Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 39

Llevamos dos días conviviendo con los niños y, la verdad es que está todo tranquilo a como pensé que estaría.

Los niños con las niñas se llevan, dentro de todo, bien.

Amira está fascinada con los tres y es una buena ayuda con Guigui, quien es el que más trabajo nos saca. Ella lo entretiene muchas veces y se lo agradezco.

Sophie se lleva de diez con Felipe, ambos aman jugar a los espías, la ciencia y ver las mismas series.

Martina y Jerónimo ya es un tema aparte. No se llevan ni bien, ni mal. Sólo... Sé llevan. Es que ambos tienen la misma personalidad fuerte, desafiantes y quieren tener el control de todo.

Pero la verdad es que estamos bien. Un poco cansador seis niños, pero estamos bien.

—¿Entonces si vendrán para el viernes? —pregunté con el celular entre mi oreja y mi hombro, mientras le cambio el pañal a Guigui.

La verdad es que admiro muchísimo más a Maya, Emma, mi hermana y a mi madre.

¡¿Cómo pueden hacer esto mil veces por día?! Este niño caga más que cualquier ser humano.

—Ten por seguro que mañana estaremos ahí —contestó Emma al otro lado del teléfono.

—Bien, entonces nos vemos fideito —saludé divertida, para luego colgar.

Senté a Guigui en la cama y empezó a jugar con mis dedos haciendo que sonria.

Vi la hora en mi celular, notando que ya va a ser hora de almorzar. Por lo tanto, en seguida llegarán todos.

Los niños y Thomas.

Estoy nerviosa, hoy era el primer día de clases para Felipe y Thomas. Espero que les haya ido bien.

—¿Querés comer? —pregunté viendo al pequeño quien asintió con la cabeza—. Bien, vamos.

Lo alcé entre mis brazos y empecé a caminar con él jugando con uno de sus juguetes, aún entre mis brazos.

Si bien él ya sabe caminar medianamente bien, aún me da pavor cada vez que se trata de escaleras. Por más que Jero me haya afirmado y asegurado que él mismo le enseñó a subir y bajar escaleras en la casa anterior.

Claro, baja sentado de escalón en escalón y sube gateando. Pero aún así.

Llegué a la planta baja y antes de poder empezar a caminar hacia la cocina para ver a Leti, la puerta fue abierta y entraron los niños por ella.

Amira entró dando saltos como siempre. Sophie llegó peleando con Felipe por algo que no entendí. Martina viéndolos pelear. Jerónimo con la mirada perdida, pero me hizo sonreír de lado al verlo con su camisa por fuera del pantalón, la corbata media suelta y la chaqueta la trae en el hombro.

El uniforme de los niños consiste en un pantalón de vestir color verde oscuro, camisa blanca, corbata del mismo color que el pantalón y un saco color negro. Ya elección de ellos si usar zapatillas o zapatos. El de las niñas es lo mismo, no mas que en vez de pantalón, falda a cuadros color verde oscuro y negro.

Todos dejaron sus mochilas en sus respectivos lugares.

—Hola mami, hola Guigui —saludó Amira dándonos un beso en la mejilla a cada uno.

Guigui se movió entre mis brazos para que lo baje y así poderse ir con Amira y eso hice. Ami le dio la manito y se fueron a la sala.

—Hola Alma —saludaron Felipe, Sophie y Martina a unísono mientras pasan de largo, también hacia la sala.

Jero también pasó, pero éste sólo me dio un asentimiento de cabeza y ya.

Suspiré al saber que así sería mi vida de ahora en más y sonreí divertida. Adoro el caos.

Empecé a caminar hacia la sala y escuché como Martina y Jerónimo se estaban peleando por el control remoto. Cuando llegué a la sala, los vi discutir, a Sophie leer un libro y Felipe jugar con Amira y Guigui.

—Vos viste tele ayer, Martina —se quejó Jerónimo—. Te di el controlremoto cuando volviste del instituto sin chistar, ahora es mi turno de ver.

—No me interesa, yo llegué primero, así que por ende, yo agarré el mando primero —contestó Martina forcejeando con él por el control.

—Un rábano no te interesa, debes respetar las reglas del televisor —habló Jero haciendo un poco más de fuerza.

—¿De qué reglas me hablas, nene?

—De las que implementé ayer —contestó Jerónimo suspirando cansado por la situación.

Martina soltó una carcajada llena de sarcasmo.

—¿Y por qué debería de hacerte caso? —preguntó de manera divertida y desafiante.

—Porque ahora yo soy el mayor.

Esa respuesta me hizo sonreír divertida. Sé que debería intervenir, pero quiero ver hasta donde llegan.

—¡Ja! ¿Y a mi qué? —preguntó a la defensiva—. A ver, ya dame el mando, que enseguida empezará mi programa favorito de moda.

—¿Y a mi qué? A nadie le interesa ver esas cosas tontas de niñas tontas —se quejó Jero mientras intenta que Martina no cambie de canal.

—Tú eres un tonto.

Ahí fue donde supe que tengo que intervenir, porque Felipe se dio la vuelta para ver a Martina con el ceño fruncido y le dijo algo, haciendo que Sophie le responda para defender a su hermana.

Empecé a aplaudir llamando su atención, haciendo que dejen de discutir.

—Nadie va a ver nada —dije mientras les quito el mando de las manos a Martina y a Jero—. Tienen que ir a cambiarse y a lavarse las manos, que ya estará la comida —ordené y vi que todos se quedaron viéndome raro—. Pero a la hora de ya, vamos, vamos, vamos —aplaudi para darle más énfasis.

Los niños se levantaron de mala gana y salieron de la sala refunfuñando. Sonreí divertida, porque esto de dar órdenes si divierte.

Caminé hasta Guigui quién se quedó en el suelo jugando y me arrodillé a su lado, para jugar un rato con él.

Pero antes de poder siquiera agarrar un camión de juguete, alguien habló a mis espaldas.

—¿Y toda la tropa?

Me giré encontrándome con Thomas, parado en el umbral viéndome curioso mientras se deshace de su corbata.

Sonreí para después levantarme del suelo y caminar hasta él. Rodeó mi cintura con su brazo y me acercó a su pecho para luego darme un casto beso en los labios.




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