Tú, yo y otros imposibles

23.Un corazón abierto

 

Aún sigo procesando las palabras que salieron de mi boca sin permiso

Aún sigo procesando las palabras que salieron de mi boca sin permiso. El pensamiento se manifestó en sonido, dejándonos a los dos tan sorprendidos que nuestra respiración se paralizó un par de segundos. Ciertamente, le daría la eternidad. En realidad, es lo que le había dado al irme de Bismsarck. Una finita y bastante frágil para ser sinceros. Jamás lo había admitido en alto.

Distanciarme de ella había sido una de las decisiones más difíciles de mi vida. Los meses posteriores fueron una tortura lenta y delirante. Las semanas se fundieron en años y los días en décadas que parecían no querer que mi corazón sanara. El pozo de mierda en el que me metí era de profundidad similar a la Fosa de las Marianas. Aún así, desde aquel recóndito fondo sin luz, ella seguía latiendo con fuerza en mi pecho. Como un virus que en lugar que erradicarse continuaban fortaleciéndose en cada maldita célula de mi cuerpo. Era desquiciante. Mi sufrimiento, agonizante, y su silencio el peor castigo que pude recibir. Lo peor de todo es que no sabía dónde nos dejaba eso. Creía tenerlo claro. Pero fue antes de volver a verla. Antes de volver a besarla. Antes de todo, de nada. Porque esto seguía sin ser nada. Seguíamos siendo todo deseo, ansia y desesperación bajo ninguna etiqueta.

Quizás así fuera mejor. Eso es lo que llevaba repitiéndome desde que salimos de casa. No era mi intención pasar mi día libre con ella, en absoluto. Claro que no pude negarme cuando abrí los ojos y la vi justo ahí. Pegada a mí como siempre deseé.

—¿Seguro que no le molestará a tus amigos? No me conocen y es algo que tenían planeado desde hace tiempo solo para ustedes.

—¿De verdad piensas que me importa si les molesta o no? —Rueda los ojos en señal de cansancio, claro que la conozco lo suficiente como para ver la diversión que se esconde en sus iris. 

—Dylan, estoy hablando en serio.

—Yo también, pero si te quedas más tranquila sabiéndolo, no, no les molesta. Es más, creo que tienen más ganas de conocerte que de verme a mí.

—Está bien, en realidad tengo muchas ganas de conocer los alrededores de la ciudad. ¿Quién irá exactamente? 

—Si deciden ir, solo seremos Thony, tú, Anya, Julia y yo —. Su ceño se frunce ligeramente, quedando a la deriva junto a su mirada que parece buscar algo de vital importancia en sus recuerdos. Sé en qué está pensando, en quién. Quiero borrar los pliegues de su frente. Decirle que Julia no es más que una amiga. No lo haré. No quiero mentirle. Es mucho más que eso—. Lo pasaremos bien. 

Asiente intentando sacar las imágenes que sé que pueden estar pasando por su mente. Créeme, cariño, a mí tampoco me hace demasiada gracia la situación. Juntar a Kala y a Juls es como si dos partes vitales de mi vida colisionaran. Como si el espacio y el tiempo se mezclaran, explotaran. Estoy seguro de que algunos autores barrocos usarían más de diez páginas para describir con detalle todas las emociones que eso despierta en mí y la multitud de posibles desgracias que podrían nacer de tal acontecimiento. Claro que yo no soy un autor barroco y esto no es una novela. Lo resumiremos con un: todo se puede ir a la mierda. 

Se lleva la pajita a los labios para sorber la granizada con ruido. Sabe que me molesta.

—Vamos, ¿qué tienes cinco años?

La sonrisa en sus labios aumenta, ambos sabemos que su única intención es sacarme de quicio. Lo que no sabe es que he echado tanto de menos su cercanía que lo que antes era una tortura ahora es una suave caricia. La quiero así, libre y risueña. A mi lado.

—Eso serían dos más que tú—. Su mirada desafiante enciende el fuego que hasta ahora había mantenido a raya—. Hablaré con Anya, seguro que se apunta—. Asiento conforme—. Por cierto, sé que no es de mi incumbencia, pero... ¿Sabes si tu amigo del bar tiene novia?

Enarco una ceja en su dirección. ¿Por qué cojones está preguntándome por Thony? Y lo que es peor, ¿por qué me hierve la sangre?

—¿Anthony?

—Uhum.

Sus ojos vuelan aquí y allá, tratando de no mirarme demasiado. Es un torpe intento por quitarle hierro al asunto. Casi pareciera que no le importa demasiado la respuesta. Sé que miente, sé que su curiosidad es genuina y su interés también.

—No, no tiene novia.

Libera un pequeño chillido de emoción que logra confundirme más de lo que ya estaba.

—¡Eso es genial!

Río.

—No creo que Thony este de acuerdo.

—¿Te cuento un secreto y prometes no decir nada? —Asiento más interesado ahora—. A nadie, Dylan.

Elevo la mano hasta dejarla frente a ella y la cierro en un puño.

—Lo prometo —pego los labios al puño y espero a que ella haga lo mismo con la suya. Era su forma de sellar las promesas importantes, o antes lo era. Compruebo que sigue siéndolo cuando le veo repetir lo mismo pegando su puño al mío.




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