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Ambientación: En un claro del bosque cercano a la cabaña, Kuro está ayudando a Arturo a cortar algunos árboles para obtener leña. La atmósfera es tranquila, con el canto de los pájaros y el suave crujido de las ramas al ser cortadas.
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"Tres meses han pasado desde que Arturo y Antonella acogieron a Kuro en su hogar. Durante este tiempo, los ancianos han cuidado de él con dedicación, asegurándose de que sus heridas sanen adecuadamente. Kuro, por su parte, ha estado aprendiendo sobre el comportamiento y las costumbres humanas, esforzándose por adaptarse y pasar desapercibido entre la gente. Aunque sus heridas han mejorado considerablemente, aún no se han cerrado por completo, lo que lo obliga a seguir usando vendas.
A pesar de esto, Kuro se ha mostrado dispuesto a ayudar a los amables ancianos en diversas tareas alrededor de la casa. La recuperación rápida de Kuro ha dejado a Arturo y Antonella asombrados; para ellos, es como si un milagro estuviera ocurriendo. Se preguntan qué es lo que impulsa a este joven tan especial a mantenerse de pie y sanar a una velocidad casi mágica."
—Kuro, con un suspiro de cansancio, levantó el hacha y la dejó caer con fuerza sobre un tronco, partiéndolo en dos—. -Pensaba que sería más fácil... —comentó con una risa fatigada. Recogió los dos trozos de madera y los arrojó a una pila de leña, compuesta por más de nueve árboles cortados en pedazos—. -¿Cree que con esto sea suficiente, señor Arturo? —preguntó, con la voz llena de esperanza mientras observaba el trabajo terminado—.
—El campesino se acercó, sonriendo, y le dio una palmadita en la espalda—. -Esto es más que suficiente, Kuro. Te lo agradezco mucho. Esto lo haría yo, pero... como puedes ver, ahora no soy mas que un viejo inútil —bromeó, dejando escapar una pequeña risa—.
—Kuro, respondiendo a la broma, sonrió—. -Usted no es ningún viejo inútil... Sin usted, tal vez yo no estaría aquí. Probablemente estaría muerto en el bosque... Usted me salvó la vida. Nunca podré agradecerle lo suficiente por lo que hizo por mí...
—El campesino se emocionó al escuchar las palabras de Kuro, y de sus ojos salía una ligera lagrima discreta que rápidamente se secó—. -Con todo lo que nos has ayudado, creo que nos has pagado de sobra... —Se limpió los ojos y, notando el tono solemne del momento, decidió cambiar de tema—. -Bueno, eso no importa ahora. Es mejor que volvamos a casa, Antonella ya debería tener lista la cena.
—Kuro asintió, reconociendo la verdad en sus palabras—. -Tiene razón... Se está haciendo tarde. Es mejor volver a la cabaña.... ¡Además me muero de hambre!
Kuro comenzó a recoger los pedazos de madera esparcidos por el suelo, acumulándolos uno por uno en un trineo improvisado. Sus manos temblaban ligeramente debido al esfuerzo y el cansancio acumulado. Una vez que todos los troncos estuvieron cargados, se detuvo un momento, respirando con dificultad, mientras contemplaba la tarea que aún quedaba por hacer.
—Kuro suspiró, dejando caer los hombros con resignación— -Ay, no puede ser... ahora toca la parte más difícil... —Murmuró, mientras tomaba la cuerda atada al frente del trineo, sus dedos apretando con firmeza el áspero material—.
—Arturo estaba observándolo con una sonrisa cálida y comprensiva— -Tú puedes, muchacho, ánimo. —Dijo, caminando a su lado con pasos lentos, acompañándolo en la ardua tarea de regresar a la cabaña—.
—Kuro tomó una profunda bocanada de aire, preparándose mentalmente. Con un fuerte tirón, comenzó a arrastrar el trineo cargado. Sus pies se hundían en el suelo con cada paso, y una expresión de esfuerzo intenso se dibujó en su rostro— "Ay... Mhpmmm..." —Gruñó, forzando cada músculo para mover el pesado cargamento. Su respiración se volvió rápida y pesada, pero no se detuvo hasta llegar a la parte trasera de la cabaña, donde dejó caer el trineo con un suspiro de alivio—. -Lo logré... —Rio entrecortadamente, sudando y respirando con dificultad—.
—Arturo aplaudió, su voz llena de orgullo— -¡Eso, Kuro! Sabía que lo lograrías, muchacho...
Pero antes de que Arturo pudiera terminar su elogio, un ruido proveniente del otro lado de la cabaña captó su atención. Una mezcla de voces alteradas resonaba en el aire. Ambos hombres intercambiaron una mirada preocupada antes de apresurarse a ver qué sucedía. Al girar la esquina de la cabaña, vieron a Antonella en una acalorada discusión con tres hombres vestidos con trajes oscuros, sus brazos eran completamente robóticos, dos de ellos llevaban el rostro completamente cubierto con una máscara oscura como un robot. claramente fuera de lugar en el entorno rústico.