Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

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Luego de varias semanas de entrenamiento, llegó lo que varios mas esperaban: el entrenamiento con armas de fuego. Todos se presentaron expectantes ante un patio en el que habían sido dispuestos varias de esas armas sobre distintas mesas. El instructor tomó una.

—Ah, una verdadera obra de arte —decía mientras la miraba detenidamente —. El RBM-12. ¿Quieres usarla como fusil de francotirador? Úsalo así. ¿Quieres usarlo en ráfagas para combate mas cercano? También puedes. ¿Quieres empalar a un zombie con una bayoneta o hacerlo estallar con una granada? También puedes. Ahora, ¿alguien puede decirme qué calibre se usa para esta arma?

Hans levantó la mano.

—Utiliza el 7,62 × 51 mm OTAN. 

—Correcto. Ahora, todos tomen una y pasen al campo del tiro formando filas.

Todos corrieron ordenadamente y tomaron una mas los cartuchos, dirigiéndose al lugar designado, que disponía de grandes trozos de madera con círculos concéntricos pegados a un gran montículo de tierra. Hans se hablaba a si mismo explicando como la OTAN había sido una alianza militar entre países antes de la aparición del Virus Exánime. Los primeros de cada fila se recostaron boca abajo y apuntaron a los blancos. Otros instructores también estaban allí para supervisar a cada estudiante y ver cómo se desempeñaban. El acto de disparar no fue lo que muchos esperaban. El retroceso del arma no solo hacía que el cañón saliera disparado hacia arriba, no pudiendo disparar tan seguidamente como pudieran (incluso con disparo semiautomático), si no que además el empujón que sufrían sus hombros les llegaba a doler. Algunos tuvieron que parar un momento y dejar que los que venían siguieran, pasando por prácticamente lo mismo. Todos menos Paulo Berger, quien en lugar de estar usando un fusil, estaba usando una pistola con su única mano buena, y lo cierto es que se le daba bastante bien. El único pero era que un instructor debía ayudarle a recargar.

Al terminar la práctica, varios se estaban sobándose los hombros mientras el el sargento Tyson daba sus últimas instrucciones.

—Varios tienen que mejorar. Será necesario que aprendan a apuntar y disparar bien, o si no serán expulsados.

Esta instrucción no pareció importar a nadie, y de primeras estuvo justificado, pues con el paso de las semanas todos aprendieron a apuntar y disparar con soltura, ya no solo recostado, si no también agachados y hasta de pie. Todos menos Hans, quien prácticamente no había mejorado su puntería y ritmo de disparo como sí lo habían hecho los demás.

—¡Recluta Hans! ¡¿Cómo es que no ha progresado?! —preguntó el instructor Zim.

—¡No lo sé señor!

—¡Pues hágalo o si no ya sabe! ¡Hasta la recluta zombie ya ha dominado su arma!

—¡Pues me importa un bledo lo que haya logrado ella! —. Su reacción fue seguida con lanzar el arma al suelo y alejarse de allí a zancadas. Vio una piedra en el suelo y la pateó con todas sus fuerzas.

En la noche, durante la cena, los tres estaban cenando junto a los otros reclutas, los cuales no paraban de realizar comentarios sarcásticos sobre Hans y su actitud.

—¿Cómo lo habrán criado sus padres?

—Debió ser un chico problema.

—A lo mejor es la manzana podrida de la familia. Su hermana no es como él.

Entre otras frases por el estilo, las cuales trataba de ignorar, pero le costaba mucho. Lo mas llamativo para todos, sin embargo, ocurrió cuando una tímida Valentina se acercó con su plato a la mesa donde estaban ellos.

—¿Puedo... sentarme con ustedes?

—Claro —respondió Sophie jovialmente.

Se puso la lado de Hans, mostrándose algo roja. Casi todos los reclutas miraron esto y Janira, que estaba de pie cerca de allí, fue e hizo un sonido burlesco que usaban para molestar a las parejas. Todo se unieron y mas de uno empezó a reírse. Esto hizo que Valentina empezara a llorar allí mismo. El joven Gallagher sintió como nuevamente la rabia afloraba, una rabia tan grande que se sentía muy mal si no la liberaba. Sin pensárselo, se puso de pie y fue donde la joven Gimpiert y la empujó violentamente. Ella cayó y se golpeó con una mesa desocupada y cuando estaba tirada en el suelo, el recluta fue y empezó a golpearle la cara. Cada golpe le hacía relajarse, hacía que ese suplicio que afloraba con su enojo fuera progresivamente desapareciendo. No pasó mucho tiempo para que Mason apareciera y junto a Sophie intentaran alejarlo, agarrándolo de sus brazos. Su hermana le pegó un codazo en la cabeza para que calmara.

Al terminar, Hans respiraba haciendo mucho ruido y tenía una mirada colérica. Ya mas relajado, volvió a sentarse a la mesa de la que se había ido Valentina. Mientras, Janira se ponía de pie, con moretones en distintas partes de la cara a la vez que se sobaba la espalda por donde se había golpeado al caer. Uno de los instructores apareció y se asomó por la puerta, preguntando que pasaba. Al no haber respuesta, se retiró con el ceño fruncido. 

Después de la cena, Desmond estaba junto a su amigo. Trató de ayudarle con su problema, pero dijo que no sabía como hacerlo, que disparar bien era algo intuitivo. Esto solo le hacía despotricar mas por su situación.

—¡No es justo! ¡No entiendo por qué tenemos que usar armas de calibre 7,62 × 51 mm, cuando podemos usar el RM-TA que usa el 5,56 × 45 mm, mucho mas accesible! ¡Pero no, esa gente está demasiado preocupada por la potencia de fuego por lo que leí de los apuntes! ¡Y es estúpido!

Alguien golpeó la puerta. Hans fue a abrirla, y vio a su hermana, quien tenía cara de pocos amigos.

—Sophie, ¿qué pas...? —no pudo terminar su frase, pues ella le propinó una cachetada de forma sorpresiva, tanto así que él no pudo responder. 

—¿Cuántas veces te he dicho que te controles y no estalles así? —le preguntó molesta.

—¿Acaso no tengo derecho a enojarme?

—En lugar de reclamar, enfadarte y golpear a alguien, deberías buscar ayuda para salir de esta.




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