Un Amor Inesperado (alas Negras I)

PARTE TRES

Cuando ella volvió a la cabaña se sorprendió al ver a su invitado sentado en aquella silla, vestido y sin las alas. Parecía un humano común aunque su sobrenatural belleza no era nada común. Respiraba entrecortado y movía levemente su cabeza, sujetaba los costados del sofá con fuerza. Era evidente que padecía un mal sueño. Respiraba entrecortado y transpiraba continuamente.

La muchacha colocó sus manos en las mejillas de él consiguiendo inmovilizar su cabeza. Sacó un pañuelo y secó su transpiración mientras acariciaba su dorada y sedosa cabellera. 
- Cálmate - decía ella mientras se negaba a quitarle las manos de encima. 
En ese instante pudo sentir un profundo y terrible temor que atravesó su cuerpo al completo y llegó a su alma misma logrando hacerla temblar pero no lo soltó. Algo le indicaba que él necesitaba su ayuda aunque no entendía muy bien cómo podía ayudarlo. Siguiendo sus instintos lo abrazó con fuerza y aquel sentimiento oscuro se desvaneció. El jóven también se relajó, ella lo pudo notar en su semblante.

El muchacho abrió sus ojos en esos momentos y los centró en ella, su salvadora, quien le sostuvo la mirada asombrada. Era la primera vez que veía a alguien con ojos de color violeta oscuro. Tenía una mirada penetrante y viva.
- Buenos días - dijo ella sonriente ya que no sabía qué decir - ¿Estás un poco mejor? 
- Buenos días - le contesto él con esa aterciopelada voz - Si, mucho mejor. Gracias - Continuaron mirándose en silencio por varios minutos hasta que él volvió a hablar - Me ayudaste jovencita, gracias nuevamente
- Claro - ella se ruborizó y desvío la mirada. Aquello lo divirtió y sonrió, era una muchacha bastante extraña - ¿Tienes hambre? - Él volvió a sonreír consiguiendo que ella se ruborise aún más - ¿Qué comes? Debería preguntar primero ¿Verdad? 
- Lo mismo que ustedes - contestó él - Y no, no tengo hambre

Era una pregunta tonta, meditaba la joven para sus adentros. ¿Cómo pudo hacerle semejante pregunta? Él se movía lento, era evidente que su adolorido cuerpo se negaba a responder. Haber caído desde tan alto tenía que traerle secuelas. De pronto recordó un ungúento que su madre solía colocarle cuando ella se caía. Era efectivo
- Debes estar muy adolorido - dijo ella - Si gustas puedo traerte algo para que te frotes tu piel sobre las zonas adoloridas
- No será necesario pero gracias - contestó él - Mi cuerpo puede regenerarse por si mismo. Es solo cuestión de tiempo, no te preocupes por mí

Aquello no le gustó nada ¿Cómo podía decirle que no se preocupara por él? Era una locura aquello, ella había sentido su desesperación hacia tan solo unos momentos. Era evidente que no estaba nada bien y necesitaba de cuidados. 
- Quiero ayudarte - dijo con terquedad 
- En ese caso te pediré que no digas nada a nadie sobre mi, ni lo que viste anoche. Mi enemigo podría estar al acecho. 
- Claro
Aquello la dejó pensando "enemigo". ¿Qué clase de criatura sería? ¿,Un monstruo horrible? Seguramente que sí, sintió repentinos escalofríos ya que podría ser peligroso ¿Qué podría hacer ella si el enemigo de la bella criatura que ocultaba los atacaba? 
- No te preocupes - dijo enigmáticamente él - Coloque una barrera invisible a los ojos humanos protectora - ella lo miró sorprendida - Él no podrá detectarme mientras me recupero.
- ¿Puedes leer las mentes?
- No, sin embargo tu rostro dice mucho - aquello la hizo ruborizar su aún más, hecho que lo divirtió bastante a él - No ocultas nada de tus sentimientos. Eres muy sincera para ser una humana.
Ella sonrió ya que aquel comentario la dejo sin palabras.

Transcurrieron varios días en los cuales la joven humana y el alas blancas entablaron una gran amistad. Él se recuperaba poco a poco miéntras que ella le preparaba los manjares más exquisitos ya que había aprendido de su propia madre a cocinar.

La luz del día fortalecía al misterioso personaje y la presencia de la muchacha aliviaba su espíritu enqueciendole el alma. Él le hablaba de su raza y sus costumbres, de su familia y amigos. Respondía a cada pregunta que ella le formulaba. La muchacha fue conociendo aquel mundo oculto sintiéndose fascinada con cada detalle que su nuevo amigo le contaba.

Todos volaban, tenian poderes sobrenaturales únicos y eran muy habilidosos en el arte del combate. A ella la intrigaba bastante sus costumbres, sus formas de vida pero sobre todo aquel que ahora tenía frente suyo. Sentía que era a su lado donde anhelaba pertenecer y permanecer. Ese nuevo sentimiento la asustaba ya que desconocía los efectos que a su vida podría traerle, pero de momento prefería no pensar en ello.

Gabriel era el nombre del alas blancas y el de ella era Brenda. Ambos pertenecían a dos mundos diferentes pero aún así pudieron entablar un punto en común de unión. El mundo de Gabriel estaba regido por leyes más estrictas que el mundo de Brenda. El enfrentamiento continuo con los alas negras formaba parte de sus vidas cotidianas. Por lo tanto la lealtad, la confianza y la amistad eran los pilares fundamentales que regia esa sociedad y se basaba en la cantidad de alas negras que mataban.

Así también le hablo sobre los enemigos, los alas negras, que originalmente fueron alas blancas pero que la corrupción los oscureció. Al principio eran controlables y fácilmente capturables, pero con el tiempo se fueron multiplicando. Llegaron a nacer y a sobrepasar a los alas blancas. Ambos estaban sentados en el jardín mirando el cielo miéntras conversaban:
- Los alas negras solo piensan en traicionar y exterminar. No pueden tener otro sentimiento en sus corazones - decía Gabriel - Aunque hayamos intentado cambiarlos jamás lo hemos logrado.
- ¿Los alas blancas pueden regresar a sus verdaderas formas si son convertidos en alas negras?
- No, al menos jamás vi que suceda

Así pasaban los días en paz. Gabriel pudo reponerse por completo y Brenda fue realmente feliz. Pero aquella felicidad acabó pronto al detectar la presencia del alas negras cerca. Gabriel se puso en guardia y empezó a buscar por los alrededores con su mente hasta encontrarlo. Frunció el ceño al percibirlo, estaba en la puerta de la mansión dialogando con el padre de Brenda como si fuesen grandes amigos. El humano, ignorándolo todo, lo invitó a pasar. Gabriel reforzó la protección del lugar con su poder. El alas negras sonrió e inventó una excusa para denegar aquella invitación. Luego se despidió y regresó a su carruaje pero lanzó una cruel mirada a la extensa propiedad antes. Lo hubo localizado, cuando se alejó recién pudo tranquilizarse. 
- ¿Qué ocurre Gabriel?
- El Alas Negras...me encontró
- ¿Qué? ¿Cómo?
- No se pero....me localizó. El muy maldito entabló amistad con tu padre
- Oh no ¿Por qué haría eso?
- Es más astuto de lo que creía. Será peligroso seguir aquí




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