Helen
La sombra de Eva"
El primer día de clase siempre tiene esa vibra extraña, como si todos fuéramos piezas de un rompecabezas que, aún sin encajar, nos obligan a estar en el mismo lugar. No me sorprendería si me dijeran que los días de universidad se vuelven más fáciles con el tiempo. Pero, hasta ahora, sigo sintiendo esa presión constante de demostrar que no estoy aquí por accidente.
Hoy, me encuentro sentada en la última fila de la sala de clases, mirando el techo mientras la profesora Eva comienza a distribuir las lecturas. No la había visto desde aquel encuentro en la calle, pero el aire entre nosotros dos se siente cargado, como si hubiera una competencia invisible que, aunque no me interesa, parece que ella no puede evitar seguir alimentando. La veo caminar con esa seguridad que siempre tuvo, esa postura erguida, esa mirada que hace que todos a su alrededor se sientan pequeños, menos seguros. Como si ella tuviera el control de todo el espacio.
No sé qué me molesta más: la forma en que se proyecta o lo mucho que me recuerda a la persona que solía ser.
—Buenos días, clase —dice Eva, su voz autoritaria llenando el aula. Nadie se atreve a hablar, todos sabemos que sus palabras son las que dominan este lugar. Y, de alguna manera, siento que ese control también me está siendo impuesto, aunque, por dentro, ya no me afecta como antes.
Mientras distribuye las lecturas, me hace un gesto para que me acerque a su escritorio. No espero nada bueno, pero voy. A pesar de que ya no soy la mujer que alguna vez temió sus palabras, hay algo en su mirada que todavía me hace sentir que el enfrentamiento será inevitable.
—Helen —comienza, su tono frío y calculador—. No quiero que te sientas incómoda, pero tus resultados en los exámenes anteriores no fueron precisamente brillantes. La literatura no es para todos, ya sabes.
Me siento frente a ella, sin perder la compostura. En su mente, probablemente crea que está dando una lección, pero sé que esto es más sobre ella que sobre mí.
—Lo entiendo perfectamente, Eva —respondo, sin titubear—. La literatura puede ser difícil, pero no es el examen lo que me define. Es el proceso, las preguntas que surgen de los textos, las respuestas que me obligan a darme a mí misma. Tal vez eso sea algo que aún no puedas ver.
Una leve sonrisa juega en sus labios, como si creyera que acabo de cometer un error. Pero me mantengo firme, y sé que esto, de alguna manera, la desconcierta. Nunca pensé que la educación, algo que antes me intimidaba, se convertiría en un campo de batalla entre ella y yo. Pero aquí estamos, jugando un juego que solo una de las dos puede ganar.
La clase comienza, y ella inicia con un tema que sé que está diseñado para ponerme a prueba. Un texto de Faulkner, ese autor que siempre logra dividir las opiniones. Eva lanza una pregunta al aire, mirando a todos con su mirada desafiante, buscando a alguien que se atreva a responder, y aunque todos saben que cualquier respuesta mediocre será destrozada por su crítica, me siento como si no tuviera más opción que hablar.
—Helen —dice, como si ya supiera lo que va a pasar—, ¿cómo interpretas el conflicto de identidad en “Mientras agonizo”?
El silencio se hace pesado. La mayoría de los estudiantes esperan a que alguien se atreva a hablar, pero todos sabemos que Eva no tiene paciencia para respuestas vagas. Mi pulso se acelera un poco, pero me concentro. Las palabras salen solas, y mi voz resuena con más seguridad de lo que yo misma esperaba.
—El conflicto de identidad en Faulkner no solo se reduce a un tema individual; es un reflejo de la descomposición social y personal. Darl, el personaje que representa esa lucha interna, es también un espejo de la impotencia del ser humano ante un entorno que le impone roles que no puede ni quiere aceptar. Lo interesante aquí es cómo Faulkner utiliza el monólogo interior para mostrarnos que la identidad nunca es algo estático; es, más bien, una construcción que se deshace y rehace continuamente.
Eva no dice nada de inmediato. Todos los ojos están sobre mí, esperando su reacción. Sé que mi respuesta fue sólida, pero no espero que eso cambie nada. Eva no va a rendirse tan fácilmente.
—Hmm —murmura, y por un segundo, parece desconcertada—. Es una respuesta interesante, Helen. Pero sigues perdiéndote en las generalidades. La literatura no se trata solo de teorías bonitas. Se trata de ver más allá de lo evidente. ¿Qué piensas sobre la falta de conciencia de Darl sobre su propia descomposición?
Es una provocación, lo sé. Pero sé lo que está tratando de hacer. Quiere que me atrape en una respuesta filosófica complicada que me haga parecer menos segura de lo que soy. Pero no lo lograría.
—Darl está tan inmerso en su propio sufrimiento que su descomposición no es algo que pueda ver. Pero esa incapacidad para entender su entorno refleja, precisamente, cómo la sociedad no permite que sus individuos se entiendan a sí mismos. No es un fallo de él, es un fallo de la estructura que lo oprime. Y Faulkner nos lo muestra de una forma tan desgarradora, que nos obliga a cuestionar nuestra propia conciencia de lo que nos rodea.
Eva me observa en silencio, y durante un segundo, creo que está buscando un fallo. Algo que me haga titubear, algo que le dé la victoria. Pero no lo encuentra. Porque he aprendido a hablar de la literatura desde mi propia verdad, no desde lo que otros esperan.
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Editado: 09.02.2025