Un Acto Casi Nada Infantil

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— Es demasiado simple lo que busco: Que sean capaces de asesinar, es decir, con la fuerza, edad y salud necesarias para llevar a cabo dichos actos; que tengan relación con las Facultades de Medicina y Lenguas. Todos los estudiantes o jóvenes con la edad para entrar a la universidad deben ser entrevistados.

        Nunca he sido buena para hablar frente al público, demasiadas miradas y cerebros atentos a lo que digo y hago. Mi mente desvaría pensando en lo que sucede en cada una de las personas que están frente a mí. Por costumbre mi mente fija su atención en los detalles, los que serán analizados para obtener diversos resultados.

        Por suerte, después de ello, el agente Ramos y yo nos dirigimos a entrevistar al único sospechoso que radica fuera del área que el equipo de investigación denominó “zona de caza”.

        Mientras el agente Ramos conducía, me dispuse a informarle los puntos básicos sobre el sospechoso. Fui diciendo cada uno de los puntos importantes:

        — Kevin Sánchez Rojas. Veintidós años, soltero. Trabaja en una compañía refresquera en la cual tiene el puesto de supervisor de rutas.

        >> Vivió en la “zona de caza” durante dos años aproximadamente, se mudó hace cuatro meses. Su anterior empleo era conserje en la Facultad de Lenguas, el cual dejó al mudarse.

        — ¿Su familia?

        — Su madre murió hace siete años, su padre es mecánico. Hace cuatro años que no viven juntos y no tiene hermanos. La relación con el resto de la familia es distante.

        >> Le gustan las fiestas, pasar tiempo con sus amigos, dos principalmente: Luis y Damián.  Viajaba a la playa en compañía de sus amigos, hace cuatro años que ya no lo hace. Disfruta del cine, los videojuegos y le gusta mantenerse en forma.

        — ¿Tiene antecedentes?- preguntó de nuevo, sin mirarme, interrumpiendo mi informe.

        — Ninguno, aunque si tiene unas cuantas deudas.

        >> Al menos, todo parece normal. Un joven que se independiza y se enfrenta a la vida. Pero ya veremos si lo es realmente- puntualice.

 

Encontramos en casa al joven Kevin, de abdomen fuerte, pero flaco, nada sorprendente. Era obvio que se ejercitaba, pero lo hace para mantenerse.

        Nos invitó a pasar a lo que podría denominar un departamento de “soltero”, aunque me ha tocado ver peores.

        El olor a cerveza, cigarro y pizza me mareo, mi estómago no estaba preparado para enfrentarse ante algo semejante. Tomamos asiento en su sala-comedor-cocina.

        Kevin mide un metro sesenta aproximadamente, de un tono de piel lechoso, cabello marrón y ojos cafés. No hay contraste en su físico, a excepción de los labios, son de un rosado intenso, lo cual hace que se vean demasiado gruesos.

        Sus prendas, que a pesar de llevar camisa y pantalón negro con zapatos, parecen lucir desacorde con él. Estoy segura que se siente más cómodo usando pantalón de mezclilla, una playera con alguna imagen de moda y tenis.

        — Ojalá que esto no sea tardado, debo ir al trabajo- dijo Kevin. Su voz aguda, casi infantil, me sorprendió, esperaba algo más varonil.

        — Sólo serán unas preguntas- respondió el agente Ramos.

        — ¿Sobre qué?

        — Los homicidios de los niños.

        Sorpresa, angustia, miedo e intriga, su rostro marcó cada una de esas sensaciones. La segunda es la que permaneció. Su voz seguía pareciéndome rara, ¿consumirá algo?

        — Le juró que no sé nada, sólo lo que las noticias informan- sorprendentemente su voz se hizo más aguda. No hay duda, esa es su voz.

        — Usted vivía en otro lado, ¿dónde?

        — En una pequeña casa, la rentaba… con otro amigo, entre ambos…

        — Dirección- gruño el agente Ramos.

        — Calle Los Laureles número quinientos veinte- había un ligero temblor en sus manos, pero estoy segura que se debe a la imponente figura del agente Ramos.

        — ¿Cómo se llama su amigo?- pregunté.

        — Lucrecio Amado… no recuerdo lo demás.

        — ¿Cómo era su relación con él?

        — Nos conocimos en el último año de bachillerato, forjamos amistad en ese tiempo, pero Amador, así le decíamos, siempre fue más frío, solitario y cerrado.

        Kevin se relajó conforme las preguntas seguían, estoy seguro que él no encontraba relación alguna con los homicidios, pero eso parecía ser satisfactorio para él. Sin embargo, Kevin evitaba lo mayor posible el contacto visual con el agente Ramos. Hasta Jordi lo hace.

        — ¿Por qué se mudó?- le preguntó el agente Ramos.

        — La renta subiría, el trabajo que tenía no me daría lo necesario para vivir.

        — ¿Y Lucrecio?

        — No podía pagar la renta solo, dos chicos sin estudios contra el mundo- rio al recordar.



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En el texto hay: asesinatos, crimen, detective

Editado: 22.03.2020

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