Tú, yo y otros imposibles

18. Un juicio nublado

 

El silencio que nos rodea no es más que un falso espejismo de calma

El silencio que nos rodea no es más que un falso espejismo de calma. Lo conozco lo suficiente para saber que su mente va a tantos kilómetros por hora como la mía. Sopesando la multitud de escenarios que abren esas afirmaciones.

Antes eso habría sido suficiente. Incluso llegué a pensar que todavía lo fuera cuando me lancé a sus labios en aquel mirador. Nada más lejos de la realidad. Puede que ninguno se arrepienta de pasar tiempo con el otro en el pasado, pero ahora no tiene relevancia. Ya no somos los mismos, no se aplican las mismas reglas. Además, ¿por qué tendría que aliviarme pensar que no se arrepiente de ilusionarme para luego desaparecer?

Niego intentando enfocar mis emociones. Sé que no se refiere a eso, mas no puedo dejar de pensar en ello.

—¿Y eso debería ser suficiente? ¿Debería olvidar todo lo que ha pasado solo porque no te arrepientes? —suena a reproche, puede que lo sea.

—Yo no he dicho eso, pero debe significar algo. Sé que no he hecho las cosas bien y me arrepiento de la mayoría de idioteces que han pasado desde que me fui de casa hace tres años, excepto de esto.

—¿De esto?

No creo que admita que hay un nosotros, porque hacerlo significaría aceptar un sin fin de cosas para las que ninguno de los dos está preparado.

Es la leve negación de su cabeza lo que me hace dejar el tema como está. Tampoco creo que pudiera digerir lo que podría salir de su boca.

—Lo siento —Un rayo de luz parece atravesar los recuerdos grises que quedaron marcados a fuego años atrás antes de comprender que se refiere a lo sucedido la otra noche.

Asiento posando los ojos en el pavo a las finas hierbas que estoy segura ha preparado Julia. Deben ser muy cercanos si salió corriendo para estar a su lado. Y no sé si la idea me gusta demasiado. No. No lo hace. Para nada.

No digo que yo no lo hubiera hecho con Liv, e incluso por Anya si me necesitara ahora, pero en Dylan es más complicado obtener ese tipo de reacciones. Antes yo era su prioridad, y después de escucharlo de sus labios, creí que seguía siéndolo. Todo mentira. Como siempre. Puede que sea un pensamiento egoísta. ¿Y qué si lo es?

Cojo los cubiertos, dispuesta a cenar con él. Las preguntas sin respuestas siguen amontonándose en la punta de mi lengua, dispuestas a salir disparadas en cuanto les de la oportunidad. Claro que mi mente es más inteligente y decide acallarlas con comida. No necesito más carga emocional. Estoy cansada de todo. Ahora mismo no quiero pensar en los porqués, solo necesito engullir comida mientras me hecho unas risas con el que en su momento fue mi primer amor, pero sobre todas las cosas, mi mejor amigo.

—¿No vas a decir nada? Se supone que estamos aquí para hablar, Kala.

—Hablemos, pero no de eso —frunce ligeramente el ceño, confundido—. Porque por mucho que intento entenderte, no lo logro. Primero te alejaste más de dos mil kilómetros y ahora te empeñas en levantar un muro entre nosotros. Estás decidido a apartarme de todo lo que tenga que ver contigo y me pides que haga lo mismo, pero luego no eres capaz de respetar lo que impones. Creo que te importo y de pronto haces algo que me insta a pensar todo lo contrario. Y lo peor de todo es que siempre ha sido así, pero sigue sorprendiéndome tu actitud de mierda cuando las cosas no salen exactamente como tú quieres.

Sus ojos muestran un cansancio que pocas veces he visto reflejado en ellos.

—Dos mil teinta y cinco kilómetros —interrumpe cuando ve que he tomado carrerilla.

—¿Qué?

—No son dos mil, son dos mil treinta y cinco kilómetros y noventa y cinco metros. Esa es la distancia exacta y créeme cuando te digo que soy consciente de cada centímetro que nos separba. —Mi corazón se salta un par de latidos. Emocionado y algo confuso. ¿Es posible que me haya echado tanto de menos como yo a él? ¿Y si tampoco pudo sacarme de su cabeza a pesar de la distancia y el tiempo?—. Me importas. Me importas tanto que rompo mis propias reglas y termino actuando como algo que no soy. No soy una persona celosa o posesiva y tú lo sabes bien, pero cuando se trata de ti mi mente se nubla y no sé qué cojones estoy haciendo.

Sé que es verdad. Lo sé porque por mucho que me niegue a verlo, algo me grita que el Dylan que conocí años atrás sigue ahí escondido en alguna parte y a él jamás dejaré de importarle. De la misma forma que esa Kala nunca dejará de luchar por él. Para bien o para mal, es así.

Puede que dijera que no tenía ganas de hablar del tema. Quizás sería lo mejor. Es más, tengo claro que es lo más correcto para ambos. Pero cuando lo miro no puedo sacarme ese beso de la cabeza. No puedo dejar de pensar en sus labios devorando los míos. En la forma en que sus manos acariciaban mi cuerpo. Ni en la sensación de hogar que me invadió cuando por fin volví a sus brazos. Así que, contra todo pronóstico, y obviando mis propios consejos, pregunto lo que hace días que no me deja dormir tranquila.




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