Tardé más de lo que esperaba, pero después de tres cafés —que logré no derramar— y un par de barritas de chocolate que me dieron el azúcar y la energía suficiente, terminé de editar el estúpido manuscrito y aún me sobraba una hora antes de poder largarme. Se lo entregué a Kolt para que lo revisara y diera el visto bueno, y mientras tanto, saqué mi teléfono para matar el tiempo.
Tenía un solo mensaje, de Caroline.
Caroline: ¿Qué te parece este modelito?
Me adjuntó una foto de un vestido rojo, corto y con un escote de corazón. Le respondí que era bonito, y casi al instante me contestó.
Caroline: Genial, porque te lo vas a poner esta noche. Caerán como moscas.
Bufé. Las intenciones de Caroline eran buenas, pero era muy pronto para mí, el duelo apenas estaba empezando como para ponerme a pensar en enrrollarme con otro.
—No te pega —dijo Kolt, en un tono que mezclaba burla y seguridad.
Me sobresalté y apreté el teléfono en la mano. ¿En qué momento se había levantado? ¿Y en qué momento había decidido ponerse detrás de mí, tan cerca que podía sentir su presencia casi invadiendo mi espacio?
—¿Qué no me pega? —le solté sin mirarlo directamente, aunque no pude evitar arquear una ceja.
Kolt no solía entrometerse en mis conversaciones, y mucho menos hacer comentarios sobre mi ropa. ¿Desde cuándo tenía opiniones sobre eso?
—Ese vestido. —Hizo un leve gesto hacia el teléfono, y la sombra de una sonrisa arrogante cruzó su rostro—. Pareces más del tipo blazer y pantalones de trabajo.
Sus palabras cayeron como un golpe sutil, y durante un instante me debatí entre responderle o ignorarlo. Sabía que si le daba cuerda, él lo disfrutaría, y lo último que quería era alimentar su ego. Respiré hondo y le sostuve la mirada con una expresión imperturbable.
—Lo que me ponga o deje de ponerme no es asunto tuyo, Kolt —respondí al fin, esbozando una sonrisa que intentaba disimular mi irritación—. Pero me alegra saber que has estado observando mi estilo con tanto detalle, capullo cotilla.
Él levantó las cejas, como si no esperara esa respuesta, y una chispa de diversión brilló en sus ojos. Sin decir nada, se encogió de hombros con indiferencia y volvió a su escritorio, acomodándose en la silla.
—Solo intento ayudarte a no hacer el ridículo, Aurora.
—Vete a la mierda.
***
Al salir, Caroline ya esta a esperándome parada en la acera de enfrente. Al verme, empezó a mover las manos exageradamente a modo de saludo, tan efusiva que cualquiera diría que no nos habíamos visto en años cuando en verdad solo habían pasado unas horas. Pero es que Caroline era así de alegre como sello de personalidad, siempre tan feliz y radiante, como si pareciera que nunca tenía un mal día, era lo que más me gustaba de ella y lo que más envidiaba. Era como un cachorrito.
Le sonreí de vuelta y la saludé también.
—¿Pero quién es ese bomboncito rubio?
Y mi sonrisa cayó tan rápido como se formó.
—Ni se te ocurra, Morrison —le lancé una mirada amenazante. Lo tenía pegado a mi lado, con su cabeza por encima de mi hombro mirando a Caroline como un gato al acecho de un ratoncillo—. Tiene novio.
—¿Ah, sí? —preguntó con indiferencia, para después cruzar la carretera.
Caroline lo miró extrañada cuando lo vio acercarse, pero tras intercambiar unas palabras breves con ella y señalarme, Caroline asintió y empezaron a charlar animadamente. Por la expresión corporal de Kolt, se notaba de lejos que intentaba ligar con ella. Ya lo había visto con otras chicas del trabajo y, aunque Caroline le respondía con su encanto natural, no iba a caer en la trampa. Y conociendo a Caroline, seguro que no se daba cuenta y pensaba que Kolt solo estaba siendo simpático.
Al pobre Evan le costó dos años hacerle saber que le gustaba.
—Rory, Kolt dice que viene con nosotras —soltó Caroline en cuanto llegué a su lado, como si acabara de invitar a la estrella de la noche.
—No, él no viene.
—¿Qué? ¿Por qué no? ¡Cuantos más, mejor!
—Exacto, Rory —intervino Kolt, acentuando mi apodo con una sonrisa que me hizo fruncir el ceño—. Cuantos más, mejor. ¿Qué celebramos?
—Nada que te importe —respondí, pero Caroline estaba decidida a ignorarme.
—Que Rory está soltera de nuevo —anunció con una sonrisa triunfal.
Kolt soltó una risita, asintiendo, como si todo encajara.
—Ah, claro. Con razón el humor.
Caroline me dio un empujón divertido.
—Se le pasará con un par de copas. ¿Y a dónde vamos? El Hall of Kings está cerca.
—Mejor vamos a otro sitio —dije de inmediato.
Salir de copas con Caroline significaba acabar la noche aguantándole el pelo mientras vomitaba y luego arrastrándola a su apartamento. Mejor elegir algo cerca de su casa.
—¿Qué tal el Ópera? —sugerí.
Caroline puso cara de desagrado, pero luego se encogió de hombros y aceptó.