Un Acto Casi Nada Infantil

13

Esperamos a que alguien nos abriera, pero no percibí ruido alguno dentro de la casa, ni siquiera el de algún canino.

        Llame una segunda vez, el timbre sonó, fue el único ruido que hubo por unos cuantos minutos. Después, capte el sonido de pasos. Abrieron la puerta, dejándose ver una mujer de tez morena, delgada y en pijama. La chica tiene veintiún años, pero aparenta verse mayor, como de unos cuatro o cinco años más; tiene la expresión cansada con grandes ojeras y el pelo café con luces todo desarreglado.

        — Buen día, soy Karla Estrada, reportera del Alarma- empecé a improvisar, mi amigo me miro con el ceño fruncido un segundo, luego siguió mirando a la mujer.

        — ¿Qué quiere?- preguntó irritada la chica, a quien reconocí como nuestra sospechosa.

        — Estoy recabando información para mi libro sobre todo este asunto de los homicidios de los dos infantes.

        — ¿Y?

        — Estoy ofreciendo dinero a cambio de información.

        Natalia pareció interesarse, así como a la vez avergonzada por las prendas que lleva: una playera blanca, un short azul y sandalias.

        — Así como también dando crédito a todo aquel que pueda otorgarme información útil.

        —Y… ¿de cuánto estamos hablando?- preguntó Natalia mientras trataba de arreglarse el cabello lo más disimuladamente posible.

        — No lo sé, eso depende de la información. Por lo menos estoy dando cien pesos en recompensa por el tiempo y las molestias que pueda causarle.

        Natalia parecía dudosa, aunque supuse que una parte de ella deseaba ser partícipe de algo importante, aunque fuese de algo desagradable como un homicidio.

        — No es necesario que su nombre aparezca en mi libro si usted no lo desea.

        — No, ese no me… bueno… la verdad es que… preferiría evitarme problemas, ya sabe cómo son los vecinos.

        — La entiendo, yo tenía unos iguales, por eso termine por mudarme.

        — Hay días en que no los soporto- siguió quejándose Natalia.

        — Dan ganas de darles un poco de su propia medicina, ¿verdad?

        — Yo diría que un mucho- ambas reímos.

        De pronto una brisa hizo que mi amigo y Natalia se estremecieran, por lo que nos invitó a pasar. Atravesamos un pequeño patio de piedra, luego entramos a la casa, lo cual provocó múltiples disculpas por el desorden, lo que conllevo a que le respondiera “no se preocupe, yo entiendo”.

        Natalia nos condujo hasta su sala, donde hay sillas en vez de sofás, sin ninguna mesa de centro y con una sola ventana, que en estos momentos está cerrada.

        Tomamos asiento y luego, nuestra anfitriona, nos ofreció algo para beber o algún bocadillo, pero reclinamos sus ofertas.

        — ¿Le parece si comenzamos?- pregunté con una falsa sonrisa y con voz aguda para ocultar mi ansiedad.

        — Si usted quiere.

        — Perfecto. ¿Conoció a los padres de las víctimas o a las víctimas mismas?

        — No… creo que no- respondió insegura y asombrada por lo directo de mi pregunta—. Espere, sí, conocí a uno de ellos, pero solo de vista.

        — Entiendo. ¿No vio nada sospechoso durante los días en los que ocurrió la tragedia?

        — Yo no, pero una amiga sí, dice que vio a uno de sus vecinos sacar muchas bolsas negras- susurró y fijo su mirada en la ventana. Fingí acomodarme el pelo para poder soltar una pequeña risa.

        — Interesante. ¿Es la primera vez que ese vecino de su amiga se comporta de esa… manera?

        — La verdad no lo sé, pero mi amiga le tiene miedo.

        Me gire hacia mi amigo, quien me miraba extrañamente y le dije:

        — No olvides tomar nota- y le entregue un pluma. Sacó mi libreta después de buscarla de entre todas las bolsas que hoy viste su persona—. Es que es nuevo- me justifique ante Natalia. Mire de reojo a Jordi, que me lanzó una mirada asesina.

        — Te entiendo- se dirigió a Jordi—, yo nunca sé cómo controlar mis nervios al empezar un trabajo nuevo.

        — Sí, sí- se limitó a responder mi amigo.

        — Tengo una pregunta interesante que les hago a todos los que acceden a la entrevista.

        — Aja.

        — ¿Cómo afecta este hecho en su vida diaria?

        Natalia parecía segura de contestar, pero al final cerró la boca y miro sus sandalias. Se movió en su silla y evito el contacto directo conmigo o con Jordi.

        — Creo… que… sería la inseguridad, o sea, más de la que de por sí ya había- respondió sin mirarnos.

        — ¿Tiene hijos o pareja?

        — Tenía pareja- esta vez me miró, había tristeza en sus ojos al responderme.

        — Perfecto, debo agradecerle, ha sido de gran ayuda.



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En el texto hay: asesinatos, crimen, detective

Editado: 22.03.2020

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