Tú y sólo tú

Capítulo 1: Kyle Dustin

Tabitha

—¡TABITHA! ¡VUELVE AHORA MISMO! ¡EN ALGÚN MOMENTO TENÍAMOS QUE HABLAR SOBRE ESTO! ¡TABITHA! —gritaba mi madre, sentada en la mesa de la cocina, donde la dejé plantada para huir de la discusión que estuve intentando evitar este último tiempo.

Corrí, corrí todo lo que mis piernas me permitieron, alejándome todo lo que mi mente considerara necesario de mi casa, mientras las lágrimas caían sin control, complicándome distanciarme lo más pronto posible.

Llegué a la playa y respiré hondo. Me deshice de mis lágrimas con el dorso de mi mano e hipé una vez más para volver a respirar lento y profundo. Agradecí la hora y el tiempo (eran las once de la noche y estaba asomándose una tormenta por detrás del mar), que me brindaban la posibilidad de estar a solas con mis pensamientos.

Sin embargo, no quería pensar. No quería recordar a mi madre gritándome que ya no aguantaba más esta situación. Yo tampoco lo hacía, yo tampoco quería seguir en ella. Pero al menos intentaba hacerle frente. Al menos demostraba querer seguir adelante.

Toqué mis pies con las palmas de mis manos para estirar mis piernas y até mi cabello con una coleta alta para echarme a correr otra vez. Quería seguir alejándome, quería seguir huyendo.

Un relámpago iluminó la desértica playa de Ocracoke. El cielo ennegrecido de Carolina del Norte me gritaba que me marchara, que pronto me arrepentiría de encontrarme aquí, sola, a tan corta distancia del mar furioso que se sacudía hacia un lado y hacia otro con violencia, dándole un tinte peligroso al hecho de simplemente estar cerca.

Me dispuse a correr un poco más y regresar antes de que diluviara, pero no conseguí dar ni cinco pasos que ya me encontraba en la arena, mas bien encima de alguien, como consecuencia de una caída.

—Pero, ¡¿No te fijas por dónde caminas?! —exclamé enojada mientras me ponía de pie e intentaba quitar la arena de mis rodillas, alejándome de la persona para que pudiera levantarse.

—Lo siento, ¿Cómo iba a saber yo que alguien se encontraría justo en este momento, a esta hora y con estas condiciones climáticas? ¿Estás bien? —dijo una voz masculina, obligándome a alzar mi vista hacia quien me había dado un buen golpe.

El chico no estaba mal. Parecía tener unos veinticinco o veintiseis años, cabello rubio ceniza y ojos negros como el firmamento sobre nosotros. Había algo en ellos que resultaba hipnotizante, más aún cuando él me miraba de la misma manera, pero necesitaba romper la conexión antes de que se tornara incómodo, por lo que fijé mi vista en sus labios. No estaba mal, nada mal, pero no era de mi tipo. Me iban más los pelirrojos de ojos claros.

—Sí, ha sido un raspón nada más —le enseño mi rodilla y, al ver un poco de sangre, hace un gesto de disculpa. Ruedo los ojos sonriente—. No es nada, ¿Tú estás bien? Caíste conmigo encima, te llevaste la peor parte.

Él rió suavemente, y me pareció un sonido de lo más bonito. Fruncí el ceño cuando lo vi arrodillarse ante mí, quedando su rostro frente a mis rodillas. Con una mano me sostuvo la pierna y con la otra sacudió la arena de la herida, en un divertido intento de redimirse por mi golpe.

—Sí, creo que me he roto una pierna, pero nada más —sonrió alzando la mirada hacia mí.

Yo no pude evitar volcar nuevamente la mirada en sus ojos, que me miraban divertidos y con un brillo especial que antes no había notado.
Le di una palmada en la cabeza.

—¿Me estás diciendo gorda?

La carcajada que salió de sus labios retumbó en nuestro alrededor, haciéndome sonreír. Tenía una risa muy contagiosa.

—Sería incapaz —respondió simulando seriedad, pero sus ojos se estaban riendo de mí—. Kyle Dustin —extendió su mano volviendo a estar de pie y yo la tomé sin titubear.

—Tabitha West —dije, y le di un apretón firme como muestra de seguridad.

—Tabitha... —repitió— Nunca había oído ese nombre. Es precioso.

No tengo idea de por qué me sonrojé, pero lo hice. Y ni siquiera me dijo el cumplido a mí, sino a mi nombre.

—Mi madre quería un nombre fuera de lo común —me encogí de hombros—. ¿Qué haces aquí? Mira el cielo, seguro sufres demencia aguda.

—Ya somos dos, ¿No? —replicó frunciendo el ceño, elevando su comisura derecha.

—Tal vez —entrecierro mis ojos con una pequeña risa—. Aún no respondiste mi pregunta.

—Uhm... Creo que estaba buscando algo de paz. Mis hermanos hicieron una fiesta y me aturdí un poco —explicó. Asentí comprendiendo—. ¿Quieres venir?

Lo miré extrañada. No sabía si me estaba invitando porque le resulté simpática, porque quería disculparse por la caída o porque pensó en voz alta y en realidad no quería hacerlo.

—Yo...

Y fui interrumpida por la ligera lluvia que se había desatado. Miré hacia el cielo, y sonreí. Noté que Kyle hizo lo mismo.

—Me encanta la lluvia —dijo luego de un largo silencio, sin dejar de mirar hacia arriba.

—A mí también. Me gusta venir a la playa cuando hay este tipo de tormentas —bajé la cabeza y lo encontré mirándome con interés.

—Bueno, a mí me encanta la lluvia pero no vengo a la playa cuando el clima está así —rió, obteniendo una sonrisa de mi parte—. Mucho menos de noche —posó su vista en el mar agitado.

—¿Peligroso?

—Yo creo que sí.

—¿Como invitar a una desconocida a tu casa?

Me miró ligeramente sorprendido y sus comisuras se elevaron hasta dejar ver sus dientes blancos y casi perfectos.

—No irás a asesinarme, ¿No? —preguntó divertido.

—¿Quién sabe? —pronuncié con aire misterioso, comenzando a caminar hacia la ciudad. Kyle siguió mis pasos.

—No creo que seas una asesina —sonrió de lado y bajó su mirada a la arena, mientras metía sus manos en sus bolsillos—. ¿Y tú?

—¿Yo qué? —lo miré confundida.

—¿Qué estabas haciendo aquí? —aclaró.

—Buscando lo mismo que tú.

—Y... —pronunció alargando la letra—, ¿La encontraste?

Lo miré otra vez, y sonreí. Él me devolvió la sonrisa.



#30857 en Novela romántica

En el texto hay: amigos, celos, amor

Editado: 22.03.2021

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