Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 43

Cuando pasas por una circunstancia que en verdad llega a sorprenderte, es difícil no dejar de pensar en ello. Así sea una sorpresa buena o mala.

Normalmente el ser humano suele recordar más lo malo, que lo bueno; y si ese algo que lo sorprendió es malo, se le es más difícil dejar de pensar en ello.

Lo sé porque me está ocurriendo ahora mismo. No he podido dejar de pensar en lo ocurrido con Jerónimo el otro día.

Pero así como no he dejado de pensar en aquello, tampoco se lo he contado a nadie. Pienso si debería contárselo a Thomas, pero cada vez que lo estoy por hacer, me acobardo.

Temo por cómo vaya a reaccionar él.

Por otro lado, ignoré a Jero todo lo posible y soy bastante fría con él. Una actitud bastante infantil de mi parte, pero no sé cómo hacerle entender que estuvo mal aquello que hizo. Sé que ir y hablar con él no es una opción, porque es un chico muy reservado con sus asuntos.

Tampoco puedo preguntarle a Feli, porque por lo que vi, él sabe menos que yo sobre todo esto.

Suspiré y vi el reloj en la pared. A penas van a dar las 11:00am.

Bajé la vista al martini que tengo entre mis manos y volví a suspirar.

Demasiado temprano para estar bebiendo, pero necesitaba un trago urgente.

Aproveché que era yo quien debía llevar hoy a los niños al instituto y que a Guigui Ámbar lo pasó a buscar para cuidarlo, y me detuve en el primer bar que encontré.

Estar sola un momento, con un martini entre mis manos, es la mejor cosa que he podido decidir en estos dos días.

Bebí el último sorbo que quedaba en mi copa y la dejé en el mostrador de nuevo, cuando alguien habló.

—Nada mejor que un buen martini, para un día del asco, ¿verdad?

Giré mi cabeza notando que se trata de Macarena, quien me está sonriendo divertida.

Sonreí muy a mi pesar y nos dimos un beso en la mejilla a modo de saludo.

—¿Vienes por un martini también o por qué esa cara? —Pregunté curiosa mientras me rasco la nariz.

Ahora que lo pienso, siempre que tomo algo con alcohol, me pica la nariz.

¿Por qué será? ¿Seré alérgica al alcohol?

—¿Me estás escuchando? —indagó Macarena volviéndome a la realidad.

Sonreí apenada y negué con la cabeza.

—No, la verdad es que no, perdón —contesté con un deje de vergüenza en mi voz y ella movió su mano quitándole importancia al asunto.

—No importa, tranquila. —Sonrió amable y yo asentí con la cabeza—. Te decía que sí, también vengo por un martini, ¿quieres uno? Yo invito —ofreció viéndome curiosa y yo negué con la cabeza.

Pero no duró mucho, porque terminé asintiendo y ella rió.

Luego de que le pidiera al barman los tragos, giró a verme con una ceja alzada.

Pero antes de que pudiera decir algo, me le adelanté.

—Entonces, ¿por qué necesitas un trago? —Pregunté, mientras apoyo mi codo en la barra y mi mentón en mi mano.

Maca se sentó y suspiró pesadamente.

Cómo un buen suspiro, para un buen lunes somo hoy, deseando que sea viernes.

—Hoy vienen mis suegros de visita —comentó con pesar, para luego volver a suspirar.

Elevé una ceja, de manera curiosa. Al parecer no todos tenemos suegros geniales como Charly y Gabriela. 

—¿No te llevas bien con ellos? —pregunté curiosa, mientras me inclino un poco más hacia ella para verla mejor.

Maca empezó a balancear su cabeza de un lado a otro y su cara se frunció un poquito, dándome a entender que es un sí y un no.

—Los papás de Sean son buena gente, son agradables y divertidos —empezó a decir y yo asentí con la cabeza—. Además, me tratan muy bien.

Fruncí el ceño ante su comentario.

—¿Entonces? No entiendo —comenté confundida.

—Pero, son demasiados perfeccionistas y llegan a ser estresantes —explicó soltando un suspiro.

Justo el barman nos dejó los tragos delante nuestro y ella bebió del suyo.

Vaya, al parecer sí son muy estresantes para ponerla así.

—Por lo menos te tratan bien —dije llamando su atención—. Mi ex suegra era un ogro, por suerte ahora me tocaron unos suegros únicos esta vez —reí por lo bajo haciendo que ella sonría y asienta con la cabeza.

Pensar en Charly y Gabriela, me hizo pensar en Thomas y pensar en él, me hizo acordarme de Jero. Sin querer, solté un pesado suspiro y me metí de nuevo en mi mundo.

¿Cómo le diré a Thomas todo esto? ¿Qué haremos con todo esto?

—¿Y a ti qué te pasa? —preguntó llamando mi atención.

Centré mi vista en ella y note la curiosidad y preocupación en sus ojos.

—Problemas familiares —contesté encogiéndome de un solo hombro, para luego beber un poco de mi martini.

—¿Quieres contarme? A lo mejor y así te desahogas un poco y podemos encontrar alguna solución, ¿no crees?

Me quedé callada por unos minutos, pensando si sería buena idea contarle lo que sucedió o no.

Necesito contarle esto a alguien, no es bueno callarlo.

Mi Lita siempre me decía que si no encuentro solución por mí misma, que pida ayuda.

¿Será buena idea pedirle ayuda a ella?

—La cosa es con Jero —expliqué haciendo que su atención sea completa para mí.

Empecé a contarle cómo es él. Cómo veo que se comporta con sus hermanos, con las niñas, con nosotros.

Le conté también lo del día del parque, lo sucedido y lo que pasó los días siguiente a ese suceso.

A cada palabra que decía, Maca asentía con la cabeza, hacía algún gesto en desacuerdo o de sorpresa. Se mantuvo callada y atenta a cada cosa que dije, sin interrumpir.

Al terminar de contarle todo, me centré en ver cada uno de sus movimientos, de sus expresiones.

Se quedó callada y miró algún punto fijo del bar con expresión pensativa.

—Perdón si me quedé callada —habló volviendo a verme—, pero es que no me esperaba todo esto—Hizo una pequeño intento de sonrisa, el cual lo valoré mucho.




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