Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 32

¿Saben qué día es hoy? 31 de diciembre. Vísperas de año nuevo.

Ayer habíamos llegado a San Francisco, exacto, Thomas me dijo que ahora nosotros debíamos pasar año nuevo con mi familia y fue la noticia más bonita que me dio, porque los extraño y mucho.

—Estoy nervioso —comentó Thomas, llamando mi atención

—¿Por qué? —pregunté mientras sirvo un poco de café

Estamos en casa de Erik, quién nos recibió sin chistar a los cinco. Las niñas más que fascinada, porque adoran a Erik, pero yo me siento un poco incómoda, ya que, no lo conozco demasiado, aunque me cae bien.

—Hoy, después de cuatro meses, conoceré a tus padres y a tu hermano— contestó y yo solté una pequeña risa

—Tranquilo, ni ellos ni nadie lograrán separarme de ti —dije antes de darle un pequeño beso en los labios y él rió

—Ja, ja, qué graciosa eres —giró los ojos, pero sin quitar su sonrisa de la cara

No sé que pasó, pero la escena se volvió en una tierna. Caminó hasta mí, me besó la frente y rodeó mi cuerpo con sus brazos, inhalé hondo, para luego también rodar su cintura con mis brazos y exhalé el aire que tenía contenido. No me cansaré de decirlo, adoro su fragancia.

Estoy disfrutando tanto de este momento, que se me olvidó hasta de dónde estamos, pero me lo recordó Erik, cuando ingresó a la cocina y nos vio apenado, aunque en realidad no sé, hubo algo más en su mirada que no pude descifrar. Pensé que Thomas se separaría de mi, pero no fue así, no se movió ni un milímetro, para tratar el asunto de su amigo. 

—¿Qué pasa hermano?— preguntó Thomas y yo me sentí incómoda bajo la mirada de Erik

—No, nada, vine por un poco de café —contestó, señalando la cafetera 

Caminó hasta la alacena, sacó una taza y se giro hacia nosotros, para después agarrar la cafetera y servirse un poco.

—¿Irás hoy con nosotros? —preguntó Thomas, dejando de abrazarme por completo, solo dejó su brazo sobre mis hombros

—No lo sé, — se encogió de hombros— debo pensarlo aún, no quiero molestar

—Por favor Erik, no eres una molestia —hable por primera vez desde que ingresó a la cocina

Erik me vio y sonrió de una forma que no supe descifrar, sólo sé que no me gustó nada.

Es la misma sonrisa que me dio aquella vez en el ascensor. Una coqueta, divertida, sensual...

A ver, esta bien que él sepa que esto es falso, pero de todas formas, respeta.

—Si hermano, ven con nosotros —lo animó Thomas

—De acuerdo, gracias —contestó y nosotros asentimos con la cabeza

*****

Las niñas estaban terminando de arreglarse, al igual que Thomas, mientras que yo ya estoy lista, así que decidí bajar a esperarlos a la sala.

Luego dicen que las mujeres somos quienes tardamos en arreglarnos. Ja. Eso es porque seguramente no conocieron a Thomas Mendes. Él necesita estar perfecto, para recién salir. Imaginen la densidad que carga, cuando se da cuenta que vamos a llegar 2 minutos tarde a algún lugar.

—Alma —habló Erik atrás mío, así que me giré, esta apoyado en el marco de la puerta— que guapa estás —relamio su labio inferior, para luego otorgarme una sonrisa.

La misma queme dio esta mañana, aquella que me hizo sentir escalofríos.

—Gracias Erik, tu también estás guapo —sonreí nerviosa, incómoda

—¿Por qué tan tensa Alma? —preguntó acercándose a mí a paso lento

—¿Estoy tensa? No lo había notado— comenté haciéndome la boba

Es obvio que estoy tensa, pero es porque estoy incómoda.

—Relájate —comentó, mientras se posiciona atrás mío y empieza a masajear mis hombros— no te haré nada —murmuró cerca de mi oído

Me separé de él y le sonreí incómoda, di unos cuantos pasos lejos de Erik y él elevó una ceja.

—Gracias por tu amabilidad, pero en serio, estoy bien —aseguré sin quitar mi sonrisa

Thomas, baja ya, por favor. Martina, Amira, Sophie, ¡alguien que baje!.

—Me gusta ponerte así— rió por lo bajo, para después morder levemente su labio inferior, lo tengo que admitir, si se ve sexy haciendo eso, pero no me gusta para nada

—¿Así cómo? —fruncí el ceño

—Nerviosa

Abrí mi boca dispuesta responderle que chingue a su madre, pero justo llegó Amira y ya no pude decirle nada.

Erik me dio una última sonrisa, antes de dirigirse hacia la cocina. Solté aire que no sabía que tenía contenido y me gire hacia Amira, agarre su mano y ambas nos sentamos en el sofá, para esperar al resto.

—¿Hoy conoceré a tu familia? —preguntó curiosa y yo asentí con la cabeza, aún pensativa en lo que acaba de ocurrir— ¿Cómo debo llamarlos? ¿Tío y tía? ¿Abuelo y abuela? —me miró curiosa y con su ceño levemente fruncido

La mire sorprendida ante su gran conflicto interno. Estaba dispuesta a responderle, pero Sophie se me adelantó.

—No seas tonta Amira, eso sería absurdo, porque tu no le dices mamá a Alma, le dices por su nombre pila— suspiró girando los ojos

—¿Y? A ellos podría llamarlos así de todas formas —contestó Amira para luego sacarle la lengua

—Pero sería absurdo —se defendió Sophie, cruzandose de brazos

—Bueno, bueno, a ver, —dije metiéndome en su discusión— Amira, cielo, puedes llamarlos como gustes, ¿bien? Y Sophie, no es absurdo que ella los quiera llamar así, si así se sentirá cómoda— comenté a los que las dos asintieron con la cabeza

—Estamos listos, vamos— ordenó Thomas llegando hasta nosotras.

Amira y yo nos levantamos del sofá y caminé con las niñas hasta Thomas y Martina.

—¡Tío Erik, vamos! —grito Amira y mi felicidad momentánea se esfumó.

Maldito sea el segundo en que lo invité.

Erik apareció en mi campo visual, sonrió y, los seis salimos de la casa, para subirnos al auto que rentó Thomas y Erik se subió a su auto, coda que agradecí.

En el camino hasta casa de mi hermana, revisé mis redes sociales. Sonreí ante un mensaje.

—¿Qué haces? —preguntó Thomas




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.