último Soplo de Fe

09: Manual

 

Coraje y decepción fueron las dos emociones que más caracterizaron a Nainari en esos momentos. Izan, por otro lado, estaba callado y demasiado pensativo. Después de varios minutos de discutir y escuchar los argumentos de su esposa, pensó con claridad cada uno de los puntos. Ella tenía razón al sentirse sola y sin apoyo al ver que a Izan no luchó con ella en cuanto al tratamiento. Se sentía mal. No sabía que hacer para ya no sentirse de esa manera. Se metió tanto en su trabajo buscando que nada faltara en su hogar, sin darse cuenta de que, lo único que faltaba era él.

 Y con él no se refería a su presencia, pues ésta yacía todas las noches. Sino su esencia, apoyo, comprensión, atención y amor.

Izan culpaba a su esposa de estar a la defensiva y de muy mal humor, sin darse cuenta de que el causante era él. Ahora, él buscaba arreglar las cosas con su esposa. Pero arreglarlas en serio.

            —Nai… —la miró a los ojos— Sé que cometí muchos errores y que probablemente soy culpable de todo lo que pasó. También sé que en estos momentos me tienes mucho rencor, no lo niego. Me metí tanto en mi trabajo que no quería aceptar la realidad. Sé que tanto tu como yo quieres tener un hijo, pero tengo miedo. Si negué la adopción era porque sabía todo lo que eso implicaba.

            —Entiendo tu miedo—habló Nainari más tranquila—. Y como te lo llegue a mencionar… Son cosas de la vida. Ya sea porque salga embarazada o adoptemos, los hijos crecen y será momento de que hagan su vida. Así como tú y yo crecimos, y decidimos dejar a nuestros padres para compartir una vida juntos, nuestros hijos también lo harán.

Izan suspiró.

            —En eso tienes toda la razón.

Ambos se quedaron callados. Nainari se veía más tranquila, pero a pesar de ello, Izan todavía tenía mucho que decir; tomó aire y después de varios segundos buscando las palabras adecuadas, articuló lo siguiente: —Nai… Quiero que sepas que, aunque parezca que piense que no eres capaz de hacer las cosas por tu propia cuenta, no es así. Me importas, es sólo que no quiero que nada te pase.

            —Lo sé…

No terminó la oración cuando éste la interrumpió.

            —Déjame terminar. —guardó silenció—No quiero que pienses mal, pero si me gustaría que también te pusieras en mi lugar. No soy un hombre perfecto, eso lo sé. Pero considero que, así como he cometido mis errores, así he tratado de enmendarlos y mejorar cada día. Sé que a ti no te parece que ante mi familia nos muestre como la gran pareja, pero conociendo a mis padres… no quiero que se metan en lo nuestro.

            —Eso lo entiendo, y no te juzgo. Lo que no me pareció es que me hayas ignorado y tratado como si no existiera durante meses, pero cuando vinieron tus padres me trataste como si fuera lo más bello que te hubiera pasado. Perdón que te lo diga, pero eso es hipocresía para mí.

 Izan no dijo nada. En parte tenía razón y negarlo sería retroceder el paso que ya habían dado. No obstante, se quedó pensativo. Izan había crecido con esa filosofía durante muchos años. No es que su familia fuera mala, sólo que a veces eran muy entrometidos en su vida, en especial, sus hermanas. Y… enterándose ellas, podían meterle ideas a la cabeza a su mamá. Y… ahí si, no había manera de convencer a su mamá de lo contrario.

            —Déjame ver si entendí—Izan hizo una pausa—. ¿Quieres que te trate igual a solas como te trato en público? ¿También quieres que te deje hacer tus cosas de manera independiente para que no sientas que no puedes hacer nada por tu propia cuenta? —cuestionó sarcástico cruzado de brazos.

Nainari negó

            —No, así no son las cosas.

            —Entonces explícate porque eso no es coherente para mí.

Nainari guardó silencio y dijo: —A mí no se me hace coherente que le digas a medio mundo que siempre luchas por esta relación cuando ambos sabemos que eres el primero en huir de nuestros problemas. Y… siendo honesta, no quiero alguien que luche por mi, quiero alguien que luche “conmigo” —hizo énfasis en la última palabra.

            —Si evado los problemas, entonces dime, ¿Qué hago aquí parado frente a ti?

Nainari suspiró. Estaba cansada de repetir lo mismo. Quería solucionar las cosas, y aunque parecía que las cosas ya se estaban solucionando, ambos seguían echándose en cara muchas cosas.

            —Ok, considero que si queremos solucionar esto, debemos de poner ciertas reglas. Pero antes quiero que me digas si en verdad estarías dispuesto a cumplirlas.

Confundido, Izan asintió. Aunque ambos estaban cerca de los treinta años, ambos seguían siendo esa pareja de niños. Si, habían crecido como pareja pero también habían ciertas cosas que debían corregir si deseaban seguir caminando de la mano juntos.

La pareja se dirigió el estudio. Nainari se sentó sobre el escritorio de su marido. Agarró un cuaderno junto a una pluma de tinta azul y empezó a escribir.

“GUÍA PARA UN MATRIMONIO SANO Y DURADERO”

Izan sonrió. Nainari explicó que esa sería el reglamento definitivo de su vida de ahora en adelante. Consistía en que ambos debían recordar todos los problemas que habían tenido, cómo los solucionaron y que condiciones aplicaron para mejorar como pareja. Esto, se llevaría a cabo con cada diferencia o problema que ellos llegaran a tener. Era una lista que deberían seguir y, para que esto fuera un pacto, condicionaron que al momento de faltar a un paso, la persona que lo incumpliera, tendría un castigo.




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