo. ¡Mierda! —Se alejó y salió al balcón. Prendió un cigarro lleno de desespero e inhaló con fuerza.

—Tiene razón, Efrén —musitó ella, observándolo a lo lejos, temblando—. Debí hacer algo…

—No sé qué decirte, Laura. Comprendo a mi sobrino y temo también por él, no se quedará tranquilo y… Yo tampoco podría. Ese hombre pudo haber llegado más lejos… Y los golpes que recibió tu sobrina son… Dios, no puedo creer que alguien tenga tanta sangre fría.

—Ha cambiado tanto, no la reconozco. No era así, mi hermana no era así, te lo juro —dijo y volvió a llorar. Efrén la consoló notando que todo aquello era una real y absoluta locura y lo peor, no tenía idea de cómo sacaría a Marcel de ello, no después de ver lo mucho que adoraba a esa niña con el alma rota.

El silencio aplastante permeó aquel lugar. Los pensamientos de todos divagaban en distintas direcciones como bruma grisácea inyectando ansiedad en cada gesticulación, en cada movimiento.

—Hijo, ¿estás consciente en lo que te estás metiendo? —Marcel le dio una calada honda al cigarrillo observando la noche. Asintió sin verlo—. Esto es grave…

—Y haré que lo paguen —soltó con seguridad. Efrén se ubicó a su lado.

—No hagas una tontería, una que te hunda, que acabe contigo, con todos… Por favor, Marcel, es mejor que su familia la cuide, la ayude… —El chico giró con rostro inescrutable, lo observó incisivamente por varios segundos.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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