Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 45

THOMAS

...Tres horas antes...

Guardé mi celular nuevamente en el bolsillo delantero de mis pantalones, una vez que leí el mensaje de Kopi diciendo que ya estaban en el avión.

Me resulta demasiado ridículo cuanto es que extraño a mi familia, con sólo un par de horas separados.

Pero el llegar a la casa y que esté vacía más allá de los empleados me generó nostalgia. Me acostumbré a las risas, los ruidos, los distintos aromas, los gritos de Alma regañando a los niños, los "sabías que..." de Felipe, cada que descubre algo nuevo, tener que caminar con cuidado de no pisar alguna trampa que Sophie armó para atrapar a sus "villanos", los gritos de Martina y Jero discutiendo, que, el hecho de que no estuvieran por un par de horas, me hizo sentir completamente solo.

Se me hizo extraño llegar y no ser recibido con un beso de mi Kopi y un "¿cómo te fue?", como también se me hizo extraño no escuchar el "¡Papi!" de Amira, o el sonido que hace Guigui al caminar y reírse al verme.

Ahora el saber que dentro de tres horas estarán aquí, me pone feliz. Estoy emocionado incluso. Siento que no los he visto por un mes entero y la emoción que tengo de volver a verlos, es enorme, tanto, que me parece un poco ridículo.

—Ya están en el avión, de camino hacia aquí —informé, para después beber un poco más del rico café que me sabe preparar Leti.

—Ay que bueno mi niño —respondió Leti con una maternal sonrisa en su rostro, mientras limpia la mesada—. Me sacan de quicio, pero estos días los he extrañado muchísimo a mis pequeños monstruitos —confesó haciéndome reír por lo bajo.

No los pudo describir mejor. Son unos pequeños monstruitos los seis.

Aunque admito que los niños se han sabido ganar demasiado rápido mi cariño, cosa que me sorprende, ya que jamás lo hubiera pensado.

—Me voy a terminar unos trabajos pendientes —avisé y ella asintió con la cabeza.

Salí de la cocina y caminé directo a mi despacho, saludando entre medio a Miranda, quién se dispuso a limpiar.

Ingresé a mi despacho y fui directo a mi sillón, me senté en el y abrí mi computadora, para continuar con el informe médico. Tengo que terminarlo, no puedo seguir de vago. 

Terminé con el informe y vi la hora, notando que ya pasaron dos horas desde que estoy aquí. Dentro de una hora llegarán.

Me levanté de mi sofá y salí de mi despacho, para ir hacia la cocina, encontrándome con Leti y Miranda allí.

—Leti, quiero que les preparemos una rica cena, con postre y todo —comenté haciendo que ellas me miren curiosas y sorprendidas.

—¿Usted va a cocinar? —preguntó Leti divertida y yo asentí con la cabeza.

—Por supuesto Leti, ¿o es que aún no sabe que soy un gran cocinero? 

Leti soltó una pequeña risa junto con Miranda, para después asentir con la cabeza.

—Podríamos hacer una rica lasaña, ¿qué dice? —preguntó empezando a ponerse su delantal de cocina.

—Y de postre podríamos hacer un rico pastel de avena con banana 

—Perfecto.

A la final terminó cocinando Leti sola, porque yo sólo ayudé a cortar el tomate y hacer los panqueques, mientras que ella hizo la salsa blanca y el revuelto de espinaca, para después, ella también, armar todo hasta que pareció una verdadera lasaña. Mientras que Miranda, fue quién hizo el postre.

Aunque, admito que sí ayudé a ambas un poco. Claro, en lo que mejor pude, así que tan inútil no me sentí.

Tardamos cerca de una hora y algo en hacer todo. Cuando me di cuenta, supe que Alma y los niños estarían aquí en cualquier momento.

Por suerte antes de terminar de cocinar, le dije al chófer que los fuera a buscar al aeropuerto, porque no me imagino a Alma sola con los seis, en un uber. Además, dudo que los ubers recojan a tanta gente.

—Me iré a bañar antes de que lleguen —informé y ambas asintieron con la cabeza.

Me saqué el delantal que Leti me obligó a usar con las palabras "Thomas, ponte esto para que no ensucies la ropa" y cuando vio mis intenciones de negarme, dijo "no quiero ser grosera, pero si la ensucia, usted lavara su ropa porque es costoso sacar las manchas de comida".

Lo que Leti no sabe, o quizá sí, es que viniendo de ella, no me molestaría nunca que me tutee, o que me regañe –aunque eso sí lo suele hacer–, o que haga bromas conmigo.

Lo dejé colgado donde siempre y salí de la cocina, para dirigirme hacia las escaleras.

Llegué a mi cuarto y me desvestí para luego caminar así hasta el baño, aprovechando que ahí es dónde está mi bata de baño.

Entré y prendí la ducha, mientras intento regular el agua hasta la temperatura perfecta para mí. Una vez que lo conseguí, dejé la bata al alcance de mi mano, para no tomar frío al salir de la ducha e ir hacia el armario por ella.

Me metí bajo la lluvia artificial y dejé que esta caiga un rato más sobre mi cuerpo, gozando de la maravilla que es ducharse.

No entiendo como es que Kopi odia tanto bañarse. Cada que lo tiene que hacer, va a regañadientes. Lo bueno es que lo hace.

Aunque admito que así no se bañe por una semana, me seguirá encantando esa mujer. La seguiría amando.

Sonreí al pensar en ella. No puedo creer que la octava maravilla del mundo, sea mi esposa. Es algo increíble.

Puse un poco de shampoo en mi mano, para luego empezar a masajear mi cabello con éste.

Escuché la puerta del baño abrirse, pero no puedo abrir mis ojos a causa de que tengo shampoo.

—¿Quién es? ¿Kopi? —pregunté sin dejar de masajear mi cabello.

Tengo un cabello muy bonito que debe ser tratado como tal.

Sonreí al saber que en efecto, Alma ya estaba aquí y que hermosa forma de saludarme.

Sentí su cuerpo desnudo rozar con el mío y algo dentro mío se removió.

Su fragancia no es la misma, ¿habrá usado otro perfume?

Antes de que pueda pasar mis manos por mi cara para sacar el shampoo lo mejor posible de mis ojos y así poder abrirlos para ver a mi hermosa Kopi, puso su mano en mi nuca y tiró de mí, hasta unir nuestros labios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.