Tú, nada más

Luminiscencia

Epílogo

La cabeza sobre la almohada, después de aquel día extenuante, le parecía algo poético. Dejó salir un delicado suspiro, acurrucándose.

—¿Nadie me espera para dormir? —preguntó su marido saliendo del baño. Anel negó, caprichosa desde su posición, soltando una risita con los ojos cerrados. Las luces se apagaron y sintió cómo la cama se hundía con su peso. De inmediato su aroma la llenó—. Reclamo mi beso de buenas noches —exigió a su lado. La mujer abrió los ojos y ya lo tenía a un par de centímetros.

—¿Solo eso? —Lo pinchó, pegándose a él. Marcel rio, acercando su mano a su espalda para luego subir una de sus delgadas piernas a su cadera.

—Creí que tenían sueño —murmuró muy cerca de su boca. Podía sentir el pequeño bulto justo sobre su abdomen.

—Cuando me tocas así… —Su mano acariciaba su muslo con esa confianza que proporcionaba conocerla como la conocía. Seis años de matrimonio le daban ese privilegio—, me despabilas. —Él torció la boca con esa sonrisa seductora.

—Bésame, entonces, An… —rogó, dejando su aliento por donde pasaba. La joven lo sujetó por la nuca e hizo lo que le pidió. De inmediato, su marido reaccionó dejando salir ese gruñido tan común que solo emergía cuando su esposa lo tocaba así.

Casi una hora después ella se hallaba desnuda, pegada a su costado mientras él acariciaba su cintura de forma delicada. Con seis meses de embarazo y una pequeña barriga que se le antojaba perfecta, no paraba, iba, venía y se mantenía ocupada todo el tiempo. El estudio fotográfico marchaba más que bien, lo incómodo en ese momento era que su socia no se encontraba, pues tuvo que tomar unos cursos en Alemania y Anel entrenaba a una chica para el momento que diera a luz a Lucía, su hija. Así que a últimas fechas llegaba casi noqueada a la cama, pero regularmente deseosa de estar más adherida a él, cosa que no le molestaba en lo absoluto, al contrario… Adoraba perderse en ese cuerpo, amarlo hasta saciarlo y hacerla jadear de placer todo el tiempo, aunque ahora era más delicado debido a su estado.

—¿Ya sabes cuándo regresa Julia? —preguntó en susurros. Era su socia.

—Creo que el lunes… Eso espero, quisiera que hubiera menos trabajo. —Dejó salir un suspiro junto a su cuello al acomodarse nuevamente. El hombre sonrió besando su cabellera. Era buenísima en lo que hacía, por lo mismo, contratos de todo tipo le llovían, pero la fotografía que Anel hacía era difícil de igualar y eso las tenía temblando, pese a que se ausentaría solo un tiempo, pues, como prometió, la apoyaba en lo que deseara y ocho meses atrás cuando decidieron ya no cuidarse, duchándose juntos aquella mañana, Marcel le hizo saber que las cosas se harían a su manera.

Así había sido durante todo ese tiempo.

 

jFi

Después de ver a su familia, y de decírselo a Laura, todo se fue acomodando. Marcel equilibró sin problema su tiempo en la empresa mientras ella hacía trámites para entrar a Medios Audiovisuales en la Universidad del Estado, tal como anhelaba. Sus horarios y prioridades las fueron ordenando. Fue más sencillo de lo que creyeron. Al mes de regresar, asistieron a terapia y fueron solucionando, de a poco, todo lo que en su interior estaba roto. En ella fue aún más complejo, la aceptación de su soledad, del rechazo, los celos de su madre, comprender que sufría un grave desequilibrio, costó muchas sesiones y fuerza interior.

Al año de haberse casado en aquel país, bajo el techo de aquel sitio en Las Vegas, celebraron su boda. Nada se podía comparar con aquel evento sin precedentes donde toda la familia de él, Ariana y la tía de ella, participaron sin cesar. El magno evento se realizó en las afueras de la ciudad, en un jardín espectacular que tenía a un costado una asombrosa capilla, ahí fue donde se unieron nuevamente.

Marcel todavía podía verla andar por ese pasillo, con su rostro enmarcado por su cabello suelto, elegantemente arreglado y con cierto volumen, maquillada tan ella y tan asombrosamente hermosa, portando aquel hermoso vestido de encaje blanco que dejaba al descubierto su preciosa espalda y marcaba de forma única esa figura que ya portaba mucho más curveada y que lo embrutecía sin poder evitarlo.

En ese momento, dejó de bromear con sus amigos para entrar en shock. Sus miradas conectadas, la sonrisa inigualable dibujada sobre esos labios de corazón, con aquella seguridad con la que ya solía moverse. Su padre la llevaba hacia él y no pudo pensar en nada salvo que Anel no era de este mundo, y que uniría su vida mil veces más con ese ser que amaba profundamente, con el que había aprendido a vivir, vivir de verdad.

—Hoy pareces un Sol, An… —murmuró, depositando un beso casto sobre su mejilla, notando como su piel se erizaba y su delicioso aroma lo transportaba a ese sitio que adoraba. En otro momento hubiese deseado hacerla suya, como solía pasar en su pasional relación; no obstante, ese día quería que fuera así: lento, mágico, que pudiese absorber y contemplar cada dulce segundo a su lado, necesitaba que cada palabra dicha, cada caricia dada, cada mirada intercambiada, se clavara tan hondo como toda su historia, como cada instante desde que la había recuperado en Chicago. Anel era su eje y no se cansaba de demostrárselo.

En la recepción todo fue risas, efervescente alegría. Aquel sitio majestuosamente decorado con naturaleza, incluso en los techos, luces diminutas iluminando de forma íntima cada espacio, con personas por doquier, con la felicidad palpable de quienes eran los protagonistas de tal evento, se convirtió en un suceso del que, de hecho, hasta la fecha, su familia hablaba ya que pese a que hasta el gobernador se encontraba entre los invitados y habían asistido para cubrir el evento fotógrafos de las mejores revistas de las páginas sociales que capturaban lo que podían; ellos flotaban, al lado de sus amigos, de la gente que realmente los quería.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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