Tú, yo y otros imposibles

12. Una prioridad mayor

 

Su mano en mi mejilla quema, arde como su cercanía abrumadora

Su mano en mi mejilla quema, arde como su cercanía abrumadora. Es la primera vez en mucho tiempo que siento que estoy donde tengo que estar.

Llevo tanto tiempo siendo la niña que tropezó con el cadáver de su padre, la hija perfecta o la estudiante modelo que me he olvidado de ser solo... Kala. 

—Yo tampoco —susurro con el corazón golpeando la caja torácica con tanta fuerza como tensión recorre mi cuerpo. 

Me sorprenden mis propias palabras. En tres años nunca he admitido que lo que tuvimos no fue un error, que por mucho daño que me hiciera, prefería eso a no haberlo conocido. Puede que Liv ya lo supiera, porque me conoce más que yo a mí misma. Sin embargo, yo estaba tan centrada en superarlo e intentar que lo que sentía por él nunca más floreciera, que no me permití verlo, por mi salud mental. 

Estamos tan cerca que puedo sentir el cálido aire de sus exhalaciones sobre la fina piel de mis labios.

Tan cerca que diferencio las distintas tonalidades azules que dibujan un mar revuelto en sus ojos.

Tan cerca que vislumbro el sube y baja desembocado de su pecho.

Tan lejos que no puedo sentir el suave roce de sus labios sobre los míos.

Tan lejos que no puedo saborearlo.

Demasiado lejos.

—¿Y dónde nos deja eso? 

Su voz enronquecida por los estragos que parecen estar causando mis caricias, logra encenderme con una facilidad asombrosa.

Este es el peligro invisible que se esconde a ojos de todos. Estar cerca de Dylan es arriesgarse a perder los estribos en cualquier momento, es estar dispuesta a ceder el control.

La pregunta es: ¿lo estoy? 

—No lo sé —confieso descansando la frente sobre la suya.

La distancia entre nosotros ya no existe. La posibilidad de cruzar la línea invisible que habíamos trazado tras su macha vuelve a presentarse ante nosotros. Solo sería necesario deshacernos de un par de centímetros y dejar que el corazón guiara mis acciones por unos segundos. 

Puedo sentir su pulso acelerado bajo las palmas de mis manos que han comenzado a descender por su pecho.

Su olor embriagante inunda mis fosas nasales cuando los centímetros se convierten en milímetros.

Puede que esto sea lo que llevo años ansiando. Quizás volver a estar en sus brazos sea todo lo que necesite y haya querido desde que se fue. 

Se humedece los labios por puro instinto cuando me ve haciendo lo mismo. 

Estoy a punto de dejar que mi cuerpo tome aquello que tanto ansía cuando el sonido estridente de una llamada entrante corta el embrujo. Sin embargo,  Dylan parece seguir hipnotizado con mi presencia. Tanto así que la llamada finaliza y él sigue tan centrado en mi que ni lo nota.

Mis ojos están atrapados por los suyos. Enganchados a esa droga de la que se habían desintoxicado y en la que han vuelto a caer.

—Puede ser importante —insisto cuando vuelve a sonar por segunda vez.

—Sé establecer mi orden de prioridades y ahora mismo hay pocas cosas más importantes que esto, créeme.

Mi corazón ilusionado resurge de las cenizas bajo las que me encargué de sepultarlo.

La esperanza es un sentimiento que me obligué a aborrecer, porque cuanto más esperaba de él, más me decepcionaba. 

Ya no hablo de su marcha inesperada o de la ausencia de interés posterior. Ni siquiera de las llamadas que nunca recibí o mensajes que no llegaron al buzón de entrada. No me decepcionó que huyera, lo hizo que no volviera. Que no tuviera el valor suficiente de recomponer lo que rompió. De enfrentar el desastre de ocasionó. 

Su pulgar se pasea por mi hinchado labio inferior, despertando el deseo incontrolable que he intentado mantener cautivo durante lo que parecen siglos.

La oscuridad que nos rodea ayuda a que todo sea más fácil. El nivel de exposición es el mismo, mas la sensación de intimidad que nos proporciona es perfecta.

Perfecta para echarlo todo a perder.

La luna nos mira expectante desde su trono celestial, las luces de la ciudad danzan a lo lejos, ansiosas y el mundo se detiene cuando me atrevo a mirarlo a los ojos. Cuando me permito caer un poco más en el pozo que estamos cavando.

Juntos nos preparamos para caer al infierno del que sabemos que ninguno saldrá sin una quemadura. 

—Dylan... —casi suplico perdida en laberinto de sentimientos que su cercanía ha despertado. Una densa niebla me aleja de la realidad lo suficiente como para plantearme acercarme a sus labios, como para permitirme sucumbir al deseo. 




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