Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 27

Me desperté sintiendo todo mi cuerpo cansado, pero sintiéndome bien, como relajada, desestresada.

Recordé lo sucedido de anoche y entré en pánico. Aunque, admito, que entré en pánico de una manera muy extraña, porque estoy sonriendo, pero siento mi cuerpo tensarse, bajo el cálido brazo de Thomas.

La cosa está en que, él no se ha levantado para ir a trabajar y yo no deseo levantarme tampoco. Quiero estar así, ahora, abrazada a él.

Lo más raro es que no me siento incómoda al saber que estoy desnuda y él está trazando pequeños círculos con la yema de sus dedos en mi vientre.

No me incómoda estar así, con él, cuando toda mi vida me ha incomodado mi cuerpo. Digo, me amo sí, o lo hacia, pero la cosa es que, luego de bajar de peso, me incomodó aún más mi cuerpo. Lleno de estrías horribles por todo el cuerpo y celulitis, sé que es normal eso, pero, no sé, aún así. Con Peter tardé mucho en aceptar que tocara mi panza con estrías o alguna parte de mi cuerpo que no me gusta, por ahí, después de tanto tiempo juntos, me seguía incomodando el tener que cambiarme delante de él o si teníamos relaciones, era con las luces totalmente apagadas. Lo mismo con Samuel, pero con él era distinto, mi cuerpo no tenía tantas estrías cuando andaba con él, entonces no me sentía tan incómoda las dos o tres veces que tuvimos relaciones o cuando jugábamos y él tocaba sin querer mi panza o algo.

Cuando entré en depresión, luego de perder a mi primer bebé, bajé muchísimo de peso, daba asco literalmente, se me notaban los huesos, llegué al punto de sufrir anorexia en un bajo nivel y fue hasta que el doctor me lo dijo, que toqué fondo y empecé a tratarme y cuidarme por mi. Porque en ese punto, no entendía dónde se había ido la Alma que se amaba y cuidaba. Entonces, bajé de peso y luego, obviamente, los recuperé, pero los recuperé mal, porque entre en un estado de ansiedad que sólo comía y comía, así que, volví a tener rollitos por aquí, rollitos por allá y de nuevo, ¿dónde estaba esa Alma con amor propio? Porque esa Alma, no se estaba cuidando en lo absoluto. Y ahí es dónde mi cuerpo creó esas estrías horribles, con tanto subir de peso y bajar, la piel se estira. Debí haberme tratado con cremas, porque hay tratamientos, pero mi cabeza se idealizo de que, si a Peter le gusto así, no importa lo demás, si de todas formas con él iba a compartir mi vida.

Ahora es dónde me pregunto, ¿dónde quedó mi amor propio? Yo sé que lo tenía, en algún momento estuvo ahí, pero no se dónde estará ahora.

Sí bien me siento nerviosa, no estoy incómoda para nada y eso me asusta. Me asusta el hecho de que él no necesita palabras para hacerme sentir especial, para hacerme sentir hermosa.

Bien, hasta aquí llegó este momento, porque ya me siento incómoda. Bueno, no duró tanto como pensé.

Saqué su brazo despacio, para poder levantarme, pero él me lo impidió.

—No, no te levantes —rogó con su voz ronca y adormilada

—Quiero ponerme ropa, nada más —contesté amable

Thomas siguió firme a su agarre, mientras que con la otra mano, buscó algo en el suelo, levantó su camisa que no se como llegó ahí, y me la tendió.

Aclaremos que todo esto, lo hace con los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo, como si fuera sonámbulo.

Agarré su camisa y él abrió los ojos, haciendo que yo me cubra rápidamente con su camisa. Sonrió divertido, para después volver a cerrar los ojos.

—Si me sueltas, puedo ponerme la camisa —comente obvia y él frunció el ceño de una manera muy tierna

—¿Prometes volver a la cama? —preguntó aún con los ojos cerrados y el ceño levemente fruncido

—Si —conteste divertida

Soltó mi muñeca y pude ponerme su camisa rápido, por si las moscas. Antes de volver a acostarme, me quedé ahí, viéndolo.

Sus pestañas espesas y largas, sus cejas anchas y pobladas, su nariz perfilado, o por lo menos para mi, sus labios carnosos y rosados, su barba de semanas sin ser exagerada.

De repente, el solo ver su rostro relajado, causó cosquilleo dentro de mí y supe que algo malo estaba pasando.

—¿Vas a seguir mirándome o te acostaras conmigo para seguir durmiendo? —preguntó divertido para luego abrir sus ojos

Esos ojos que en un momento me llegaron a mirar extraños y desconfiados, ahora desprenden a gritos emociones que no puedo definir, que no puedo controlar, que no puedo sentir.

Estoy segura que me hubiera sonrojado, si no fuera porque ahora mismo mi interior grita cosas que no puedo entender, no puedo escuchar, no quiero.

Sin decir palabra alguna, me volví a recostar a su lado, pero esta vez mirándonos cara a cara.

—Hoy puedo decir que amaneciste más hermosa de lo usual —comentó haciéndome sonrojar

—Ah, o sea que, ¿las anteriores veces amanezco fea? —pregunté divertida

—No fue lo que dije, pero si —contestó haciéndome reír —no te lo iba a decir, pero te lo diré —fruncí el ceño temeraria a que diga algo malo— de todos los regalos, el tuyo, sin duda alguna, fue el mejor —dijo para después darme un corto beso en la frente

¿Estaba sonrojada? Bueno, ahora seguramente deben llamar a una ambulancia, porque el color de mi rostro no debe ser normal.

—No seas bobo —reí nerviosa

—¿Te pongo nerviosa, Alma? —indagó entrecerrando levemente los ojos, para luego pasar su brazo por mi cintura y apegarme a su pecho

—No —contesté de manera nerviosa y reí para intentar ocultarlo

—¿Segura? —habló acercándose cada vez más a mi rostro, hasta el punto donde nuestras narices se rozan

Sin poder evitarlo, trague saliva y mire sus labios.

—Muy —mi voz salió demasiado débil y temblorosa para mí gusto

Levanté mi mano y acaricie su barba de manera lenta, sin dejar de ver sus labios, haciendo que mi interior grite "¡BÉSALO!"

—Pues tú si me pones nervioso, deseoso, ansioso— habló cada vez más cerca de mis labios

Puedo sentir nuestro aliento mezclarse y nuestros labios rozarse de vez en cuando, haciendo que mi nerviosismo aumente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.