Terminé de ponerme la ropa interior de dos piezas y me subí a la silla alta especial para maquillaje. Apliqué el labial rojo como me habían ordenado y, por un instante miré a la chica que estaba frente a mi, una total desconocida, esa era yo. No me reconocía. Los treinta kilos de mas que cargaba mi cuerpo habían desaparecido, mi cara larga y consumida me mostraba mas atractiva ante los ojos ajenos, pero ante los míos veía el rastro del dolor, sometimiento, y sacrificio. Pasé mucha hambre para poder estar así, hambruna a la que fui sometida en contra de mi voluntad. Mis ojos quisieron aguarse al recordar aquello, pero el chirrido de la puerta me sobresaltó interrumpiendo todas mis guerras mentales.
—Llegó la hora —anunció mamá Shíon asomando la cabeza por la puerta—. Apúrate no hagas esperar a los clientes.
Di un pequeño brinco para ponerme de pie y apresuré mis pasos para seguirla. Cuando salimos por el pasillo que guiaba al salón principal, miraba hacia las puertas que habían a cada dos metros de separación una de la otra, cada habitación insonorizada.
—Recuerda que son nuestros mejores clientes —me recordó severa—, no quiero la mas mínima queja.
Asentía con la cabeza a pesar de que era consiente de que ella no podía verme ya que iba delante de mi. Nos detuvimos cuando salimos a un escenario, casi me cegó la luz de los focos y comencé a ponerme ansiosa ante la cantidad de hombres que me observaban.
Quise tapar un poco mi desnudez y lo conseguí cubriéndome con las manos aunque realmente no tapaba gran cosa. La voz de mamá Shíon en el micrófono abrazó todo el lugar anunciando los beneficios que suponía llevarse a una de sus chicas. Comencé a mirar los rostros de aquellos hombres cada vez con mas ansiedad.
—Caballeros —habló mamá Shíon—. Esta noche solo tenemos a esta linda jovencita. Veintiuno años, dócil, inteligente, de raza blanca y pelo moreno. Ojos claros. Delgada, estatura entre la media: 1,65 cm, está adiestrada, bien cuidada, su piel es perfecta no tiene cicatrices por lo que el precio es un poquito mas alto, caballeros, como sabrán no tiene nombre ya que el afortunado que la gane le pone el que desee. Y, lo mas importante de todo —elevó el mentón airosa—. Es pura.
El murmullo de los hombres no se hicieron esperar, discutían entre ellos y deliberaban con su compañero de al lado.
—100 mil dólares —gritó una voz al fondo alzando un cartel. —Sigue la puja —anunció mamá Shíon en el micro. —¡200 mil! —musitó el mismo hombre.
—500 mil —reviró un hombre mayor de al frente. Por un momento hubo un silencio entre los presentes.
Yo solo escuchaba de lejos, tenía tanto miedo y estrés que no era consiente de todo lo que pasaba con detalle.
Por un momento las voces se fueron alejando y me sentí sola, lejos de mi realidad.
Sabía que seguían hablando pero ya no escuchaba, no distinguía lo que hablaban. Me dediqué a mirar al suelo, a mis pies descalzos y mis piernas expuestas.
El tiempo trascurría, lento así lo sentía.
De repente unos dedos fríos tocaron mi hombro asustándome. Mamá Shíon estaba a mi derecha, al notar el temor en mi rostro sonrió amable y me acarició el costado.
—Ya tienes una nueva familia —musitó con tono agradable. Era lo que siempre le decían a todas cuando un hombre pagaba por ella—. 1.8 millones. Eres una de las mejores venta que hemos tenido en años.
La miré a los ojos y sé que pudo notar mi miedo porque lo que le siguió a ese gesto fue un abrazo por su parte. No correspondí al abrazo pero si noté que ya no había público mas que un hombre alto al final del pasillo.
¿Cuánto tiempo llevo de pie?
No fui consiente, mi cabeza había desconectado del mundo real.
—Sé buena —me susurró mamá Shíon casi con cariño sin romper el abrazo. Me sentí vulnerable y la abracé. Quise suplicarle que no quería irme: si bien teníamos estrictas normas que cumplir, rutinas infalibles de cuidado corporal y un sin número de reglas estúpidas que debíamos obedecer al pie de la letra, muchas nos sentíamos en casa o quizás solo tenía miedo a lo desconocido. Habían rumores de lo que les ocurría a muchas de las chicas que encontraban familia, la mayoría de las historias eran pesadillas suficientemente buenas como para que deseáramos querer estar con mamá Shíon. Si bien era cruel a veces, jamás, pero ¡jamás!, nos maltrataba físicamente, ella pensaba que maltratarnos nos hacía perder valor, su lema: una flor marchitada solo sirve para la basura pues nadie la quiere y estorba. Así que su método era todo mental, tanto así que contaba con Psicólogos y Psiquiatras exclusivos, a veces muy rara veces cuando alguna se rebelaba con no ir a sus secciones manipuladoras la solían medicar y sedar por días.
De repente recuerdos de que yo fui una de esas aturden mi mente y no suplico por quedarme y aunque tengo miedo de mi destino, de mi boca no salió una sola frase.
Mamá Shíon se apartó de mi lentamente y señaló al hombre que seguía sumergido en la penumbra.
—Ve a casa —habló propinándome un débil empujón ante mis piernas estáticas.
Me di cuenta de que estaba llorando. Quizás pudo leer mis intensiones porque se alejó de prisa bajando del escenario, sí, no quería irme.
Miré a cada lado y, me obligué a caminar hacia la figura que divisaba al fondo.
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Editado: 27.11.2024