Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

Los Momentos

Independiente del destino final de los fallecidos tras la batalla de Craco, todos fueron retirados por personas que tenían que usar trajes especiales que los aislaban de cualquier fluido que pudiera estar infectado con el virus exánime. Ningún cementerio cerca tenía la capacidad de recibir tantos cuerpos, y como tampoco querían mantenerlos mucho tiempo por temor a provocar un problema de salud pública, se optó casi de inmediato por incinerarlos. 

Se prepararon grandes piras en las afueras de la ciudad, donde ser llevaría a cabo este proceso. Algunos grupos se coordinaron para que ciertos cuerpos fueran cremados juntos. Asama, Paulo y Sophie lograron que Mason, Claire y Valentina fueran juntos. Buscaron la ayuda de Janira, pero la notaron demasiado ida, negándose a hacerlo en tales condiciones. Entendieron que a lo mejor estaba pasando por el duelo, pero no esperaban que le afectara tanto. Lo entendieron bien de Desmond y Hans, quienes se pasaron el resto de los días caminando de un lado a otro sin rumbo o sentados con la mirada fija, comiendo y bebiendo apenas. Ahora sin embargo los tres se unieron al resto de sus compañeros, formando parte de la comitiva que hacía escolta para el camión que llevaba los restos mortales de sus amigos y camaradas. 

La mayoría de las personas de la ciudad habían salido para el gran acto funerario, que se realizaba de noche. Los soldados citadinos estaban mas cerca de la ciudad, mientras que los pioneros estaban mas alejadas. Rodearon las piras de los suyos y los caminos marcados mientras los camiones avanzaban para llevar los cuerpos a a su reposo final, iluminando todo con linternas que llevaban. Estos se fueron dividiendo en las distintas desviaciones que les llevaban a su destino. Cuando llegaban, se detenían y personas con trajes aislantes iban tomando los cuerpos y los fueron colocando en las mismas, que consistían en montones de madera cubierta de paja seca, con un pequeño agujero en la parte central. Concluido esto, otra persona arrojaba aceite de buenos olores para luego una segunda la encendía con una antorcha. De a una fueron prendiendo, a medida que los trabajos fueron terminando. Grandes columnas de fuego iluminaron todo el lugar, a tal punto que volvieron inútiles las linternas en algunas zonas.

Solo los rangers y milicianos tenían derecho a estar cerca de las piras. La que tocó a Mason, Claire y Valentina estaba casi vacía, solo habiendo algunos reclutas pioneros. Mientras veían los cuerpos de sus compañeros calcinarse, cada uno intentaba sobrellevar el momento a su manera. Asama estaba callada, y movía su cuerpo de formas incómodas. Paulo se había sentado, y se estaba llevando las manos a la cabeza. No quería llorar. Recordaba la última vez que lo había hecho, hace años, y aun recordaba lo que le habían dicho. "Llorar no te va a servir de nada, no lo hagas", eran las palabras de su padre. Sophie directamente estaba llorando, y nada le importaba. Desmond también se había sentado y también lloraba, y estaba tratando de aplicar lo que le habían enseñado anteriormente. "Racionalizar el dolor", le decían. Debía intentar "domesticarlo" para que esta no le afectara de la forma en que lo estaba haciendo. Intentaba pensar en que al menos él y los demás había sobrevivido, pero esa idea solo le hacía sentirse culpable. ¿Por que se alegraba por eso? Era muy egoísta. Empezó a respirar mas fuerte y profundamente, no solo para sobreponerse a la mucosidad que tapaba su nariz, si no también para intentar cubrir el dolor de estómago y las ganas de vomitar que estaban surgiendo. 

Hans, por su parte, pasaba por un calvario similar. No sabía cómo lidiar con esto, era algo demasiado nuevo. Su madre falleció cuando era un bebé, y nunca tuvo recuerdos de ella. Al igual que su amigo, trataba de dar las gracias por haber sobrevivido junto a los demás, pero eso le hacía sentirse culpable, muy culpable. "¿Por qué Valentina tuvo que morir? No lo merecía, ella tenía mucho futuro. Mason era mucho mejor que yo en todo. Ambos eran mejor que yo en todo. Ninguno debía morir. Yo debí haber muerto en su lugar".

*

Un día antes de la graduación, se había armado una fiesta con autorización de los instructores. Hans había decidido no participar, pues estaba pasando por lo que él llamaba sus lapsus, cuando las ganas de socializar desaparecían. Desmond y Sophie decidieron acompañarlo, pero les dijo que no, que él quería estar solo, y que no quería que se perdieran la diversión y la comida solo por él. Lo comprendieron y se alejaron. Él se dispuso a caminar por toda la base, entre los barracones. Tenía su mente algo ida, tratando de asimilar que iban a graduarse, que cumpliría su sueño de ser ranger. Después de tanto, veía la luz al final del túnel que él consideraba su vida.

Y entonces, de forma repentina, sintió que una mano le tocaba por detrás. Se sobresaltó y al darse vuelta, vio a Mason y a Valentina, siendo la segunda quien le había tocado.

—¡Hey! ¿Qué hacen ustedes aquí?

—Lo mismo queremos saber de ti, Hans —contestó el primero.

—Pues, no tengo ganas de estar con gente. Cuando estoy ansioso, no me gusta estar con multitudes y con mucho ruido.

—Je, estamos casi igual. 

Al mirarlos, se dio cuenta que por alguna razón  quería estar con gente, solo que no quería estar con multitudes y bullicio. Mason le dijo que le acompañaran y él aceptó. Caminaron por los bordes mientras el sol se ocultaba y los últimos celestes del cielo daban paso al negro nocturno. Allí fue donde empezaron a conversar sobre por qué estaban allí.

—Ese orfanato era un infierno —comentaba el joven Adams —. Ninguna de las tías a cargo se preocupaba de lo que pasaba con sus niños. Para ellas, solo importaba que comiéramos, fuéramos al baño, ir a clases y que durmiésemos. ¿Las relaciones entre los diablillos de allí? Nada. Decían que "eran cosas de niños y que no eran para tanto". Puta, me pregunto qué son cosas de niños, no se cuantas veces vi que solucionábamos las cosas a golpes, con moretones y hasta sangre de por medio. Pero no te extrañes, ellas mismas tenían la culpa. Si no cumplíamos con algo, la correa, la fusta y los gritos eran viejas confiables. 




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