Un Amor Para Nada Común #3

CAPÍTULO 47

ALMA
Un mes después

—Rápido, rápido, rápido que ya están por llegar —ordenó Thomas apurando a los empleados de forma amable, pero con una notoria autoridad.

Hoy es 26 de febrero. Cumpleaños de Jerónimo; cumple quince años y a Felipe con Thomas, se les ocurrió hacerle un almuerzo sorpresa.

Algo sencillo, como para que no pase desapercibido.

Los niños ya están aquí en la casa, menos Martina y Jerónimo, que salen más tarde de lo usual y nos vino como anillo al dedo. Todo gracias a que ellos ya están en preparatoria, mientras que Felipe, Sophie y Amira, están en primaria. Bueno, Amira está en jardín de infantes, todavía.

De todas formas, Martina nos dijo que ella podría distraerlo para ganar más tiempo.

Ha pasado un mes desde que Thomas y yo confesamos nuestro dulce y romántico amor. En teoría llevamos siete meses de casados y un mes viviendo con los niños.

Para ser sincera, ha sido el mes más caótico que alguna vez haya podido tener en mi vida.

Las peleas de Sophie y Felipe, las de Martina y Jero, las travesuras de todos. Los intereses de Jero por las chicas. Martina interesada por los niños y que Felipe y Jerónimo no la dejen en paz. Guigui que toca y rompe todo.

Ya estamos cerca de cumplir dos meses teniendo a los niños con nosotros y, aunque todo sea una verdadera locura, me encanta.

—Alma, ¿dónde pongo esto? —preguntó Ámbar con su regalo de cumpleaños en mano.

—Por allá. —Señalé la mesa de los regalos y ella asintió con la cabeza, para luego dirigirse hacia ella.

Vinieron los familiares de Thomas, Annie y Ellie se quedarán un rato, Samuel junto con Brenda y Almita. Mi familia le hará una vídeo llamada luego.

—Hola —dijo Thomas llegando hasta mí y abrazándome por la cintura, para después darme un casto beso en los labios.

—Hola —respondí con el mismo tono de voz juguetón que él usó, mientras sonrío enseñándole mis dientes.

Él estaba por decir algo, pero justo llegó Leti a nuestro lado, interrumpiendo el momento. Metiéndose en nuestra burbuja de amor.

—Jaison acaba de estacionar la camioneta —informó viéndonos a ambos con emoción.

—Gracias Leti —agradecí, mientras que Thomas se giró hacia los demás.

—¡Ya llegaron! ¡Prepárense! —exclamó, para después entrelazar nuestros dedos y tirar de mí.

Todos nos pusimos atrás de la mesa, pero delante de los globos que dicen: "¡Feliz cumpleaños, Jero!"

Thomas alzó a Guigui y Amira vino conmigo para que le agarre la mano, mientras que Feli se posicionó en medio de Thomas y yo, al igual que lo hizo Sophie.

Se escuchaban las voces de Martina y Jerónimo provenir del pasillo, al parecer, están discutiendo. Cosa que no es novedad para nadie de aquí presente.

Ambos aparecieron por la puerta y todos gritamos a unísono:

—¡Sorpresa!

Martina y Jero se sobresaltaron en el lugar, asustados por el grito y viéndonos totalmente desconcertados y anonadados. Al parecer ella se olvidó de la sorpresa.

Todos soltamos un jadeo al verlos. Sucios, el uniforme totalmente desarreglado, Jero con el labio partido, Martina con el cabello desordenado a más no poder y la cara arañada, como Jero, no más que él también tiene un ojo más pequeño que el otro y esto se debe a que el izquierdo lo tiene hinchado. No dudo que se vaya a poner morado.

Thomas le dio a Guigui a su mamá y ambos caminamos a paso rápido hacia los niños. Agarré sus caras con mis manos y empecé a moverlas, inspeccionando que no tengan nada más y que sea grave.

—¿Qué les pasó? —pregunté horrorizada, aun viendo sus lastimados rostros.

Thomas puso una mano en mi hombro, haciendo que gire a verlo.

—Vamos a un lugar más privado —opinó y yo mire a todos los presentes, para después volver la vista hacia él y asentir con la cabeza.

—¡Feliz cumple, Jero! —exclamó Ámbar, antes de que nosotros nos vayamos a un lugar más privado.

—Gracias —contestó Jero, otorgándole una sonrisa.

Thomas los guió a ambos adentro de la casa, mientras que yo los sigo.

Llegamos hasta su despacho y él les abrió la puerta, para que los niños y yo ingresemos.

Los niños se sentaron en el sofá, mientras que nosotros dos nos quedamos parados delante de ellos, con los brazos cruzados.

—Bien, ahora sí, ¿qué pasó? —indagó Thomas cruzándose de brazos, mirándolos seriamente.

¿Cómo puede verlos así cuando tienen su carita así? ¿Lastimadas? 

Me giré recordando que él por algún lugar de su despacho, tiene un botiquín de primeros auxilios. Lo guardó aquí, después de que Amira jugó a ser enfermera y envolvió por completo a Guigui con las gasas.

—Pues, verán... —empezó Jero, pero Martina lo interrumpió enseguida.

—No, yo voy a contar lo ocurrido —se quejó, cruzándose de piernas como lo haría una verdadera diva.

Mientras ellos discuten por quién contará lo sucedido, yo me dediqué a buscar ese maldito botiquín.

¿Si yo fuese un botiquín, dónde me guardarían?

No fue hasta que se me ocurrió buscar en los cajones de su escritorio que lo encontré. Lo saqué y volví hacia donde están ellos, viendo la cara de Thomas de poca paciencia y a los niños seguir discutiendo.

—¡No me interesa quién lo vaya a contar, sólo háganlo! —exigió Thomas, ya harto de la situación.

Vi a los niños y estos se miraron de forma cómplice, fue ahí dónde supe inmediatamente lo que está ocurriendo.

Se están encubriendo. Estaban discutiendo para evitar contar el por qué llegaron golpeados.

Antes de que a Thomas le dé algo a causa de su poca paciencia delante del desorden, decidí intervenir.

—Cuenta tú, Martina —ordené viéndola y ella tragó en seco, como también noté a Jero tensarse—. Así yo te curo ese labio y ceja partida —expliqué viendo a Jero, para luego sentarme a su lado y poner el botiquín en mis piernas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.