El cuchillo llega a su espalda y la chica cae hacia el piso, un grito muy fuerte hace que los del salón de la izquierda me observen, me volteo y me paro frente a la puerta con el hacha en mano, todos vuelven a sentarse. La chica se arrastra cerca de la otra puerta y agarro su pelo golpeándola contra el piso, la levanto y la tiro hacia atrás para que me observe, tomo el hacha y observo a los del salón antes de golpear su cabeza, miran asustados la escena, pero sé que les encanta.
Los golpes son cada vez más fuertes, la sangre llega hasta mi máscara, pero no puedo parar.
La necesidad de matar nunca había sido más grande.
Tomo sus brazos y la arrastro hacia una columna, saco el cuchillo de su espalda y coloco sus manos en la columna, clavando el cuchillo en ellas. —No corras, no lo vas a conseguir—
El chico corre cuando lo veo, tomo el hacha y limpio la superficie, comienzo a caminar y lo persigo. Lanzo un cuchillo y se queda colocado en la pared —¡Alexander! —grito—¡No dejes morir a otro por tu culpa!—. Veo como gira hacia la puerta principal y llego cuando recibo un golpe de su parte. Golpeo con el hacha y lo esquiva, corre por atrás de mi y toma el cuchillo de la pared, me golpea con el mango tirándome el hacha de las manos. Le pego en la nariz y cae en el piso, me patea cuando veo a Alexander acercándose —Miren quien llegó —digo y se desconcentra el otro. Tomo su cuello y lo doy vuelta frente a él.
—Deja a Sergio —dice serio y observa el piso —Sabes que antes de que intentes algo lo voy a matar —digo colocando mi brazo pegado a su cuello —Sergio, no recuerdo que lo conocieras. ¿Es nuevo? —me observa con esa seriedad yéndose de su cara —No puedo creer que te importe una persona que acabas de conocer, no es el Alexander que recordaba —se acerca unos pasos y presiono más a su querido Sergio —No, no. Alexander, vas a entrar a la dirección ignorando los cuerpos que dejé accidentalmente y voy a liberar a Sergio—
Empieza a caminar hacia la dirección y volteo a Sergio hacia la puerta principal —Sé que tú no lo dejarías, no eres como él. ¿Pero por qué venías hacia acá? —le enseño los muebles y el candado de la puerta, me volteo para vigilar a Alexander y lo veo pegado a una pared con lágrimas en sus ojos—Míralo, está sensible. Nunca vio un cadáver de cerca, nunca sintió su olor. Ya siguió mis indicaciones, así que debo seguir mi parte del trato —golpeo su cabeza y lo arrastro con la primera chica, tomo mi mochila de debajo de uno de los bancos y coloco una de las cadenas en las puertas junto con un candado. El profesor del salón me observa y decido hablar.
—Si, lo siento, las ventanas tienen barrotes, perdón por eso. Pero no los puedo dejar salir, si algo sale mal, deben entregar a Alexander y ustedes, no importa quien sea, se librarán de mi hacha —sonrío aunque con la mascara no lo note —Te veo en otra vida, profesor de Matemáticas.
Alexander
El olor me impacta apenas entro a la sala, tapando mi nariz con fuerza, observo los cuerpos y toda la sangre debajo de sus cabezas, sus manos atadas a sus espaldas y los pies entre si, sus bocas con cinta y sus ojos con algo que no reconozco. No quiero acercarme pero me pregunto si están vivas, ya que no veo la necesidad de inmovilizarlas. Reviso si me está mirando, lo veo girando así que tapo mi boca y siento como una lágrima empieza a salir, espero a que se de vuelta y veo como golpea a Sergio.
Rápidamente me acerco a uno de los cuerpos y con el tornillo del cuarto de mantenimiento rasgo la cinta de sus pies y sus manos, antes de que pudiera comprobar su respiración mueve sus brazos y su ropa se llena de sangre, pero antes de que siga digo —Espera, espera. Soy Alexander, hay un asesino en el liceo y va a venir hacia acá. Necesito que juntes los pies y pongas tus manos a tu espalda, no hagas ningún sonido. Cuando entre a la dirección trata de liberar a los otros —me aseguro de ser claro y estar calmado al decírselo, para que me pueda entender —Alexander, muchas gracias —es lo que me dice antes de que sienta los pasos más cerca y me vuelva a levantar.
—¡Pero si es mi querido Alexander! —dice al entrar, y me indica con el hacha que me aleje —Entra a la dirección —le hago caso y me dirijo hacia el extremo de la habitación, donde se encuentra el escritorio, reviso los cajones, me siento en una de las dos sillas que hay cuando entra y viene directo a agarrar mis manos pegándolas con cinta.
—Ahora, dime. ¿A quién voy a matar ahora?—