Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 22

Me desperté y no vi a Thomas, pensé que se estaría duchando, pero no fue así. Bajé para desayunar y tampoco está, que extraño, él siempre desayuna con sus hijas.

—¿Leti, dónde está Thomas? —pregunté curiosa y extrañada

—Se fue temprano al trabajo— respondió un poco triste y yo asentí con la cabeza

—¿Estas bien, Leti? —pregunté preocupada, ya que ella suele ser muy risueña

—Si niña, no se preocupe —contestó de igual manera y yo asentí con la cabeza

Sí no quiere contarme, no puedo obligarla.

En eso, las niñas bajaron y al igual que Leti, tienen caras largas, tristes.

—Buen día, niñas —saludé preocupada

—Buenos días, Alma— respondieron las tres a unísono y desanimadas

Amira caminó hacia mí y me miró con sus ojos grandes, pero esta vez no brillan de curiosidad por el mundo y alegría, esta vez brillan de tristeza.

—¿Me puedes abrazar, por fa? —preguntó triste y yo asentí con la cabeza

La alce en mis brazos, para poderla abrazar y la acurruque en mis brazos, mientras me tambaleó de un lado a otro y miro a Sophie y Martina sentarse en sus correspondientes lugares.

—¿Qué sucede reina? —pregunté de manera amable aún sin separarnos del abrazo— ¿quieres contarme? —Amira negó con la cabeza

Bien, al parecer nadie quiere contarme nada hoy.

Camine hasta mi asiento, el cual está al lado del de Amira y la senté en su correspondiente silla, mientras veo a Miranda servir el desayuno, la cual, también tiene cara larga.

Al parecer, hoy todos están tristes, ¿por qué? No lo sé. Ya cuando llegue Thomas, le preguntaré, ahora hay que ver si él quiere contarme o no. Porque descubrí que es muy cerrado a sus temas muy personales. Es como una cebolla, debo pelarlo capa por capa, si deseo saber algo.

Pepe ya llevó a las niñas a la escuela, así que me encuentro pensando qué puede ser aquello que los tiene tan triste a todos, porque hasta a Pepe lo vi medio triste.

Vi a Miranda pasar hacia la cocina, así que me levanté de donde estaba sentada y camine hasta la cocina, viéndola dejar algo en el fregadero.

—Miranda, podemos hablar un momento, ¿por favor? —hable llamando su atención

Miranda se giró hacia mí, ya que se encontraba de espaldas, mientras se seca las manos en su delantal.

—Claro Alma, dime

—¿Por qué es que todos están triste hoy? —pregunté curiosa, mientras me siento en un taburete— porque por más que pienso, no tengo ni idea

—Bueno, lo que ocurre es que... —Miranda no pudo continuar hablando, porque Ximena entró a la cocina interrumpiéndola

—¿En serio no sabes qué día es hoy? —preguntó burlona y vi a Miranda mirarla mal —hoy se cumple cinco años de la muerte de Esmeralda

Abrí los ojos de par en par. Con razón todos están así. Sé quien es Esmeralda por Amira, quien me habla de su mamá cada que sale el tema de conversación, pero no sabía que hoy, hace cinco años, ella había muerto.

—Carajo, me olvidé —dije golpeándome la frente con mi mano

—No si, que gran... —empezó a decir Ximena, pero Miranda la interrumpió

—Cállate Ximena

Mire orgullosa a Miranda, para luego ver a Ximena suspirar con frustración, darse la vuelta y empezar a caminar fuera de la cocina.

—¿Qué puedo hacer? —pregunté mirando a Mirada ahora un poco apenada

—Estar con las niñas y el señor en estos momentos, es lo mejor que puede hacer, Alma— aconsejó y yo asentí con la cabeza

—Gracias Miranda —sonreí, para luego empezar a caminar hacia la sal, pero me detuve al pensar en algo— ¿sabes dónde queda la tumba de Esmeralda?

Decidí ser yo quien busque a las niñas a la salida del instituto. Las tres al verme, caminaron hasta mi igual que esta mañana, tristes, sin ánimos.

Ayude a Sophie y Amira a subirse a la camioneta, mientras le ponía el cinturón de seguridad a Amira, con ayuda de Martina, quien hoy, me saludó y no ignoró.

Me subí a la camioneta y ajuste mi cinturón.

—Hoy iremos a otro lado, antes de ir a la casa, ¿bien? —pregunté mirando a las tres por el espejo retrovisor y las tres asintieron con la cabeza

Llegamos al cementerio y ayude a las niñas a bajar, para luego agarrar la mano de Amira y Sophie, quien agarro la mano de Martina y las cuatro empezamos a caminar entre las tumbas. Según la indicación de Miranda, falta un trecho bastante largo para llegar.

Sophie y Amira se soltaron de mi mano y empezaron a caminar más adelante de nosotras, así que aproveché para hablar con Martina.

—¿Suelen venir aquí? —me atreví a preguntar y ella negó con la cabeza

—La última vez que vine, fue cuando se cumplió el año de muerte de mi mamá, luego no he vuelto —contestó con voz triste y yo hice una mueca

—¿Esta mal que las haya traído? Pensé que sería una buena idea, pero si quieres, nos vamos a la casa— me apresuré a decir, pero ella negó con la cabeza

—No, la verdad es que hace mucho quería venir, pero no me animaba a decirle a mi papá que nos traiga —levantó la cabeza y me otorgó una sonrisa amable, así que se la devolví.

Llegamos a la tumba donde yace Esmeralda, y pude ver a Sophie tratar en seco y a Martina no dejar de ver lo que dice en la lápida, mientras que Amira mira el nombre de su mamá.

"Esmeralda Belmonte de Mendes, 15/03/1993 - 04/09/2014. Gran madre, excelente esposa, pero sobre todo, una maravillosa persona. Te amaremos por siempre"

—Niñas, las traje aquí, porque sé que hoy hacen cinco años que su mami murió y, creo yo, estaría bueno que las tres charlen con ella —hable dándole a cada una dos rosas que logre comprar afuera

—¿Y de qué le hablamos? —preguntó Sophie sin dejar de ver la lápida

—De lo que ustedes quieran, como va su vida, el colegio, sus amigos, lo que quieran —acaricie su cabello y le sonreí —aunque ella sepa, porque lo ve todo desde allá arriba, está bueno que ustedes le cuenten, y de paso, aprovechan para sentirla cerca




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