Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 23

THOMAS

Ayer, bueno, en realidad hoy en la madrugada, fue la peor vergüenza que pase nunca y encima, delante de Alma.

Me levanté con una resaca espantosa, pero aún así vine a trabajar, pero es porque no me atrevo a verle la cara a Alma, siento demasiada vergüenza. ¡¿CÓMO SE ME OCURRE PRESENTARME ASÍ?! Encima hice que se preocupe, porque si, me digne en no responderle ni una de las mil llamadas que me dejó, luego el celular se me apagó y podía ponerlo a cargar, pero no quise y peor la hice asustar, y no solo a ella, también a mis hermanos, porque ella los llamó ya en la desesperación de no saber nada de mi. Me siento un mal hombre por hacerla preocupar así.

Aun así, antes de venirme al trabajo, le dejé el desayuno en la mesita de luz que está a su lado, junto con una nota de agradecimiento, porque si, le agradezco que me haya permitido desahogarme con ella, porque me hacia falta eso. Muchos dirán que los hombres de verdad no lloran, no sufren, no sienten y menos que menos, lloran delante de una mujer, pues yo les digo a esos hombres que son unos estúpidos. También somos seres humanos, y si, puede que las mujeres sean mucho más sensibles que nosotros, pero eso no quiere decir que no podamos llorar si algo nos duele en verdad. Y más aún, cuando estas frente a una persona que está dispuesta a consolarte.

Alma estuvo ahí, dispuesta a consolarme a pensar del día horrible que le hice pasar. No lo dudo y estoy agradecido por ello. Estoy agradecido de que no haya sido otro año en dónde lloro solo y me embriago hasta perder el conocimiento. Suena horrible, lo sé, pero es la única fecha del año que hago eso y si bien, no es algo que me hace sentir bien, no encuentro otro modo de pasar esa fecha. Al día siguiente me lamento demasiado por la imagen que les estoy dando a las niñas, pero agradezco que ellas no digan nada.

Encima de eso, ayer las niñas tampoco han sabido nada de mí. Aunque suene horrible, sé que están acostumbradas de no verme ese día, y siempre que lo pienso digo lo mismo, esta mal. Debería estar con ellas, apoyarlas, abrazarlas, contenerlas. Porque yo perdí al amor de mi vida, pero ellas perdieron a su madre, a su compañera de vida, a la mujer que les enseñaría básicamente todo y yo no estoy para apoyarlas y consolarlas.

Aparte de agradecerle por mi, también le agradecí por las niñas, pero sin que ella lo supiera, ya que, era un simple "gracias por lo de ayer" que escribí en la nota. Leti me comentó que Alma fue quién estuvo ayer con ellas y las llevó a algún lugar, que, según Leti, cuando volvieron las vio mejor a las niñas. No se a dónde las habrá llevado, pero le agradezco.

No lo admitiría en voz alta, pero en serio, Alma es un pequeño rayito de luz que ingresó sin esperarlo.

Ay Alma, Alma, ¿qué estas haciendo conmigo? Porque ahora, sin quererlo, te estoy pensando de nuevo. Llevo días sin poder sacarla de mi cabeza. Ya sea porque recuerdo su risa, la manera en que sonríe, que trata de correr su cabello de la cara disimuladamente, como se sonroja fácilmente, como sus ojos se hacen medio bizcos cuando apenas abre los ojos al despertarse, es una escena demasiado graciosa, pero no deja de ser hermosa aún así.

¡Basta, Thomas! Deja de pensar en Alma por un momento.

—¡SEÑOR MENDES! —gritó María sacándome de mis pensamientos

—¿Qué ocurre? ¿Por qué gritas así? —pregunté frunciendo el ceño y mirándola de mala manera

—Discúlpeme señor, pero llevo hablándole más de diez minutos y no me está escuchando —suavice mi expresión y la mire apenado— le decía que, su esposa está al teléfono —fruncí el ceño preocupado

—Gracias Mari —contesté, para luego agarrar el teléfono

—¿Hola? —pregunté preocupado una vez que contesté la llamada

—Ay, gracias a Dios que esta vez si me contestaste— habló dramática haciéndome sonreír

—¿Qué sucede Alma? —pregunté sin dejar de sonreír

Esta mujer tiene el don de hacerme sonreír con una sola palabra, es más, no necesita gastar saliva, con un gesto ya estoy sonriendo o riendo.

—¿Qué me sucede a mí? ¿Qué te sucede a ti? —bien, ahora no estoy sonriendo

—¿De qué hablas? —pregunté con el ceño fruncido

—Me despierto y no estás, como ayer, creí que tendría que volver a desvelarme para encontrarte —suena enfadada y me dan ganas de tenerla enfrente mío, para ver su nariz levemente arrugada— y encima, me dejas el desayuno, el cual estuvo delicioso, con una nota que dice —se escuchó ruido, para luego volver a oír su voz— gracias por lo de ayer, ¡¿ESTÁS DE COÑA, THOMAS?! —ahora mi ceño está más fruncido que hace rato

—No entiendo qué hice mal, o dónde está el error— hablé sin entender a lo que se refiere

—A ver Thomas, te he llamado dos veces desde que me desperté y vi esta nota y no me contestaste —fruncí el ceño y saqué el celular del bolsillo de mi pantalón, es cierto, dos llamadas perdidas de ella— Te fuiste demasiado temprano, de nuevo, y encima dejas esta maldita nota, ¿te das una idea de todo lo que se me cruzó por la cabeza, gran imbécil?

—Cuanta agresividad, mujer —dije tratando de calmarla— a ver, explícate que no entiendo nada

—Pensé lo peor Thomas, me asusté, ¿quién carajos hace una confesión como la de anoche y luego deja una nota así? —mi rostro se relajó al entender a lo que se refiere

—Perdón bonita, no pensé que llegarías a pensar algo así, creí que sería un detalle bonito —me rasque la nuca nervioso

—No —suspiró haciendo que mis nervios aumenten— perdóname vos a mi, me acabo de dar cuenta que exagere un poco —rió haciendo que mis nervios desaparezcan




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