Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 38

Si alguien me hubiera dicho hace seis meses atrás, que yo estaría en una situación así en estos momentos, seguramente le hubiera escupido la gaseosa que probablemente estaría bebiendo en su cara.

Seis meses atrás, estaba a punto de casarme con un hombre, con el cual, estuve seis años de mi vida. Seis años metida en una relación tóxica, aunque nunca me di cuenta sino hasta hace poco, y estoy segura que  o me habría dado cuenta si no habría hecho aquella locura de huir a Las Vegas.

Pero bien decía mi Lita, que el barba a todos, nos tiene altas y bajas en el amor. Oportunidades que muy pocos logran ver, pero que hay que aprovecharlas siempre que se puede.

El barba nos pone personas en nuestras vidas, cada que cree que nos hace falta ese tipo de personas, y nos quita algunas por algún motivo, supongo. Creo yo, que nos quita personas en el amor, porque otro amor nos está esperando para enseñarnos aún más acerca de la vida.

Pero esta vez el barba se pasó conmigo. Me encajó siete personas de una, claro, contando solo con Thomas, Sophie, Amira, Martina y los tres niños que pensamos adoptar, Guigui, Jero y Felipe.

Ahora, hablando de la familia de Thomas, son más personas en mi vida, las cuales estoy agradecida que estén ahí.

Es aquí donde me pongo a pensar si estaría en la misma situación aunque me hubiera casado con Peter. ¿Será que sí habría adoptado a estos tres niños de todas formas? ¿Me hubiera divorciado y luego casado con Thomas?

Son dudas que sé, que jamás podré responder.

—Recuerden, son seis meses en donde estarán a prueba —habló Ellie logrando hacerme volver a la realidad—, si en esos seis meses no ocurre nada, no hay ningún inconveniente, podrán adoptar a los niños oficialmente. —Nos sonrió amables y yo le devolví la sonrisa feliz.

Estoy demasiado feliz de poder llevarme a esos tres a mi casa. Bueno, casa de Thomas. Pero es lo mismo.

Lo más loco, es que el día de hoy se cumple oficialmente seis meses. Hoy el trato que hice con Thomas, se rompía. El día de hoy, si esto no habría pasado, estaría firmando los documentos del divorcio.

¿Seis meses más a su lado? Eso es algo que me atemoriza y emociona demasiado.

—¿Cuándo podremos llevarnos a los niños a casa? —preguntó Thomas con una notable emoción en su voz.

Sonreí al escucharlo, porque no creí que estuviera emocionado. Más bien, creí que hacía esto por mí, para alegrarme. Pero ahora veo que también lo pone feliz.

Supongo que lo emociona ya no ser el único hombre entre tantas mujeres.

—El lunes a primera hora de la mañana —contestó Annie sonriendo amable.

Sentí un revoloteo en mi estómago, sabiendo que desde hoy, Lunes, falta exactamente una semana para convivir con esos tres.

—Tengo una duda —hablé por primera vez desde que llegamos—, bueno, más bien es una consulta.

Annie y Ellie me miraron curiosas, centrando toda su atención en mí.

Sentí la mano de Thomas presionar la mía, dándome ánimos.

—Dinos, estamos aquí para responder todas ellas —anunció Annie y yo sonreí.

—Verán, en dos semanas es la boda de mi mejor amiga en San Francisco y, también, es la presentación de mis libros —empecé a decir, haciendo que ellas me vean más fijamente—. ¿Quería saber si podría ir con los niños? Luego iría Thomas con las niñas y nos juntaríamos los ocho allá. Es como para que Thomas no tenga que viajar con los seis él solo —expliqué un poco nerviosa.

Las mujeres se vieron entre sí por un momento que me pareció una eternidad, para luego girar a verme y ver a Thomas también. Pero más centraron su mirada en mí.

—¿Por cuánto tiempo estarían allá? —preguntó Annie.

—Una semana, como mucho, dos, pero no lo creo —me apresuré en decir.

Ambas se quedaron calladas de nuevo, viéndose por unos momentos.

Ellie suspiró, para volver a verme.

—De acuerdo, pueden hacer ese viaje —afirmó Ellie y yo sonreí feliz mientras suelto el aire contenido—, pero, los niños deben llamarnos tres veces a la semana. Dos vídeo llamadas y una llamada normal. —Asentí con la cabeza repetidamente—. Si ocurre algo, no duden en llamarnos que una de nosotras viajará de inmediato, ¿de acuerdo?

—Por supuesto —contestó Thomas igual de emocionado que yo.

Ya en el auto rumbo a casa de los padres de Thomas, es que me puse a pensar que, en menos de diez días, tendré hijos.

Hijos, míos. No propios, pero serán mis hijos a fin de cuentas.

Siento que quiero llorar, saltar y gritar de la emoción.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos, que no me di cuenta cuando Thomas puso una caja de regalo en mi regazo.

Me giré a verlo confundida y él me vio de reojo, mientras sonríe levemente.

—¿Qué es esto? —pregunté curiosa, mientras veo la caja.

—Ábrelo y sabrás —contestó encogiéndose de hombros.

Rompí el envoltorio, dándome cuenta que es una caja de plástico, pintada de color dorado. Fruncí el ceño y la abrí, viendo que adentro están todos mis dulces favoritos. Bueno, casi todos. En el interior de la tapa, hay un 6 hecho con cartulina y al rededor de esta, hay fotos de Thomas y yo.

—Felices seis meses —comentó haciendo que me gire a verlo—. Es mi forma de agradecerte por haber aceptado el trato y todo lo que conllevó el hacer eso. Por cierto, es algo que las niñas me ayudaron hacer —explicó y yo sonreí.

Volví a ver la caja y sentí como mi interior se calienta de una forma inhumana, pero no siento feo. Es mas, siento como una caricia al alma, un mimo a esta y como este detalle, logró calentar mi corazón.

Los pequeños detalles, son un mimo al alma, definitivamente.

—Yo no te compré ni hice nada —me quejé haciendo un mohín con mi labio inferior.

Thomas sonrió mientras niega con la cabeza.

—Regalo suficiente todo lo que has hecho por mí —dijo haciéndome sonreír.

El trayecto hasta la casa de sus padres fue bastante divertido. Tuvimos conversaciones triviales, algunas cosas eran sin sentido y otras tenían más sentido del que me gustaría.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.