Concluida la actividad, los soldados regresaron al cuartel donde fueron a almorzar a los casinos. Mientras comían, fueron conversando de sus experiencias. Para la mayoría había sido simplemente un trabajo mas sin nada realmente destacable, y la molestia se notaba en los tonos y caras que tenían, aunque hubo algunos que tuvieron algo que decir.
—Alcancé a ver a mis padres —decía Valentina mientras comía un trozo de carne que había cortado —. Me saludaron animadamente y eso me alegró bastante.
—Parece que ellos apoyaron tu decisión de unirse a los Rangers y volverte pionera —comentó Sophie. Ella sabía que entre los habitantes de ciudades fortalezas no era común que los padres aprobaran la idea de sus hijos de alistarse en ese grupo
—Así es, y por eso verlos allí me alegró tanto.
—A todo esto —interrumpió Paulo luego de soltar su vaso con agua y volver a comer con su servicio —. Sophie, Hans, ¿vieron a su padre? ¿Marchó con nosotros?
—Ah, no, lo que pasa es que no está aquí. Fue a una expedición para ayudar a expandir las líneas ferroviarias que vienen desde las ciudades-fortalezas del sur, y el tío de Desmond le acompañaba —contestó ella, llevándose una cucharada de arroz a la boca.
Un poco apartados estaban Janira y Claire, a los que se les unió Mason con su plato.
—¿Qué pasa Janira? ¿Llegaste a ver a tu familia en la marcha? —preguntó el último.
—Claro que sí —contestó cortante.
—¿Y cómo te sentiste?
—Indiferente.
—¿Problemas con papi? —le preguntó mordazmente, cosa que le valió un empujón que hizo que se ahogara mientras bebía agua. Después de toser fuertemente, se dirigió a Clara.
—¿Y tú, podrías contarnos mas sobre el Culto? —decía con la voz algo aguda por lo anterior.
—Bueno, si tanto lo quieres saber, según lo que podía escuchar y supe, creen que los zombies son una forma de castigo porque la humanidad estaba haciendo puras pendejadas —. Paró un momento para comer algo de su plato de arroz con carne —. ¿Castigo de qué? No lo sé, daban distintas explicaciones. Para unos era la naturaleza rebelada ante los abusos que sufría. Otros hablaban de Dios, y luego estaban lo que decían que fue fortuito. Lo que sí tienen en común es que todos creen que esto pasó por su propia complacencia e inacción para intentar corregir las cosas. ¿Sabes cómo ellos piensan corregir esa inacción?
—No.
—Siendo lo mas ricos y poderosos posible, dominando la política de las ciudades, así como el comercio. De esta forma, con todo ese poder, y como ellos están "iluminados", liderarán a la humanidad a su nuevo futuro. Y por ello, cuando pierden estatus económico y social, se sienten avergonzados.
Otros reclutas estaban escuchando esto detenidamente. Las cara de extrañeza que pusieron al terminar lo decían todo.
—¿Y de verdad se lo creen? —preguntó un recluta que venía del campo—. Pues parece bastante a las sectas que solo están allí por el dinero.
—Ojalá fuese así, pero no, se lo toman muy en serio. Mi familia me lo demostró. En sus oficios, cuando todos se reunían en un templo en este edificio central, se golpeaban en el pecho como diciendo que por su culpa la humanidad se fue a la mierda, y ahora ellos harían cosas para intentar corregir su curso de acción. Incluso sé de algunos que se azotan las espaldas en señal de penitencia.
Otro recluta que también venía de fuera dio su opinión.
—Pues por lo visto y lo que cuentas, se parecen bastante a los relatos de sociedades secretas que mi familia siempre me contaba.
—Pues debe ser la peor sociedad secreta que he visto —concluyó Clara dando un profundo sorbo a su agua.
Así varios estuvieron conversando y comiendo. La gente había bajado su molestia y ahora todo era conversaciones joviales, y hasta varios reían recordando alguna descoordinación o error pequeño. Una de las personas que llevaba un glockenspiel dijo que se le había desquilibrado y casi golpea al que tenía al lado, pero que logró regresarla a su posición y hacer como si nada hubiera pasado, aunque unos niños del público alcanzaron a verlo y se rieron de la ocurrencia, cosa que a él no molestó.
Y entonces, de forma repentina, sonó la alarma. Sonó tan fuerte y tan inesperadamente que varios se sobresaltaron, se ahogaron y tosieron. Por lo parlantes empezó a sonar una voz.
—¡Atención a todos los reclutas y soldados, presentarse al Gran Salón de inmediato! ¡Alarma Nivel 1!
Varios se miraron asustados y sorprendidos, pues sabían lo que significaba. Inminente ataque zombie.
Todos corrieron desordenadamente al lugar indicado, dejando los platos abandonados y haciendo mucho ruido. Hans tuvo muchos problemas al estar los pasillos y entradas atestadas de personas que se apretujaban queriendo avanzar, incomodándose y sintiéndose mal por su condición. No se despegó ni de su hermana ni de sus compañeros para no perderse entre la multitud.
Cuando todos se hubieron reunido, encontraron en la tarima a varios oficiales de la milicia de la ciudad. Uno de ellos llevaba un megáfono con el que daba sus instrucciones.
—Hace quince minutos, los puestos de observación al norte de aquí detectaron grandes masas de zombies avanzando hacia el sur. Tras hacer una triangulación y proyección de su viaje, se ha concluido que vienen hacia acá, a Craco.
Murmullos empezaron a correr entre la multitud.
—La evacuación de los civiles a los búnkers subterráneos ya empezó, todos ustedes vayan a prepararse y pertrecharse para combatir. Se quedarán en los cuarteles hasta que se les ordene salir. ¡Andando!
—¡Sí Señor! —respondieron todos. La multitud volvió a dispersarse e ir corriendo a los almacenes de armas y munición. Milicianos y Rangers se apilaban en las entradas de los arsenales, para luego formarse en filas torcidas para recibir fusiles y cargadores, así como los paquetes de primeros auxilios y las máscaras antigás. Seguidamente salían por los estrechos espacios que quedaban por los que entraban.