Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

Los refugiados

El ataque sobre el poblado de Desmond no fue el único. Informes de hordas de zombies saliendo de las zonas rojas se masificaron por varias las ciudades-fortalezas, en especial en forma de mensajes escritos o de audio que recibían por teléfono alámbrico en puestos de avanzadas. Los Rangers inmediatamente se organizaron para evacuar los poblados mas vulnerables y preparar puntos de defensa y observación para intentar verlos venir. Las susodichas ciudades-fortalezas también tuvieron que prepararse no solo en caso de ataque, si no también para recibir a todos lo refugiados que llegarían de las zonas evacuadas.

Luego de escuchar la historia del ataque y lo que había pasado el día anterior a Desmond, reunidos en en una sala de estar iluminada desde arriba con un foco que colgaba de un cable, una conmocionada Sophie fue hasta donde él y le dio un abrazo, mientras estaba sentado en un sillón. El joven se sintió increíblemente bien ante este acto. La tensión y la tristeza desaparecieron y por fin se sentía como si estuviera en casa. Luego de regresar a su puesto, fue el turno de Hans de decir algo, que se veía algo incómodo moviendo las piernas y los brazos.

—Bueno, la verdad, no sabría que agregar. Yo solo quiero decirte que para cualquier cosa que necesites, estoy allí —comentó con su tono de voz monótono.

—Gracias.

Tras este intercambio, Walter les dijo que se fueran a dormir, para luego ir a mostrarles a Joseph y su sobrino la habitación en donde dormirían, que era el que usaban para visitas.

En los días siguientes, ambos comenzaron a acostumbrarse a su nueva vida. Quizás lo primero que les complicó fue la forma de su nuevo hogar. Comparado con las casas de madera hechas a mano con diseños o colores llamativos aunque toscas, ahora vivían un edificio que estaba hecho de cemento y de metal, con tonos grises que ellos encontraban desabridos, además de tener una sensación fuertemente claustrofóbica. Las sillas y mesas eran de metal con madera, y les tenían que recubrir con almohadones para evitar que el frío les congelara la espalda y las nalgas. Pero el impacto mas grande fue el comida, que experimentaron a la mañana siguiente, durante el desayuno, estando todos reunidos alrededor de la mesa.

—Qué rara se siente la masa —comentó Desmond mientras la degustaba —. Se siente como poco consistente.

—Veo que por fin conoces la comida de las ciudades —respondió su tío mientras bebía té de su taza.

—Por eso yo te decía que el pan que preparaban allá era tan bueno —agregó Hans mientras se echaba un pedazo de pan grande y lo masticaba con la boca abierta.

—Hans, por favor, come bien, que tenemos gente nueva —le interrumpió su padre.

—No se preocupe por eso —contestó el joven Péricand —. Allá siempre comía así, nunca molestó y nos acostumbramos.

La cara de Walter se puso blanca y abrió la boca estupefacto al escuchar eso, mientras Joseph y Sophie se reían por semejante ocurrente comentario y la cara del padre. Mientras, en la radio sonaba una muy tranquila y relajante canción.

Ese primer día nadie salió de casa. El tío se dedicó a dormir casi todo el día, mientras que Desmond se quedó con Hans y Sophia a realizar distintas actividades. Con el primero empezó a leer varios libros sobre arqueología pre zombie, el tema preferido del joven Gallagher, que no paraba de querer explicar todo lo que pudiera de lo que había venido antes.

"Los vehículos motorizados de antes eran tan rápidos que podían ir mas allá de doscientos kilómetros por hora".

"Las baterías que usaban reproductores portátiles se podían recargar simplemente colocándola encima de una plataforma".

"Los teléfonos móviles de antes no solo eran para llamar, también recibían mensajes de texto, reproducían música y películas, y se podían conectar con algo llamado internet".

Todo esto acompañado con un tono elevado de habla, casi gritando, movimiento de manos y brazos que resaltaban lo que hacía, incluso simulando que tenía el objeto en sus manos, y su costumbre de no mirar a los ojos. El joven Péricand le gustaba esas conversaciones, pues no conocía a otra persona con tanta dedicación para investigar y explicar cosas que le gustaba como Hans, algo que se traducía en el cuarto del mismo, con libreros hasta arriba de libros, cuadernos lleno de anotaciones, dibujos sobre un escritorio, y lo que parecían ser una colección de objetos antiguos en una repisa. Era contagioso, y esa alegría era algo que necesitaba para ese momento. Con Sophia, por su parte, gustaba de ayudarle a preparar máquinas que ella improvisaba con chatarra, principalmente radios, sistemas de mensajes, y teléfonos móviles. A veces gustaba de enviar mensajes o llamadas falsas, causando la confusión o enfado de la víctima de la broma, cosa que les provocaba una risa.

Para el segundo día se contentaron con asomarse por el balcón. Allí pudieron contemplar como eran los otros edificios. Los mas altos no pasaban de los cuatro pisos, todos parecían hechos con metales remachados o con cemento, los cuales conservaban sus colores originales, con muy pocas excepciones que mostraran algún rastro de pintura. Hacia su derecha estaba el centro de la ciudad-fortaleza, sobresaliendo la gran torre que servían de centro de observación y administrativo. Hacia la izquierda estaba el muro de hormigón con la gran puerta, con soldados patrullando y observando al exterior, cuya altura era mayor que cuatro pisos.

Las personas de la calle iban vestidas con ropas bastante modestas, con poleras de tela manga largas, blancas sucias o de algún color desteñido. A veces usaban por encima chalecos de lana. Los pantalones solían ser del mismo material que las poleras, mientras que el calzado eran zapatos o botas de cuero café. 

—Curioso, no veo a ninguna mujer usado falda —comentó Desmond.

A lo largo del día, columnas de soldados de los Rangers y de la guardia de la ciudad iban y venían del centro hacia fuera de la ciudad y viceversa. Walter salió por un momento para regresar trayendo un periódico, en el que estaba siendo comunicado el movimiento de personas tanto por Craco como por otras ciudades-fortalezas, así como mensajes de las autoridades de que nada iba a cambiar para los habitantes de la misma, mensaje que se repitió en las noticias que la radio daba.




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