Tú, nada más

Inevitable

capítulo 34

El chico la observó como si se encontraran solos, como si no existiera nada alrededor, como si el bullicio, las voces y la agradable música de fondo, no estuviera ahí. Anel se veía hermosa, lozana. Sus mejillas levemente chapeteadas, su cabello lustroso sujeto delicadamente, esos labios acaramelados que añoraba, mostrando sus perfectos dientes, sus lagunas bicolores clavadas en los suyos, escudriñando como siempre, más de lo que debía. Ladeó la cabeza notando que ya llevaba algunos kilos encima, se veía simplemente perfecta.

—Lamento tanto ser un imbécil y no decirlo antes, pero es la verdad. Estrellita, te amo, amo tu mente, amo tu cuerpo, amo cómo me miras, amo tu templanza, amo cada rincón de tu alma. —La chica sintió que las lágrimas ardían. No lo podía creer, eso debía ser un sueño, no podía ser real… ¡Que alguien la pellizcara, por favor! Sus manos sudaban y su corazón latía de manera anormal.

—Vaya, esa es toda una declaración de amor, Anel. —Ella giró con las palmas cosquilleando. Aún no confiaba del todo en su suerte, en lo que ahí ocurría. Su jefa, Clara, una latina que llevaba viviendo ahí desde pequeña, sonreía con dulzura—. Anda, ve, mañana te veo… —le guiñó un ojo al tiempo que contemplaba a Marcel con franca aprobación y terminaba su tarea. La joven permaneció ahí, de pie, inmovilizada, con la mente en blanco y, a la vez, llena de todos los momentos que vivió a su lado.

—An, mírame… —Anel lo hizo temerosa, se sentía anclada a la tierra, no daba crédito de que eso fuera real, no podía creerlo—. Sal un momento, hablemos… Te lo suplico… —envuelta en sus ojos oliva no tuvo otro remedio que asentir.

Se dirigió a la parte trasera de la cafetería casi trastabillando, demasiado incrédula. Él la observó asustado, muerto de nervios. Esperaba que no fuera tarde, rogaba porque hubiera retorno a su falta de contacto con su sentir. La manera en que la trató, presa del miedo a perderla, a no saber qué era exactamente lo que en su interior sucedía. La había extrañado como un maldito desgraciado y la respuesta siempre la tuvo frente a él. Sí, era un imbécil, pero, aun así, esa mujercita era suya simplemente porque él era suyo y haría todo para que eso fuera la única realidad de ambos. Sin embargo, parecía no reaccionar ante sus palabras y eso generó que su estómago diera un giro y doliera incluso.

Apareció, por una puerta lateral vestida con un suéter celeste, un jeans y botas color miel. Su cabello lo llevaba con esa coleta preciosa mientras que sus labios parecían tener un poco de bálsamo. Casi deja de respirar, y si no hubiera sido porque tenía que reaccionar, seguro hubiese sufrido un paro respiratorio. Cómo es que no entendió antes lo que su sola existencia le producía: Anel era su vida.

La joven se acercó con cautela, parpadeando, insegura. Su olor lo invadió de inmediato y sus pulmones, agradecidos, lo aspiraron con profundidad.

—¿Es… Es cierto lo que dijiste? —preguntó bajito, con esa vocecilla que adoraba, que serenaba su alma, que calmaba sus pensamientos, que lograba todo tuviese sentido. Cuánto tiempo perdió por sus estupideces. Se hallaba a unos centímetros de él, ajena a todo su alrededor.

Marcel sacudió la cabeza sin quitarle los ojos de encima. Siempre le creyó todo con asombrosa facilidad y eso le costaba trabajo. Alzó una mano, absorto por su presencia, sintiendo cómo su alma brincaba. Finalmente, acarició su mejilla cálida y asintió.

—Nunca he sido más honesto en mi vida, esa… Anel, es mi mayor verdad… Te amo. —Un sollozo atascado en su pecho brotó, al tiempo que recargaba su rostro en la palma de esa mano ruda que añoró tanto tiempo. Era simplemente increíble, inigualable.

—Creí que no querías saber nada de mí —murmuró con una lágrima resbalando por su mejilla. Si la felicidad existía, esa era, estaba muy segura de ello. Marcel ladeó el rostro, sonriendo de esa forma seductora que la dejaba con ansiedad por su ser.

—Jamás has estado más equivocada, Estrellita, tú lo eres todo… Y deseo todo de ti… —De pronto, muy lentamente, se hincó sin quitarle los ojos de encima. Anel parpadeó, sintiendo las mejillas arder, las palmas húmedas. Marcel sin perder contacto visual, notoriamente nervioso, sacó de su bolsillo derecho algo. Con mano segura lo acercó hasta ponerlo en medio de ambos. Los ruidos en el lugar dejaron de escucharse, solo algunas exclamaciones de asombros fueron la música que acompañó aquel momento.

—Marcel… —murmuró, atónita, con los ojos bien abiertos, con el corazón queriendo salir por su garganta. Eso era mucho más de lo que alguna vez creyó podría pasar entre ambos. Respiraba agitadamente y su corazón iba al ritmo de una banda de rock. ¡No podía ser cierto!

—Eres mía, porque yo soy tuyo, siempre lo ha sido, y nada me gustaría más que así lo fuera siempre. Fuiste mi luz en la noche oscura que era mi vida durante años, y eres la alegría de mi alma… Cásate conmigo, Anel, cásate y permite que te demuestre cada segundo de tu existencia lo valiosa que eres para la mía. —Sorbió las lágrimas que ya salían sin detenerse. Sus labios temblaban y no lograba pronunciar palabra, pues un enorme nudo en la garganta se lo impedía. El anillo era precioso, de oro, con una enorme piedra en el centro, elegante, clásico, intimidante. Marcel, conforme pasaban los segundos, comenzó a transpirar, esperaba un sí, pero si llegaba el «no» le importaba una mierda, haría todo para que el día que uniera su vida a la suya, llegara. Al carajo la edad, al carajo las expectativas, al carajo lo que pensaran los demás. La quería en su mundo, por siempre y eternamente, a su lado, iluminando su existir, disfrutando de lo que ambos sentían, de la potencia que emanaban al estar juntos, de lo que eran cuando sus miradas conectaban.

Las manos delicadas de Anel se acercaron al objeto con suma lentitud. Lo acarició con incredulidad y luego extendió sus dedos frente a su rostro asintiendo una y otra vez. El chico sintió que de nuevo todo giraba cómo debía y sonrió como nunca lo había hecho. Los aplausos y silbidos de los comensales no se hicieron esperar. Se lo colocó sin demorar.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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