Tú, yo y otros imposibles

13. Una llamada inoportuna

 

Llevo tanto tiempo deseando volver a sentirla así, ansiosa, libre y hambrienta de mí, que no pienso en las consecuencias de nuestros actos

Llevo tanto tiempo deseando volver a sentirla así, ansiosa, libre y hambrienta de mí, que no pienso en las consecuencias de nuestros actos. No importan las advertencias de mi padre, ni la decepción de Alisha. Ni siquiera me paro a pensar en el amplio abanico de posibles escenarios catastróficos que pueden sucederse tras dejar que las murallas caigan.

Dejarme llevar por su cercanía delirante es lo único que puedo hacer cuando se lanza a mis labios con tanta sed como un nómada que recorre el Sahara en busca de la fuente de la vida. Y la entiendo, porque para mí ella es el oasis en mitad de la desolación, la vida que se abre paso entre tanta montaña de arena solitaria.

Estaba tan centrado en la forma en que su pecho se movía acelerado contra el mío, en la fricción que buscaban sus caderas y en la forma en que sus dientes se enganchaban a mi labio inferior cuando sabía que mis caricias la estaban volviendo loca, que ni siquiera me fijé en el remitente de la tercera llamada que ignoraba en la noche.

-Puede ser importante...

Su voz entrecortada por su respiración acelerada es un leve susurro que trata de poner algo de cordura en una vorágine de descontrol.

Puedo ver la duda centellear en sus dos esmeraldas brillantes y no se me ocurre mejor forma de alejarla que estampando mis labios contra los suyos con más desesperación.

-No más que tú -Las palabras buscan hueco entre besos. Sinceras, claras y fugaces, como todo lo que sucede entre nosotros.

No pienso. No proceso lo que sucede. Me dejo guiar por sus movimientos envolventes y por la calidez que desprende su piel bajo la palma de mis manos que recorren su cuerpo sin pausa, cuando el móvil vuelve a sonar.

Esta vez es ella quien coge el jodido aparato para lanzarlo tan lejos como sea necesario para que deje de molestar.

No me preocupa quién sea, todo puede esperar, pero esto no. Es la primera vez en mucho tiempo que siento que mi corazón late acompasado y mi cuerpo parece estar obteniendo lo que tanto tiempo lleva esperando.

Pero todo se desvanece como un cruel espejismo cuando ese nombre cae de sus labios.

-Es Julia.

Una señal de alarma se enciende, mi cuerpo se tensa y mi atención se desvía por completo.

Le arrebato el móvil de las manos sin demasiado cuidado.

-¿Estás bien? -Es lo primero y único importante en este momento. Es el sollozo ahogado desde el otro lado de la línea que precede a un susurro ininteligible, lo que responde a mi pregunta-. ¿Dónde estás?

-En el hospital... Yo... Dylan, él... -rompe en llanto antes de pronunciar lo que lleva semanas temiendo. No necesito que lo diga, ni que me pida que vaya, porque es lo que tengo, quiero y se merece que haga. Tengo que estar para ella como lo ha estado para mí y ni Kala se interpondrá en eso.

-Todo va a estar bien. Todo va a estar bien -aseguro en un susurro tranquilizador-. ¿Thony está contigo?

-Viene de camino.

-Esta bien, tranquila. En diez minutos estoy ahí, ¿vale? -Cuelgo antes de dirigirme a la morena que me mira conmocionada y algo desubicada-. Nos vamos.

Una voz en mi cabeza me grita que no lo haga, que no vuelva a dejarla, que no vuelva a salir corriendo. A sus ojos huyo -como siempre- pero en este momento, llegar a Julia es más importante que seguir besándola, que seguir perdiéndome en las curvas de su cuerpo ansioso; que seguir cavando un agujero del que difícilmente podré salir.

-No tengo toda la noche, Kala.

La impaciencia de mi voz es un fiel reflejo del remolino de sentimientos que no puedo procesar.

Sus labios siguen hinchados cuando sube al coche algo descolocada con la actitud que he tomado. Podría explicarle lo que está sucediendo, pero son tantas las cosas que no entendería, tantas preguntas que no tendrían respuesta, que prefiero guardar silencio.

En un principio, no puedo dejar de pensar en la forma en la que pega sus muslos, intentando calmar los instintos primitivos que despertamos minutos atrás. Mis labios no dejan de palpitar deseosos y la dureza de mi entrepierna sigue molestando cuando nos detenemos frente a casa.

Estoy enfadado conmigo por caer en sus redes, con ella por dejar que lo hiciera. Estoy consternado con el mundo por seguir luchando contra nosotros. Porque por muy cerca que creamos estar, al final terminamos más lejos de lo que nunca hemos estado. Lo veo en su mirada cuando busca en mis ojos algo que no estoy seguro que pueda darle antes de bajarse.

-Yo... -empiezo, intentando buscar las palabras oportunas para evitar que sus miedos vuelvan a aflorar.

Sé que una parte de ella sigue temiendo que desaparezca de un momento a otro, y es exactamente lo que estoy haciendo.




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