Tú y yo, (no)s(otros)

Capítulo 9

Emma 

-  Ash Sarah. ¿Dónde estás?

- Tranquila Emm, prometo que estoy cerca. ¿Aguanta un poco, si?- eche la cabeza hacia atrás, rendida. Esto era una estupidez.

- Está bien. Pero apresúrate, si no me voy por mi cuenta.- Dije y finalicé nuestra llamada.

 Sabía que iba a arrepentirme de haber aceptado. Yo ya estaría llegando al departamento de no ser por ella. 

Mejor como algo mientras espero. Mi estómago me recordó que no me había  alimentado desde el vuelo, así que me levanté del asiento para ir en búsqueda de algo.

 Una vez que estuve en mi mesa con mi pedido, café y donas, no puedo no comer donas, están en segundo lugar. Luego de las flores, recordé que tenía una conversación pendiente.

Cuando recibí la llamada y los mensajes de Alexandro quedé un poco asustada por la situación en la que estábamos, por ende tarde en recuperarme y contestar. Tanto que cuando quise hacerlo, tuve que poner en modo avión el celular por pedido de una de las azafatas.

Me pase todo el vuelo pensando en que querría hablar conmigo, es más pensé que iba a culparme o poner una denuncia por meterlo en este lío.

Emma: 

Hola. 

Creo saber de qué se trata.

Envié el mensaje y me quedé mirando un momento  contacto. 

¿Debía guardar su número? 

Si, obvio si. Quizás más adelante puedas pedirle fotos o quién sabe, a lo mejor y nos quiera dar un show privado….

¿Qué? No. No voy a pedirle nada.

Anda, no seas aburrida

Que no. Y no insistas porque te despido como conciencia.

No puedes hacer eso, genia

Pues, igual averigüe cómo hacerlo

Está bien aburrida, tú te lo pierdes.

Al final decidí no hacerlo. Me llega un mensaje, y salgo al estacionamiento en busca de una muy emocionada Sarah.

-¡Cuéntame todo! – se acerca dando saltitos de alegría. Seguro tuvo una buena mañana. Si saben de lo que me refiero.

-Baja la voz por favor. La gente nos va a ver.

-¡No me importa. Quiero saber como te metiste con un famoso!

-No me metí con ningún famoso y mejor vámonos antes que alguna chica me vea y me tire tomates.-digo volteando para ver hacía mi alrededor.

-¿Tomates? -pregunta confundida 

-En casa te explico. Quiero ver a Max, lo extraño.

***

Al día siguiente cuando desperté con el cantar de los pájaros y un día soleado, pensé que sería un buen día. 

Lo primero que hice fue encender el móvil. Tenía muchas notificaciones de instagram.

La gente tenía la osadía de comentar en mi fotos cosas ofensivas y atentar contra mi persona, como si me conocieran de toda la vida.

Levantarme después de ver todo eso, me costó lo indecible. Pero finalmente me puse de pie y cogí una sudadera con capucha.

En su día mi terapeuta me había aconsejado que buscara cosas que pudieran acompañarme cuando me asaltara el pánico: ropa cómoda y buena música estaban en la lista.

 Así que escogí el nuevo álbum de The Weekend y me puse los cascos. Después cogí las llaves y la cartera y salí de nuestro edificio antes de que pudiera cuestionarlo todo o aplazarlo más.

Benji 's, mi cafetería preferida, era un sitio pequeño, que estaba entre una librería  y mi floristería. 

En una pared había un papel pintado de una puesta de sol cursi en la playa, no había muchas sillas ni la oferta era muy amplia, pero a mí me encantaba. 

Era la cafetería a la que siempre íbamos con Sarah a atragantarnos con cosas dulces.

Carraspeó para llamar la atención de Pete. Su turno casi siempre coincidía con mis visitas a la cafetería, y verlo me dio una agradable sensación de normalidad. 

—Ah, Emma  —me saludó, echándose adelante sobre la barra. —. ¿Qué tal estás?.

Volví la cabeza y eché una ojeada al local. En una de las grandes mesas redondas había un grupo de chicas que cuchicheaban. Una de ellas me miró entornando los ojos y otra sacó el móvil y lo sostuvo en alto, apuntando hacia mí. Me volví deprisa hacia Pete e intenté sacudirme la desagradable sensación.

 —Bien —contesté a duras penas—. Ponme uno de red velvet y un iced latte, por favor.

 —Claro. Ahora mismo. —Pete se puso a preparar lo que le había pedido mientras yo acercaba la tarjeta de crédito al datáfono y a continuación me iba a un extremo para esperar hasta que estuviese listo. De pronto los cuchicheos que oía detrás de mí me parecieron ensordecedores. 

Me arriesgué a echar otro vistazo y vi que eran cuatro chicas, dos de ellas miraban sus smartphones, otra continuaba apuntándome con el móvil y la cuarta removía su iced latte grande mientras seguía con cien ojos cada uno de mis movimientos. 

—Aquí tienes —dijo Pete.

—Gracias —repuse con voz rasposa. Luego giré sobre mis talones y salí de la cafetería.




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