Un amor eterno

(capítulo seis)

Aria (⁠◕⁠ᴗ⁠◕⁠✿⁠)

Entramos a la biblioteca y, tras registrarnos, nos dirigimos a las estanterías para buscar libros. Después de revisar varias secciones, no podía creer lo que veía: era el primer libro de dark romance que había leído. No sabía que estaba disponible en formato físico, así que dejé el libro que tenía en las manos y, sin pensarlo, tomé el que realmente me interesaba. Justo en ese momento, se acercó una joven de mi edad, lo cual me pareció un poco extraño.

—¿Aquí está... lo tomarás? —preguntó.

—Oh, no. Solo lo estaba mirando —respondí.

—Qué bien. La verdad es que me lo recomendaron mucho y me da mucha curiosidad leerlo. Por cierto, mucho gusto, soy Alejandra —dijo ella.

—Mucho gusto, yo soy Aria. Te lo recomiendo mucho. Este es el primer libro que leí de este género y, te confieso, se ha vuelto uno de mis favoritos —comenté mientras estrechaba su mano.

—¿En serio? ¿Cuánto me lo recomiendas?

—Cien por ciento. Por algo es mi libro favorito —aseguré.

—Muy bien. Entonces, bye. Mmm, gusto en conocerte —dijo Alejandra, aparentemente nerviosa, antes de marcharse.

Noté que la chica se puso algo nerviosa y luego se fue, pero supuse que tenía algo que hacer hasta que...

—¿Con que tu libro favorito, eh? —dijo una voz familiar.

No podía creer lo que estaba sucediendo. Yo, que me creía tan poética con el libro que le mencioné, ahora resultaba que alguien escuchó que me gusta el dark romance. ¿Qué pensará ahora?

—Bueno, pues... también me gusta ese tipo de género, pero aquí lo importante es... ¿estabas espiándonos? —respondí con sorpresa.

—No del todo. Solo logré escuchar un poco —dijo con una expresión angelical—. Ah, y también encontré el libro que sí buscábamos de Erich Fromm.

—Qué bien... entonces, ¡leamos! —propuse.

—Perfecto.

Pasaron las horas y pude ver a Ángel mirándome de vez en cuando. No mentiré, me alegraba ver que me miraba. Aunque ya me dolía la cabeza de tanto estudiar, no era tan malo porque él también estaba allí.

—Creo que ya es suficiente por hoy —dijo Ángel mientras enderezaba su postura.

—Opino lo mismo —coincidí, imitando su gesto.

Nos dirigimos a la repisa donde encontré el libro. Estaba bastante desorganizada y con poca luz, lo que dificultaba la visibilidad.

—Bueno, creo que con esto terminamos nuestra inves...

—¡Ángel, cuidado! —grité al ver cómo Ángel se tropezaba con una pila de libros y caía al suelo—. ¿Ángel, estás bien? —pregunté, arrodillándome junto a él y apartando el cabello que le cubría la cara. Que guapo es, pero concentrémonos en lo importante. Tenía una pequeña herida en la frente, la cual sangraba un poco—. Ufff, vamos a la enfermería para que te miren esa herida y no se te infecte. Esto está muy sucio.

—¿No crees que ya he hecho el ridículo suficiente como para ir ahora a la enfermería por un pequeño corte? —se lamentó.

No pude evitar sonreír al verlo sentado en el suelo, escondiendo su cara entre las piernas.

—Por favor, no te rías —dijo aún con la cara oculta.

—Lo siento. Es que no tienes por qué estar apenado. Yo me vivo cayendo todo el tiempo —traté de consolarlo.

—Sí, pero te puedo jurar que nunca frente a alguien que te gusta.

No, no, no, no lo acababa de decir... bueno, más bien, sí, lo dijo.

—Bueno, es una suerte que me gusten los despistados —respondí.

Ángel levantó la cabeza y me miró fijamente. La verdad, no sé quién estaba más rojo, si él por haberse caído o yo por cómo me miraba.

—Y... ¿qué tanto te gustan los despistados? —preguntó mientras acomodaba un mechón detrás de mi oreja.

—Pues... digamos que algo —respondí evasiva, evitando responder. Ya ni yo misma me entendía—. Pero mejor cuéntame de esa chica que te gusta.

—Bueno, pues... su nombre es Aria. Déjame decirte que su nombre tiene varios significados especiales, como ella —comenzó a explicar—. En italiano significa "aire o melodía", en hebreo "león", en persa "noble o honorable". Y al igual que su nombre, ella es muy, muy especial. Sabes, para mí es increíble creer que por mucho tiempo pensé, al ver a mis amigos con sus novias, que enamorarse era algo estúpido. Racionalmente pensaba que era algo que te obligabas a creer para no estar solo... Y ahora llega ella y todas las cosas que hago después del colegio quisiera contárselas. Llego a casa y quisiera saber si ella también ya llegó a la suya y si llegó bien. Contarle a mi hermanita de ella y veo cómo ella se duerme mientras yo aún sigo hablando de ella... No quiero que creas para nada que soy patético, porque no se 'supone' que lo soy. Pero, en conclusión, esa hermosa chica ha cambiado por completo mi concepto sobre el amor.

No podía creer lo que estaba pasando. Me quería derretir, quería lanzarme encima de él y besarlo, aunque en cambio solo estaba estática, mirando cómo se movían sus labios al pronunciar cada palabra. Ni yo sabía que mi nombre significaba tantas cosas, y mucho menos que él pensaba todo eso de mí.

—Creo que es hermoso todo lo que has dicho de esa chica. Estoy segura de que ella piensa igual que tú... Lo siento, de verdad, soy malísima en esto. No sé qué decir, pero estoy segura de que ella siente lo mismo por ti —respondí, tratando de ser lo más reconfortante posible.

—Tengo un poco de miedo a su reacción, ¿sabes? Si intento algo... ¿crees que me lo permita y no reciba ningún tipo de agresión por su parte o, peor aún, que se espante? —confesó Ángel.

No pude evitar sonreír ante su comentario y solo agité un poco la cabeza. Me sentía estúpida. Quería que me besara, pero no sabía cómo reaccionar.

—Y entonces... ¿puedo darte un beso? —susurró cerca de mi oído. Sentir su respiración tan cerca de la mía provocó mil revoluciones en mi corazón. Solo pude señalar que sí con un movimiento de cabeza.

Llevó mi pelo detrás de mi oreja y tomó mi cara con sus dos manos, acercándose aún más a mí. Nuestros rostros se fueron acercando cada vez más, hasta que nuestras narices se rozaron. Casi podía sentir sus labios sobre los míos. Entreabrí la boca como señal para que continuara, y lo entendió perfecto. En un instante, desapareció la poca distancia que teníamos y me besó lentamente. Nuestros labios jugaban mientras se conocían, danzando en una armonía perfecta. Nos separamos para observarnos unos segundos, y todo nuestro entorno había desaparecido. No había nada más que Ángel y yo. Luego, me tomó esta vez de la nuca atrayéndome hacia él, uniéndonos en un beso apasionado. Tomé un poco la iniciativa y lo atraje más hacia mí, intensificando el beso. Su lengua exploraba cada rincón de mi boca, y la mía intentaba seguirle el paso mientras nos perdíamos en nuestro mundo.




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