—¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Vienen a ayudar a Pancho? —empezó él con el interrogatorio.
—¿Eh?
—San Francisco, pues, disculpa.
—No exactamente. Nos tendieron una trampa, nos enviaron diciendo que íbamos a luchar contra zomb...
Le pegaron una cachetada que la interrumpió.
—No mientas. No intentes jugar conmigo.
—Es la verdad, nosotros...
—Eh eh, no lo olvides —le interrumpió sacando su pistola y apuntando a los prisioneros.
"Mierda", pensó ella.
—Vuelvo a preguntar, ¿qué hacen unos niñatos con armas usando el uniforme de la milicia pionera en territorio nómade?
—¡Venimos a ayudar! ¡Nos dijeron que había un ataque zombie y que debíamos ayudarl...
—¡JA JA JA! Pioneros ayudándonos, que cosa mas divertida. Eso me gusta, la comedia involuntaria.
Janira no tardó en darse cuenta que estaba jugando con ella, solo buscaba provocarla para que perdiera los estribos, pero no le daría el gustito.
—¿Por qué ustedes siempre intentan hacerse los pendejos cuando se trata de sus crímenes, que en realidad todos ustedes son egoístas? —continuó el interrogador.
En eso le encontró la razón, e intentó algo.
—Tal vez porque a los Altos Mandos les conviene una milicia bienintencionada que no cuestione la moralidad de los suyos.
"Bingo", pensó ella al ver la cara que puso su interrogador, no esperaba esa respuesta.
—¿Qué sabes tú, cría de quince años? —preguntó a la defensiva.
—Sé cosas —dijo cambiando el tono de su voz a mas presumida —, porque nos envía el comandante Villanelo Arlegui.
—¿Quién? —preguntó él con sinceridad. Esto la sorprendió. ¿No que le conocían en Oakland?
—El comandante Villanelo Arlegui, él tiene buenas relaciones aquí.
Otra risotada fue lo que se ganó.
—No me jodas, ¿de verdad vas a decir que tendría contactos con un ranger? Te lo advertí, niñata...
Apuntó su arma a las jaulas, y sus guardias también. Janira y los demás iban a gritar, pero en eso aparecieron varios soldados nómades que apuntaron sus armas al interrogador.
—¡Detente imbécil, baja tus armas! —exclamó la que iba al frente, que resultaba ser la mujer que había capturado al pelotón.
—¡¿Qué pasa?! —exclamó él defendiéndose.
—¡Son de Villanelo Arlegui, de los Húsares Sangrientos, los que nos ayudaron años atrás contra San Francisco!
Esto sorprendió a los rangers, y mas todavía al interrogador, quien empezó a bajar los brazos.
—Eso, así me gusta —dijo ella con tono sarcásticamente maternal —. Ahora, suéltalos y que digan todo lo que tengan que decir.
Los guardias abrieron las jaulas y cuando sus prisioneros salieron, les soltaron las manos. La mujer a cargo fue hacia ellos e intentó disculparse.
—Lo siento, lo siento mucho. Vengan, les daremos algo que comer —dijo para indicarles con su mano que la siguieran. Ellos, un tanto descolocados por semejante cambio de situación, les siguieron casi en piloto automático. Al salir a la zona amplia del edificio, varios de los que estaban volvieron para mirarles, ahora sorprendidos por el cambio de situación, algo que la mujer supo leer.
—Ni se les ocurra hacer algo. Si alguien les hace daño, yo personalmente lo ejecutaré —advirtió a sus compañeros de armas para luego llevarlos a una mesa en un rincón del lugar, donde los siete se sentaron, con los invitados ahora un tanto tímidos.
—There there, no se preocupen, traerán galletas y jugo prontamente. Por ahora me gustaría tener una conversación con ustedes... perdón, qué descortés de mi parte, no les dije como me llamaba. Mi nombre es Adela Rosa Neri, aunque me llaman "Adelita" o "La Coronela", como ustedes prefieran.
El grupo no reaccionaba todavía. Tras todo lo que pasaron y cómo los trataron, esto era... raro. La única que reaccionó fue Asama.
—Gracias por su apoyo Coronela, yo me llamo Asama Tanai, y me gustaría pedir un favor.
—¿De qué se trata?
—Cuando nos tomaron prisioneros, nos quitaron varias cosas personales, a mi mi arco, carcaj con flechas y mi kaiken... digo, navaja. Tienen un valor muy importante para mi, y me gustaría tenerlas de vuelta.
—Entiendo, no hay problema, ¿y tus compañeros necesitan algo mas?
Desmond pidió su cámara de vuelta, y Paulo se presentó y pidió que le devolvieran su mecanismo para su mano con discapacidad. Ella al escuchar eso se llevó las manos a la boca y le dijo que la devolverían. El resto del pelotón terminó de presentarse y no pidieron nada de vuelta. No mucho después apareció un soldado portando un plato con galletas y vasos de greda con un jarro con jugo. Ella sirvió el contenido en los vasos y los distribuyó. Ellos lo tomaron en silencio y comenzaron a beber.
—Jugo de Frutilla —comentó Hans bebiendo el contenido un poco bruscamente, para de la misma forma sacar una galleta y comerla, la cuales eran grandes, dulces y todavía calientes —. Disculpen, siempre como así cuando estoy algo ansioso.
—No te preocupes —respondió Adela —, creo que tienes el derecho de estar así por cómo te tratamos.
—Hablando de eso —dijo Janira —, necesitamos enviar un mensaje a los otros rangers y a los tuyos, que se dejen de atacar mutuamente. ¿Tienes alguna radio cerca?
—No se preocupen, yo me encargo, enviaré el mensaje inmediatamente —respondió, retirándose a otra sala, estar allí un momento y regresar —. Listo, mensaje enviado a los míos. Y fue con el plus que cualquiera que lo viole será ejecutado.
Esto de nuevo los dejó todavía mas descolocados. No sabía si era la rapidez con que había cambiado su situación o la inesperada amabilidad de la persona que estaba con ellos.
—Usted es muy amable —dijo Hans con voz monótona.
—Bueno sí, siempre he sido así.
—¿Y por qué fue tan agresiva cuando nos capturó?
Sophie se atragantó con el jugo que estaba bebiendo al escuchar esa pregunta. La cara de los demás temiendo que su compañero hubiese metido la pata hasta el fondo fue notable. Aunque para su sorpresa, la respuesta de Adela no indicaba molestia