La música suena a todo volumen. Su boca está ocupada. Víctor saborea el coctel en los labios de Yuuri y se retuerce cuando las manos de él se posan sobre sus caderas y lo aprieta contra su cuerpo. Gime. No se separa de su boca.
No quiere estar en otro lugar.
Es quizás la última vez que podrá tenerlo así. Es quizás la última oportunidad para mostrarle cuando lo ama desde que Yuuri se ofreció a sí mismo a enseñarle a manejar el idioma en el país extranjero y las clases de física y matemática. Víctor pensó que no podría estar más enojado del mundo cuando sus padres decidieron salir de su país y alojarlo en Japón, pero Yuuri llegó para cambiar toda perspectiva. Y él se gradúa, él se va. Se irá de la universidad, se irá de la ciudad, regresará con sus padres y Víctor sabe que no puede hacer nada para evitarlo.
Eso no quiere decir que se va a negar a este último suspiro. Su mano viaja por la camisa sudada de Yuuri, quien resultó ser un bailarín imparable y está bañada por el sudor de su piel. Yuuri murmura algo mientras acaricia su espalda, de arriba a abajo, arrojando corrientes en toda su piel hasta que siente que la sangre desciende y lo deja mareado. Yuuri es alto, él es un poco más alto, pero las manos de Yuuri lo tiene desarmado y bien podría arrodillarse frente a él.
Yuuri intenta decir algo. Víctor tiene miedo de cortar el hechizo y lo calla con otro beso. Hay un murmullo feliz en el fondo de su garganta y de repente se encuentra empujado contra la pared, con el cuerpo de Yuuri caliente y sudado sobre el suyo. Siente a Yuuri tentar algo detrás de él, Víctor se aferra a sus hombros, su cuello, su nuca. Jala los vellos suaves, el nacimiento de su cabello allí y lo empuja contra su boca, ansioso de besar aún si a veces choca con sus dientes y lentes.
Ríe. Yuuri ríe también cuando casi los lentes caen y deben detenerse.
—¡Vitya! —ríe contra su oreja y luego mordisquea, besa, Víctor siente sus rodillas flaquear y está seguro de que ha perdido altura—. Calma… necesito abrir la puerta.
—¿Qué puerta?
—La que está detrás de ti… —Yuuri calla. Víctor siente miedo de que empiece a dudar—. Estás seguro de que…
—Sí, seguro. Quiero hacerlo contigo.
La puerta se abre. Yuuri empuja su cuerpo dentro de la habitación a oscura y cierra detrás de él sin mirar atrás. Víctor está erizado. Su camisa blanca está hecha un desastre, su pecho descubierto por los botones que saltaron cuando Yuuri empezó a
intentar desvestirlo. Su boca hinchada por los besos. Yuuri no se ve mejor: su porte siempre correcto está destrozado. Su cabello despeinado y el gel ya no puede hacer nada para cubrir el paso de sus dedos por el pelo negro de Yuuri. Sus lentes están doblados, su boca hinchada, una mordida que le recuerda a Víctor el sabor de su sangre.
Su sexo palpita. Víctor se atraganta cuando Yuuri vuelve a atraparlo en sus brazos y él se ve empujado contra una mesa. Cae unos libros, no tiene idea de que sea, solo que sus piernas envuelven la cintura de Yuuri y se empuja contra él.
Está enamorado, lo ama. Desde que empezó a esperar sus clases en la tarde, desde que entendió la paciencia de Yuuri, desde que comenzó a soñar con esa sonrisa y sus ojos apenados bajando. Lo ama. Víctor sabe que ha sido tímido, toda la gallardía murió estando con él, intentando acercarse y hacerle ver lo que sentía. Nada podía hacerlo más feliz que verlo en las tardes, repasar sus clases de idioma, repasar las tareas de física y matemática con él.
Ahora, lo tiene así. Víctor mira el techo oscuro y apenas es capaz de ver la sombra que se crea con la luz de la ventana mientras los besos de Yuuri bajan y bajan. Toma su cuello, besa sus clavículas, lo hace saltar cuando sus manos se mueven nerviosas contra el cierre de su pantalón y al no poder abrirlo, se aprietan sobre el bulto protegido por la tela. Víctor gime alto, mueve su cadera hacía esa palma buscando su propia liberación. Yuuri resopla contra su cuello, luego besa, besa.
Ay, anhela tanto.
Víctor no puede mantener sus manos quietas y termina desabotonando los botones de la camisa celeste de Yuuri. Yuuri deja de besarle el cuello para darle espacio, pero su mano sigue allí, en el centro de su consciencia, acariciando y frotando hasta provocar que Víctor olvide todo el alfabeto. Cierra los ojos y gime, mientras sus manos se sostienen de sus hombros.
Suspira.
Se siete maravilloso. Yuuri ayuda hasta que la camisa queda atascada en los puños de sus muñecas. Ambos ríen, Víctor se encuentra fascinado por la manera en que Yuuri se ve, expuesto, sudado, enrojecido seguro más allá del pecho, con sus ojos oscuros mirándolo a él. Se graba esa risa mientras dejan de luchar con la camisa que no quiere soltarse de sus muñecas y se abrazan de nuevo. Víctor apretado contra su cuerpo, Yuuri envolviéndolo con las mangas de su camisa sin que puedan detenerse, ahora el tacto de piel estropeado por ambas telas. Gime.
—Espera… espera. Quiero tocarte bien —murmura Yuuri.
Víctor se deja caer contra la mesa mientras mira a Yuuri pelea con los botones de los puños de su camisa hasta desatarlos. Ríe, y él aprovecha para quitarse todo: camisa blanca, el cinturón, su pantalón oscuro. Deja que caiga todo y agradece que en Japón sea común dejar los zapatos en la entrada, no tiene que preocuparse para sacar su pantalón y se queda solo en bóxer y calcetines.
Entonces, Yuuri lo mira como si viera algo maravilloso. Víctor no es un hombre corpulento (está luchando con bebidas proteicas para aumentar su masa muscular, más admite que el cambio de país lo afectó en ese sentido). Lo que antes era una inseguridad se convierte en agua cuando ve a Yuuri mirarlo como si tuviera el cuerpo de un luchador. Y él… maldita sea, quiere apretar y besar la suave lonjita que Yuuri escondió tras la camisa.
Por eso vuelve. Vuelve. Yuuri da pasos hacia atrás cuando Víctor lo abraza de nuevo, envolviéndose por completo sobre él. Caen en una cama desordenada. No tienen idea de quién es, no importa ahora, pero Yuuri se deja caer de espalda a ella cuando
Víctor se sube encima. Su ropa interior ya está húmeda por la fricción. Víctor también se siente ansioso porque necesita más, anhela más de él, de todo lo que pueda tener esa noche.