Tú y sólo tú

Capítulo 3: "Sueños"

Tabitha

—Mamá —saludé seria entrando a la cocina.

Me senté en la mesita para dos que teníamos contra la pared paralela a la barra desayunadora. Mi madre estaba cocinando unas tortitas y mi taza de café estaba frente a la suya en la mesa. Éste era nuestro lugar para conversaciones serias y hoy tendríamos una. Me daba cuenta de ello porque de no ser así, el desayuno estaría servido sobre la barra.

—Buenos días —murmuró ella.

Bebí un sorbo de café e hice una mueca. ¿Dónde estaba el azúcar?

—Tenemos una conversación pendiente —avisó, tomando asiento.

—Ya. Me doy cuenta —respondí acercando mi plato con tortitas.

—Tabitha, primero que nada, me disculpo por levantarte la voz ayer. Pero tienes que entender que me está costando hacerle frente a... esto —dijo.

Mi mirada se suavizó. Siempre había sido más fuerte que ella, pero no justificaba que pensara que era la única sufriendo por esta situación.

—A mí también, mamá. ¿O piensas que es fácil despojarte de una vida de recuerdos sólo porque a tu padre se le ocurrió abandonarte? —mi voz se quebró al final y me lo reproché al ver los ojos de mi madre empezar a aguarse. Carraspeé y me senté derecha— Mamá, no te culpo de nada. Y a mí tampoco. Ninguna tiene la culpa que sea un hijo de...

—Sigue siendo tu padre, Tabitha —me interrumpió regañándome.

—Ya no tiene derecho a eso. Lo perdió cuando cruzó la puerta de esta casa. No lo odio ni tampoco a su amante, pero no me pidas que lo respete ni que lo siga sintiendo como mi padre porque no puedo —expresé. Bebí café para calmar el nudo que empezaba a formarse en mi garganta.

Mi madre derramó sus primeras lágrimas.

—Sé que ya no estoy para ti como antes, cuando estábamos juntas todo el tiempo, pero tengo que trabajar y no quiero que dejes tus estudios y...

—Mamá —la corté cuando empezó a hipar—. Hace dos años accedí a las prácticas remuneradas y nunca fue problema. Al contrario, es un ingreso más para nosotras, y mis estudios marchan bien. No tienes que agregar más peso a la mochila que llevas, tienes que compartirme ese peso.

Me sonrió triste y tomó mis manos mirándome a los ojos con orgullo. Mi pecho dolía, pero no por mí, sino por el sacrificio de mi madre plasmado en sus ojeras y su rostro cansado.

—Te amo, Tabby. Eres lo más importante que tengo en esta vida. Lo sabes, ¿Verdad? —acarició mis manos con sus pulgares.

—Yo igual te amo, mamá. Sabes que tú eres lo más importante en mi vida también. Ya, no discutamos otra vez por él —me levanté y me acerqué a abrazarla.

No sé cuánto tiempo permanecimos así pero sé que ambas estábamos mejor luego de eso. Sentí a mi madre más sosegada, y en consecuencia, la tranquilidad invadió mi organismo.

Un mensaje de Janice iluminó la pantalla de mi móvil.

Jane: ¡Tabby, hola! Me preguntaba si querías acompañarme al centro. Tengo una cita hoy y no sé qué ponerme, ¡Socorroooo!

Me reí. Ayer cuando intercambiamos números, mencionó algo de una cita con un chico que conoció en la fiesta.

Tabby: De acuerdo, ¿A qué hora?

Jane: ¿Dentro de media hora?

Tabby: Perfecto

Jane: ¡Gracias!

Media hora. Si me duchaba en cinco minutos, me cambiaba en diez, me peinaba en tres y salía en dos ya lista y perfumada, llegaría puntual a la casa de los Dustin.

—Hola —saludó tras abrir la puerta—. Pasa.

Se hizo a un lado para dejarme entrar. La casa se veía impecable, sin rastro de que una fiesta a todo dar se había hecho apenas horas atrás.

Me di media vuelta para mirarlo. Mi boca comenzó a arder recordando la noche anterior y mi corazón parecía querer correr fuera de mi caja toráxica.

—Hola, ¿Está tu prima? Vengo a...

—Buscarla para ir al centro comercial, lo sé —me interrumpió. Asentí y de pronto cualquier idea o tema de conversación se esfumó para darle protagonismo a los labios del rubio frente a mí perfectamente encajados con los míos—. Debe estar terminando de arreglarse, cuando esté lista, salimos.

¿Salimos?

—¿Salimos? —repetí mi pensamiento.

Kyle sonrió culpable y se encogió de hombros.

—Es insistente —se excusó.

Asentí una vez más porque no sabía qué decir.

No voy a mentirme a mí misma diciéndome que no me inmuta su mera presencia, porque lo hace, pero tampoco exageraría con emociones y ese tipo de cosas.

Tal vez en el pasado, un chico con novia no hubiese sido problema, porque si yo quería y él también, la culpa no era mía del todo, es decir, no estaba obligando a nadie a besarse conmigo, y de la misma forma en la que me engatusaba a mí, lo haría con cualquier otra, así que no le veía nada de malo a un beso. Sé que es egoísta y está mal pensar en mí y no en la otra chica pero, ¿Qué podía yo hacer?

Al menos así pensaba hasta hace dos años, cuando mi padre nos abandonó por una amante mucho más joven. Desde ese momento, mi postura respecto a eso cambió y nunca más volví a estar con un chico comprometido.

Bueno, hasta ayer.

—¿En qué piensas tanto? —preguntó curioso. Me sobresalté al oirlo, estaba muy sumida en mi mente.

—En mi padre —escupí.

—Por tu expresión, parece que no se llevan muy bien que digamos —dijo con cautela.

Al parecer no quería inmiscuirse demasiado, pero lo estaba haciendo. No me molestaba que lo hiciera, pero sí pensar en mi padre.

—Él...

—¡Listo! —gritó Jane bajando las escaleras— Gracias por venir —me abrazó y yo rodeé su cintura con mi brazo.

—Vamos entonces —anunció Kyle, y lo seguimos hacia el garaje.

El centro comercial de Ocracoke estaba, gracias a Dios, un tanto vacío. Eso significaba que no habría colas largas que hacer ni gente que esquivar cada dos segundos, como sí sucedía en época de turismo.

Janice parecía saber con claridad qué tenía en mente porque se adelantó segura hacia un local de vestidos y conjuntos de noche. Apresuré el paso para quedarme junto a ella, evitando así estar a solas con él.



#30843 en Novela romántica

En el texto hay: amigos, celos, amor

Editado: 22.03.2021

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