Cuando hubieron regresado al gran parque, pensaron que los francotiradores de antes seguirían arriba de los edificios. Para su sorpresa, al acercarse mas a la esquina, se dieron cuenta que se habían ido. Al pie de esta, también encontraron tres cuerpos de zombies asesinados. Empezaron a mirar por todas partes, esperando ver mas soldados, a los médicos atendiendo a los heridos o tal vez a la profesora Lamothe, pero tampoco estaban ellos. En verdad, no había nadie a la vista. Tampoco escucharon gruñidos de zombies.
No ver a nadie empezó a preocuparles. Hubo un momento en que incluso ni siquiera sonaban disparos a lo lejos, solo el viento. En ese lapsus, el ambiente les oprimió. Ver los edificios abandonados, la aparente inexistencia de otras personas en lugares donde deberían estar, la soledad que esto causaba, y el temor y los nervios inherentes a estar en un campo de batalla contra seres que podían causarte una muerte lenta, se mezclaron para formar una incómoda y hasta cierto punto horrible sensación en los presentes. Desmond fue quien mas la sufrió, empezando a sufrir una jaqueca que le hizo llevarse la mano derecha a la sien respectiva. Esta era su primera misión, y ya estaba colapsado, y parece que sus compañeros también. ¿Cómo lo iban a hacer en misiones mas grandes, mas adelante? ¿De verdad estarían preparados? ¿Por qué pensaba estas cosas ahora? ¿Acaso por fin su ansiedad le había ganado?
—¡Hey! —dijo una voz procedente de la avenida radial, en dirección al centro de la ciudad. Todos salieron de su ensimismamientos y miraron hacia esa dirección. Allí venía el pelotón de francotiradores que les habían apoyado antes —. ¿Están bien?
—Sí, creo —contestó Janira —. ¿Dónde están todos?
—Nos retiramos a una avenida concéntrica mas al interior. Todos lo hicieron. Vengan, vamos.
Mientras caminaban, les fueron explicando lo que había pasado. Debido a la primera desastrosa misión de búsqueda y destrucción, decidieron replegarse mas al centro y allí levantar defensas, para luego limpiar mas al interior.
—Así cubrimos un área menor y quedamos menos dispersos —agregó —. Ya hemos sufrido demasiadas bajas para lo que esperábamos.
Al llegar a la siguiente intersección, vieron que estaban levantando barricadas con sillas, mesas, carros y otros vehículos, incluso tachos de basura. Distintos soldados tanto de la ciudad como rangers se organizaban para acarrear estos objetos. Incluso algunos los colocaban en las entradas de los callejones que daban mas al exterior. El grupo se quedó quieto mirando en todas direcciones, todavía algo perdidos por la extraña sensación que tuvieron anteriormente, aunque ahora el ver mas compañeros de armas, los sonidos de sus pisadas y objetos moviéndose ayudaron bastante a hacerla desaparecer.
La jefa del pelotón vio un camión estacionado al otro lado de la calle. De inmediato se le ocurrió una idea. Les dijo a los suyos que la siguieran y fueron a hablar con la conductora del mismo, que estaba sentada en la acera bebiendo agua de una cantimplora.
—Buenas tardes —le Janira a la conductora —. Nos gustaría saber si pudiera trasladarnos a cierta posición.
La susodicha, que dejó de beber de mala gana y mostrando una cara molesta, contestó acorde a su humor mostrado.
—¿No pueden ustedes ir a pie?
La joven Gimpert sintió como le subía la rabia.
—No.
—Entonces mala suerte.
Desmond colocó su mano frente a Hans, anticipándose a lo que iba a hacer.
—Mira jovencita —continuó Janira —, somos los que vamos a reactivar la luz de tu gente, así que o nos llevas, o ya verás cuando le comuniquemos a tus superiores que te reusaste a cooperar.
La conductora suspiró.
—Muy bien, los llevaré, pero sólo hasta el anillo de defensa mas cercano. De allí, ustedes siguen solos.
—Hecho.
El pelotón subió a la parte de atrás del camión y se sentaron en los bancos pegados a los costados internos, mientras que la conductora encendía el vehículo y partía hacia la calle designada, que estaba varias cuadras al oeste. Durante el viaje, vieron a varios otros grupos de soldados levantar parapetos. Incluso en una notaron como algunos de ellos, atrincherados detrás de una barricada, disparaban a varios zombies que se acercaban por una avenida radial.
El grupo intentó tener una conversación durante el trayecto, pero ninguno parecía querer hablar. Lo único que se escuchó fue a Hans hablando solo.
—Odio a esos idiotas incapaces de intentar ayudar al otro. Cobarde, no quería arriesgarse aunque nuestra misión se viese comprometida.
Después de tres años con él, todos aprendieron a convivir con esa manía suya, en especial porque sabían que lo hacía cuando tenía demasiado que procesar en su cabeza.
Al llegar al cruce que buscaban, se bajaron del camión y solo Valentina y Sophie se despidieron de la conductora, quien ni siquiera les respondió. La situación del lugar no era diferente a las de los otros símiles, con el agregado de que había un ametralladora ligera apuntando hacia el exterior por sobre una barricada. El grupo avanzó hasta allí, habiendo un grupo de soldados entre los que se encontraba el superior a cargo, un sargento de los Rangers.
—Buenas señor —le dijo Janira —. Tenemos que ir a la subestación que está por allá.
—Ah claro, ustedes son el escuadrón que debe arreglarlos. Claro, pueden ir, les diré a mis soldados que les cubran.
El grupo asintió y se dirigió a la avenida, la cual terminaba pegada en la muralla. Todos sus costados estaban dominados por edificios, interrumpidos cada cierto tiempo por otras avenidas que la cruzaban perpendicularmente. Por su lado izquierdo al final sobresalían las bobinas de la subestación. Marcharon pegados a las paredes del lado derecho. Sophie iba al frente, y era ella la que se asomaba tras cada esquina para ir indicando si estaba despejado o no, mientras el resto vigilaba el otro lado aprovechando su campo de visión. Al estar a una cuadra de un objetivo, la soldado Gallagher vio a un gran grupo de zombies pululando en la calle concéntrica. Haciendo un movimiento con su puño derecho, dejándolo hacia arriba con el dorso mirando hacia atrás, la joven Gallagher le indicó a sus compañeros de su presencia sin hablar, y con ello avanzaron con paso quedo para no llamar la atención. Sin embargo, esto no sirvió pues Hans, descuidadamente, pateó una botella de vidrio que estaba en el suelo y que no había visto. Todos se sobresaltaron al escucharla misma recorrer el suelo violentamente. La miraron y luego con la mirada siguieron al responsable, el cual escondió la cabeza entre los hombros, avergonzado. Pero seguidamente miraron a su derecha y notaron como los zombies también lo habían escuchado, y comenzaron a dirigirse hacia ellos a toda velocidad.