Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

Hombre de Acción

A la mañana siguiente, mientras todos se duchaban, Mason intervino para animar la situación. 

—Bueno compañeros, dada las circunstancias, no todos tuvieron tiempo de presentarse con el instructor, así que creo que deberíamos hacer lo nuestro —. Se dirigió a Claire que se estaba lavando su pelo rubio —. Tú, niña rica, ¿por qué estás aquí?

—Pero si ya me presenté —le contestó ofendida.

—Pero no dijiste el por qué. Varios han quedado con la duda de por qué una mujer adinerada de la ciudad está aquí. ¿Alguna cruzada romántica quizás?

—Nada de eso —respondió todavía molesta —. Hui de casa y de mis padres porque ya no los aguantaba.

—Uuuuh, que fuerte. ¿Y se puede saber mas?

Ella respiró hondo y contestó.

—Mis padres se la pasaban casi todo el día trabajando o yendo al culto, y si no lo estaban, pensaban en el trabajo o en el culto. Como mi familia había pasado problemas económicos, solo se dedicaban a trabajar porque no querían perder su estatus. Y me dejaron de lado. Hui haciéndome pasar por refugiada durante la crisis, y funcionó.

—¿Y que pasó con tus padres? ¿Se preocuparon por tu desaparición?

—Parece que ni se han molestado con mu ausencia. Conociéndolos, deben estar agradecidos que ya no tengan otra boca que alimentar.

—Okey, okey, eso sí está algo fuerte —concluyó para luego dirigirse donde una joven de pelo negro y largo, y ojos café rasgados —. Oye, recluta china, ¿qué cuentas?

Ella, con un tono calmado pero ciertamente molesto, habló.

—No me vuelvas a decir "china", soy Asama Tanai.

—Disculpa Asama... ¿por qué estás aquí?

—Porque soy refugiada y perdí a mi familia durante un ataque zombie. Quiero regresar a casa para limpiar el honor de mi familia y vengar sus muertes.

Fue breve, pero lo que dijo dio hondo en Desmond, quien inmediatamente recordó lo que había pasado con su familia. Parecía que iba a descompensarse, especialmente por la sensación que el vapor le generaba. No se dio cuenta que los hermanos Gallagher le miraban, ella discretamente, y él muy directamente, cosa que llamó la atención del joven Adams. 

—A ver Hans, ya que estás mirando a tu nov... amigo, dinos, ¿qué haces aquí?

—Porque odio la ciudad y la forma en que viven —lo dijo con una tranquilidad que varios encontraron inusitada. 

—Ok, pero, ¿por qué odias la ciudad? —preguntó Mason, a lo cual respondió con todo lujo de detalles las cosas que le incomodaban de la ciudad, incluyendo sus desencuentros, con su tono de voz monótono.

—Así fue como terminé enterrándole un lápiz en un ojo a un compañero.

—¡¿Qué?! —lo interrumpió sorprendido —. ¿Eres el joven que le echaron por reventarle el ojo a un compañero.

—Sí.

—Oh joder, ¿qué he hecho? —. Se acercó y le estrechó la mano —. Disculpa compañero, mis dieses. Bien hecho.

Si lo que contaba Hans estaba dejando bien sorprendido a todos, lo de su interlocutor fue todavía mas allá. 

—¿Por qué? —preguntó mientras le devolvía el gesto.

—Porque está bien lo que hiciste. Olvida esas tonterías de que era incorrecto o excesivo. Así es como debes tratar con gente así de abusiva. Como alguien que creció en un orfanato y se fugó, lo sé perfectamente. Es mas —. Se acercó y le apuntó a su cuerpo con las manos —. Golpéame, me lo merezco.

Hans, aunque todavía confundido, hizo lo que le pidieron, dando un golpe en la entrada del estómago. Mason se retorció de dolor en el suelo lleno de agua, a tal punto que algunos fueron a verle.

—¿Tan fuerte golpea? —preguntó una chica que se le acercó.

—No. Él sabe donde golpear —contestó mientras se ponía de pie con una sonrisa. 

Al terminar de ducharse, cuando todos iban de camino a la zona donde harían ejercicios, el joven Gallagher sintió que alguien le golpeaba suavemente el hombro con un dedo. Al darse vuelta, vio a Valentina.

—Oye, no te he dado las gracias por lo de ayer —le dijo con voz queda.

—Pues, de nada, supongo.

Ella tragó saliva antes despedirse y seguir su camino. Sophie y Desmond que estaban cerca se miraron sonriendo.

—Entre lo del chico Mason y lo de Vale, ¿qué te pareció lo mas peculiar? —preguntó su hermana.

—Que me haya pasado a mi —dijo con un tono de voz en el que estaba aguantándose la risa, cosa que no pudo hacer, soltándola y contagiándola a sus amigos.

Al reunirse todos en el patio, el instructor explicó la actividad a realizar era trotar.

—Lo harán hasta que se cansen —comentaba —. Quiero que vayan conociendo su resistencia física, y para eso van a dar vueltas alrededor del patio viendo cuánto se demoran en ir perdiendo el ritmo hasta que no puedan mas. Esto NO es una carrera, no busco que se comparen con nadie mas que consigo mismos.

Todos los reclutas comenzaron a trotar, al principio todos juntos, pero a medida que fue avanzando el tiempo, las personas se fueron dispersando mas y mas. Entre los primeros en quedarse rezagados estaba Hans, quien respiraba profundamente e intentaba sacar toda la fuerza de sus piernas, pero no le daban, viendo como los demás se iban alejando. Cuando su amigo y su hermana se dieron cuenta, ralentizaron su marcha para reunirse con él, pero el sargento les descubrió.

—¡Reclutas Péricand y Gallagher, olvídense de Hans y sigan a su ritmo, no el de él!

—Pero... —contestó ella.

—¡Es una orden o serán castigados! 

El joven volvió a ver como sus dos personas mas cercanas, a regañadientes, volvían a aumentar el ritmo y se alejaban. Pero también se percató que Valentina también había acelerado el paso. ¿Acaso ella también había intentado apoyarlo? Tampoco se percató como la mayoría de los reclutas le hacían el quite a ella y se alejaban cuando se ponían a su ritmo. 

Pasados unos diez minutos, las primeras personas comenzaron a cansarse y a pedir parar. Tenían las caras totalmente rojas, el pelo y las ropas húmedas por el sudor, y jadeaban mientras caminaban de vuelta a las barracas. Allí fue cuando comenzó a destacar Paulo Berger, quien no solo iba a la cabeza, si no que además no había bajado el ritmo en ningún momento.




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