Tú, nada más

Rabia

capítulo 30

Al día siguiente, Ariana llegó justo cuando Marcel se iba. Anel aún dormía así que no lo vio salir algo apurado, ansioso incluso.

—¿Estás bien, pasó mal la noche con todo lo de ayer? —Marcel negó, bebiendo un sorbo de zumo.

—No, ella está bien, pero tengo prisa, cosas qué hacer, regreso a mediodía. —Ariana entornó los ojos.

—Dudo que la entrega de trabajos te ponga así, a ti. —El chico se detuvo con el pomo de la puerta en la mano y giró con seriedad.

—No soy tan difícil de conocer… Nos vemos luego —se despidió y salió sin más.

Su hermana despertó una hora después. Almorzaron juntas. Ya estaba decididamente mejor.

—¿Denunciarás? —quiso saber, mientras tomaba de su taza. Anel negó mordiendo el plátano. Ariana acarició su mano con dulzura—. No sé qué haría en tu lugar… —La menor se encogió de hombros un tanto reflexiva—. Vámonos, Any, vámonos a Chicago, empecemos de nuevo… —La observó con temor, parpadeando, un tanto ansiosa.

—Yo… No… —Ariana movió un poco su mano con cariño.

—Te alejarás de toda esta pesadilla…

—No sé… —miró su alrededor, acomodándose un mechón tras la oreja.

—Anel, mi tía ya me dijo todo… —De inmediato la miró, tensa—. Marcel está a semanas de entrar a la empresa. Es enorme. ¿Sabes? Su vida cambiará.

—Lo quiero, Ariana. —La mayor asintió, cerrando por un segundo los ojos.

—Eso lo sé, hermanita… Pero… ¿Vivirás con él? ¿Piensas mudarte definitivamente a su lado? ¿Te lo ha pedido? Además, tienes 18, pese a que no son muchos años los que se llevan, en los momentos en los que se encuentran cada uno, es un abismo. ¿Qué harás cuando él entre ahí? Su relación no será como lo es ahora cambiará. Tienes que pensar en ti, en lo que necesitas, en tu bienestar.

—No puedo dejarlo solo. —Ariana resopló, comprendiendo.

—Anel, sus vidas no tienen mucho en dónde converger. Date cuenta, no quiero que hagas nada que no quieres, pero tampoco quiero que te aferres a algo que puede lastimarte sin remedio más adelante. Ya ha sido demasiado y deseo más que nada en el mundo verte bien, haciendo lo que una chica de tu edad…

—No es eso lo que quiero… —se defendió, convencida. Su cabeza estaba un tanto saturada. Lo de su madre, lo de ese hombre, ahora lo que Ariana le decía. Todo parecía ser un torbellino, sin orden, sin acomodo alguno. A veces se sentía cobarde por no denunciar también a Analí, pero cuando recordaba su infancia, las sonrisas, los abrazos, los juegos, aquellos años donde estaba segura, la amó, simplemente no podía. No tenía idea si era la mejor decisión, menos si era la más valiente, o si era la más tonta. Lo cierto era que pese a que estaba muy consciente del daño que le provocó, el que estuviera en prisión no lo cambiaría y, por si fuera poco, saberla ahí, en aquel lugar espantoso, no la dejaría vivir.

—¿Entonces, qué quieres? —La cuestionó. Anel la miró fijamente, esa era una pregunta que aún no tenía respuesta, no después de lo ocurrido hacía unos días.

—No sé, Ari, en este momento no lo sé. —La joven asintió entendiendo que a lo mejor no era el momento.

—Está bien, solo debes saber que ya tengo los boletos, son abiertos… Si eliges esto, dime… Porque en cuanto tú sepas qué harás, entonces yo decidiré mi vida. Esta vez no te dejaré sola —se abrazaron, bajándose de sus sillas.

—Te quiero, Ari.

—Yo te adoro, niñita, siempre ha sido así.

Marcel aún sentía la adrenalina. No se arrepentía de nada, al contrario, nunca se había sentido más satisfecho, más tranquilo. Sonrió ladeando la comisura de su labio. Cuando alguien era cobarde, no era tan difícil ver miedo en su mirada, y pensar que ese tipo de personas deseaban provocar en quien atacaban justamente eso. No sintió regocijo al verlo lleno de pánico, sino por lo que implicaba, jamás se acercaría ni un poco a su chiquilla y después de comprender que no haría nada, esa era la mejor manera de garantizar su seguridad.

—Hola… —saludó de prisa al verlas sobre el sofá, perdidas en algo que proyectaba el televisor. Anel lo observó intrigada, ni siquiera se acercó. Algo sucedía, lo conocía demasiado bien—. Me daré un baño, ahora salgo —dijo y desapareció. Ariana miró a su hermana, extrañada.

—¿No irás a averiguar qué se trae? —Anel negó, poniendo de nuevo atención en la pantalla—. ¿En serio? —No lo podía creer.

—Si quiere decirme, me lo dirá… —dijo serena achicando los ojos—. Dios, necesito mis lentes —se lamentó, cambiando de tema. Su hermana sonrió negando, era tan extraña.

—¿Tienes tu graduación?

—No tengo ni mi celular, Ari, no sé dónde quedó todo.

—¿En la casa tenías repuesto? —asintió, decepcionada.

—Hoy lo sacaré, no te preocupes, y resolveremos lo del móvil, ¿okey? —Anel volvió a asentir resoplando. Necesitaba borrar ese momento de su vida con urgencia y aunque se iba sintiendo cada vez más fuerte, más segura, a veces esas imágenes regresaban provocándole náuseas y escalofríos.

Su novio sirvió la comida con un silencio que la descolocó. Su hermana se había ido casi en cuanto salió, pero desde ese momento, no había hablado. Se metió un pedazo de lasaña a la boca y, sin poder evitarlo, vio sus nudillos cuando él agarraba su tenedor. Soltó su cubierto con los ojos bien abiertos.

—¿Q-qué hiciste? —musitó, temblando, poniéndose de pie, negando, asustada, llena de miedo en realidad. Marcel no comprendió a qué se debía su reacción.

—¿De qué? Esto no lo hice yo, ¿sabe mal? —Se defendió, señalando el alimento. No obstante, dejó de comer al ver su mirada invadida de terror—. ¿Qué sucede? —preguntó acercándose, pero ella retrocedió instintivamente—. ¿Anel?

—Tu… tu mano… ¿Tú? ¡Me lo juraste! —Le recordó temblando, por primera vez alzando la voz. Tenía pulmones potentes, descubrió asombrado. De inmediato, supo de qué hablaba. Pensó rápidamente, ¿qué debía hacer?—. Dijiste que no lo harías… ¡Me mentiste! —lloraba perpleja. Eso era más de lo que podía soportar. Se acercó suavemente y la abrazó pese a su débil resistencia.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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