Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

Preludio

La reprimenda que cayó sobre Asama por parte de Janira y Antonio fue tan grande que varios la oyeron, incluso por sobre el ruidero de gente de afuera que estaba manifestándose, tirando insultos y consignas para que se fueran.

—¡Ya deja de excusarte maldita sea! —decía un Antonio enfadado —. ¿Ves lo que has provocado?

—¿Y? Somos pioneros, la gente nos detesta, nos mira en menos, aunque luego les ayudemos de todas maneras.

—¡Pues mira como ellos quieren nuestra ayuda! Esas exclamaciones de que nos vayamos o entrarán a masacrarnos nos indica que realmente nos darán esa opción —contestó con tono sarcástico.

—¡Deja de dar excusas, estúpido gaijin! ¡Ustedes nos han discriminado, mirado en menos, culpabilizado de cualquier mierda, vistos como objetos sexuales toda nuestra puta estancia en este país! ¡Y ahora que uno se defiende, ¿se ponen a llorar?!

—¡Eso no fue defensa Asama, eso fue racismo!

—Pues según parece, tengo todo el derecho del mundo de ser racista con los que son racistas conmigo.

No sabían como responderle, no porque le encontraran razón, si no porque se notaba que estaba bloqueada, incapaz de escuchar. Ese último comentario les demostró eso.

—Estás equivocada —dijo calmadamente Waris que estaba allí —. Nada justifica el racismo, nada. ¿Quieres defenderte? Diles que paren y ya. Insultarlos por su color de piel es algo muy bajo de tu parte, porque estoy segura de que sabes como les decían a ustedes.

Pieles amarillas —contestó ella.

En eso entró Mille Collines desde atrás, pues venía de una reunión de emergencia tratando de dar una explicación del incidente.

—Fue una suerte que decidieran desplegar algunos milicianos para cubrir las entradas —dijo al llegar —, si no el interior de estas casas ya serían una carnicería.

—¿Son confiables? —preguntó Antonio.

—Quien sabe —. Se encogió de hombros —. ¿Qué tal ha ido con Asama?

El oficial Magon movió su cabeza en señal de negación.

—Entiendo —. Se giró y llamó a alguien —. Hey, Fusako, ¿podrías venir? 

Apareció en el lugar una miembro de Vengeur con su uniforme de camisa blanca y pantalones café. Allí notaron que tenía los mismos rasgos que la joven Tanai.

—Asama, ¿te gustaría hablar con ella? —le preguntó —. Creo que ella podría entenderte mas. 

Ambas se quedaron mirando una a la otra en silencio, hasta que la primera caminó hacia la segunda para después juntas irse al segundo piso.

—Los japoneses suelen ser de las comunidades mas cerradas, y no gustan de abrirse mucho a otras —decía Mille —. Mi zelota Fusako me lo explicó, por eso pensé que a lo mejor ella podría ayudarle a entrar en razón.

Mientras, afuera seguía la gente protestando. Alcanzaron a escuchar algunos gritos.

—¡Fuera fascistas, muerte a ellos!

Mille soltó una pequeña risa al escuchar eso.

—¿Qué pasa? —preguntó Hans al notarlo.

—¿Saben ustedes lo que el fascismo?

—Pues sí, nos lo enseñaron en clase. Es o era una ideología que ponía el foco en las antiguas naciones y sus creencias antiguas, discriminando y directamente matando a quienes se salieran de ella. Sus dos líderes mas importantes fueron Hitler en Alemania y Mussolini e Italia, aunque hubieron varios otros.

Otro silencio siguió a la explicación.

—¿Y nada mas? —preguntó Mille.

—A grandes rasgos nada mas —le contestó levantando los hombros. 

—Ese es el problema. Algunas comunidades han olvidado lo que el fascismo significaba para varios antes de la pandemia, pero parece que West Oakland aun lo recuerda bien. Antifascistas les llamaban, nombre poco original pero autoexplicativo.

—¿Tanto la odiaban?

—Supervivencia. La gente que la enarbolaba estaba dispuesta en dejar a grupos como los afrodescendientes como gente de segunda o directamente matarlos. Su respuesta era y es una forma de defenderse.

—Pero entonces, ¿por qué nos dicen eso? Nosotros no pensamos así, ni hemos hecho nada mal...

—Ay Hansito —le interrumpió Janira. Ella había atado los cabos —. ¿Tengo que recordarte las cosas malas que han hecho los rangers a varias comunidades nómades?

—¿Y? Nunca lo han hecho por verlos como inferiores, solo porque sus ideas eran peligrosas según lo que me contaste.

—¿Estás intentando arreglar la situación, o cagarla todavía mas?

Pero no tuvo tiempo para responderle, porque justo en ese momento bajó Asama, y por la cara, parecía muy molesta. Paulo miró a la joven Gimpert, y solo con el intercambio de miradas lo entendió. Ella indicó a su grupo que la siguiera, incluyendo a su francotiradora, y los llevó al patio trasero, donde en ese momento no había nadie. Se sentaron en círculos en plena noche, con apenas una vela encendida en una mesa cercana, y allí intentaron conversar.

—Muy bien —dijo el soldado Berger —. Ya que estamos aquí, solo nosotros, cuéntanos Asama.

—¿Qué cosa? —preguntó ella.

—Parte por lo que pasó arriba con Fusako.

—Ah. No me quiero volver a juntar con ella. Es una idiota, le lavaron el cerebro.

—¿Por qué? ¿A qué te refieres?

—Terminamos hablando sobre lo que fue el Imperio de Japón, ¡y no paraba de decir las mentiras que los gaijin dicen! Que si masacramos ciudades completas, que si hicimos experimentos humanos, que si matábamos de hambre a la población de los territorios ocupados, ¡todas son mentiras, exageraciones!

—¿Entonces qué pasó en realidad? —preguntó intrigado Hans.

—No era un imperio, era una alianza que buscaba evitar la expansión del imperialismo estadounidense y europeo en Asia. Nosotros solo lo hicimos para ayudar a nuestros vecinos, pues casi todos habían sido conquistados menos nosotros. Y pretenden manchar ese legado con tales mentiras para desacreditar un legítimo acto de defensa. Por eso me molesta tanto que me traten mal y luego me reprendan a mi por responder, como que han intentado eliminar nuestra capacidad de defendernos desde siempre.




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