Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 42

ALMA

Muchos me dijeron que se me pasaría el enojo en un par de horas luego de lo de ayer. Pero es que nadie entiende que no estoy enojada, estoy decepcionada y eso es peor.

El enojo se te va luego de un rato, la decepción no. La decepción se queda en tu pecho y se encarga de presionar ahí, haciéndote doler. Haciendo que sientas que no puedes respirar con normalidad, porque tu respiración se vuelve densa, pesada, y te toma trabajo el poder inhalar aunque sea, un mínimo de oxígeno, pero sabes que, de todas formas, puedes hacerlo.

Te hace ver la realidad tal cual es. Te hace ver que nadie es perfecto y que todos, en algún momento, te lastimaran con o sin intención. Duelen de distinta manera y con diferente intensidad, claro está, pero de todas formas duele.

Eso me pasó con Thomas, creí que él jamás podría decepcionarme, pero ahora mismo siento que jamás nadie me ha decepcionado tanto como él. Aunque es absurdo, porque muchas personas me han decepcionado más que él. Pero de alguna extraña y absurda manera que no he logrado comprender aún, lo metí en la categoría de personas que, según yo, jamás me lastimarían. De ninguna forma.

Pero está bien, supongo que esto me servirá para hacerme dar cuenta que muchas veces las cosas o personas no son como yo creo. Que a veces tendré razón en muchas cosas y otras veces no, y también está bien equivocarse.

Thomas ha intentado hablar conmigo desde ayer y realmente, no quiero hablar con él. No por caprichosa. No por inmadura. Sino porque no puedo y no sé el motivo. Sólo sé que cada que lo veo, mi pecho se oprime y las palabras se han ido a un lugar lejos de mí, dejándome incapaz de poder decir palabra alguna.

De solo recordar todo lo sucedido de ayer, siento que me enojo nuevamente, pero luego ese enojo se va y una sensación rara queda en mi pecho, dándome entender que es la decepción. Lo peor es que se queda ahí, por un par de horas y no sé cómo sacarla.

Hoy decidimos salir todos como "familia", y por todos me refiero a mí familia.

Mis padres, hermana y amigos. Claro que también debo de ir con mis posibles y futuros hijos, las hijas de Thomas y, obviamente, él.

Todos acordamos de hacer un día de picnic e ir al parque familiar, para pasar un día todos juntos antes de que ellos se vayan mañana.

Vi el reloj de mano que tengo desde siempre, dándome cuenta que si no nos apuramos, llegaremos tarde. No seré una maníaca por la puntualidad, pero tampoco es que me encante llegar tarde a algún lugar.

Me levanté del sofá y caminé hasta las escaleras.

— ¡Los quiero abajo en cinco! —grité al pie de la escalera.

Me dirigí hacia la sala sin esperar respuesta alguna y me senté en el sofá con mi celular en la mano y abrí el grupo de WhatsApp que tengo con mis amigos.

Me dirigí hacia la sala sin esperar respuesta alguna y me senté en el sofá con mi celular en la mano y abrí el grupo de WhatsApp que tengo con mis amigos

Dejé el celular en la mesita que tengo enfrente, sin esperar respuesta alguna de parte de ellos, cuando escuché una voz atrás mío.

— ¿Te dije alguna vez lo linda que te vez haciendo el rol de madre?

Giré mi cabeza por encima de mis hombros, para ver a Thomas cruzado de brazos, apoyado en el umbral de la puerta.

Sonreí sin mostrar mis dientes, casi que pareció más una mueca que una sonrisa, o también podría pasar por una sonrisa un poco forzada.

— Hola Thomas —saludé de forma seca, ya que no lo había visto en toda la mañana, porque en definitiva, me mantuve huyendo de su persona.

Me maldije por haberlo dicho así, con ese tono de voz, ya que no fue mi intención, pero no lo pude controlar. Me sale ser así con él, por el momento.

— Vamos Alma, perdóname —suplicó soltando un suspiro y caminando hacia mí, para luego sentarse a mi lado en el sofá—. No sé qué más tengo que hacer para que se te vaya el enojo, para qué volvamos a estar bien, para qué me perdones.

Me miró a los ojos apenado y yo inhalé hondo, para luego soltar el aire de manera lenta y cansina, como quien lo hace un lunes soñando que ya llegue el viernes. Relamí mi labio inferior, para terminar mordiéndolo.

— Ahí está el problema —mencioné luego de un rato haciendo que él frunza el ceño—, no estoy enojada.

El rostro de Thomas se relajó y pude ver que se asoma una pequeña sonrisa, pero la detuvo al ver que yo sigo seria ante la situación.

— ¿Entonces? —preguntó levemente confundido.

Bajé la vista hacia mis manos, para después levantarla y clavarla en sus ojos marrones, los cuales ahora transmiten dolor, pena, cansancio, confusión, pero sobre todo, preocupación por mí.

— Lo que yo estoy es decepcionada, Thomas.

Intentó responder, pero quedó en el intento porque fue interrumpido por las pisadas de los niños bajando la escalera.

Me levanté del sofá al igual que él y ambos caminamos hasta la entrada, encontrándonos con los niños con sus cosas ya listas y arregladas, en mano.

— ¿Fueron al baño? —pregunté agarrando mi bolso. Vi a todos asentir con la cabeza—. Bien, entonces vámonos.

Todos empezamos a salir de la casa en fila, hasta que llegamos a la camioneta y al auto.

Al no tener una camioneta donde entremos los ocho, tenemos que ir en dos autos.

Los niños decidieron venir conmigo y las niñas con Thomas.

Con ayuda de Jero, pude sentar bien a Guigui en la sillita que Thomas le compró hace un par de días, ya que Amira aún debe ir en sillita también.

— ¿Lista? —preguntó Thomas una vez que terminó con Amira y se giró a verme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.