—Hermano, ¿irás a verla?
—No—Tiana se sorprendió, pero rápidamente reaccionó por lo que su hermano dijo. —Mateo, me informo que no recuerda nada de cuarenta y ocho horas antes del ataque, por lo tanto, no sabe que yo sé todo y en su estado sería alterarse y yo también me alteraría.
—Lo siento mucho, hermano —dejándose abrazar a manera de consuelo por su hermana.
—Voy a estar bien tranquila, además tengo un examen en la universidad y tengo que hacerlo de manera presencial, no tengo opción. Luego de eso iré al bufete de James, para ayudarlo con algunos casos.
—Estoy orgullosa de ti y estoy segura de que, si papá estuviera vivo, se sentiría igual. —Él no dijo nada, después de todo es una de las pocas cosas que lo consolaban, porque fue solo por insistencia de su madre que él entró a trabajar a la empresa familiar dejando de lado sus sueños, unos que ahora, alejado de toda aquella presión, estaban por fin haciendo realidad.
Unas horas después, Santiago se encontraba algo estresado, no había podido ir al bufete de James, puesto que prefirió avanzar con unas tareas, cuando cerro el computador para marcharse a casa ya era muy tarde, no se había percatado que un auto lo venía siguiendo hasta que las luces que lo rodeaba genero una sombra y esta no lo dejaba ni un segundo, él suspiró profundo, porque seguramente era quien él estaba pensando, una mujer que no lo había dejado de acosar y bombardear con mensajes insistentes. Suspiro profundo y detuvo sus pasos, el auto pasó unos metros por delante de él y la luna de aquel lujoso vehículo.
—Hola, guapo, ¿Necesitas un aventón?
—Pamela, ¿qué hago para que entiendas?
—Aceptar que pongo el mundo a tus pies, solo eso —Él presionó su entrecejo con las yemas de los dedos y suspiró otra vez.
—Pamela, te agradezco, pero no me interesó, ni ayer, ni ahora, mucho menos mañana. Te lo dije por mensaje de texto, de voz, por llamadas y ahora en persona, no quiero nada contigo.
—Por favor, Santiaguito, debes estar jugando, tienes una mujer hermosa y libre diciéndote que te da el mundo si así lo quieres y te atreves a rechazarme. ¿Estás bien de la cabeza, mi amor?
—Nunca estuve más cuerdo en toda mi vida, quiero alejarme de las mujeres desquiciadas que piensan que pueden manejar la vida de los hombres solo porque tienen dinero. —La cara de Pamela era de un total enojo, se sentía ofendida, después de todo, una mujer herida en su orgullo puede llegar a ser muy peligrosa.
—Vámonos, Jaime, le daré espacio para que piense lo que le conviene.
—Sigo sin entender porque mi vida está llena de problemas, si no es una cosa es otra. —En ese instante se dio cuenta de que caminando había llegado a unas cuadras antes del hospital, quiso girarse sobre sus pies, pero algo más fuerte que lo impulso a caminar, a dirigirse hacia aquel piso, de pronto vio con Mateo y Blanca salían un momento a la cafetería dejando a una enfermera a cargo, quien torpemente había dejado hacer algo sobre su uniforme, esta miro hacia todos lados temerosa que nadie se diera cuenta y salió a hurtadillas, antes de darse cuenta ya estaba dentro de la habitación no pensó si estaba despierta o lo contrario, pero sus ojos cerrados y su semblante tranquilo lo hizo ver que estaba totalmente dormida, su corazón latía a mil por hora, la veía con aquellas gasas, en la cara, la cabeza especialmente las manos que posaban sobre su pequeño pero abultado vientre.
—Señor, ¿qué hace aquí? —Santiago, no se había percatado de cuánto tiempo se había quedado, observándola sin emitir palabras, ni siquiera avanzar unos pasos, simplemente se quedó ahí, sin saber qué hacer o decir.
—Yo soy, soy, este, soy el padre de los bebés —logro pronunciar—solo quiero estar un rato y luego me marcho, por favor, no diga nada de que estuve aquí.
La mirada que Santiago dirigía hacia donde estaba Fernanda recostada, decía todo sin que tuviera que decir algo más.
—Solo unos minutos, me contrataron especialmente para cuidarla de noche, mientras ella duerme. Parece que a veces la señorita tiene pesadillas y debo controlar sus signos vitales.
—Puedo venir mañana también, solo serán unos minutos y me voy. La situación es complicada, solo quiero saber que está bien.
Ella lo pensó un poco, pero después de todo era un padre preocupado por sus hijos y se notaba que también por ella.
—Después dicen que las mujeres somos complicadas, pero solo unos minutos no me vaya a meter en problemas, porque sí lo descubren.
—Si se da, diré que me metí a la fuerza y que usted no sabía nada, no se preocupe, yo asumo lo que tenga que asumir, solo quiero estar un poco cerca. —ella aceptó algo resignada, por lo que Santiago no perdió tiempo en acercar una silla cerca al borde de la cama, se vio tan tentando a tocar su mano, pero el miedo a despertarla lo contuvo.
—Ella quiso proteger a sus bebés, parece que la persona que la atacó, se ensañó en querer hacerles daño, principalmente a ellos, bueno a los niños.
Cuando dijo aquello, se dio cuenta de que él no lo sabía, porque giró su cabeza para observarla, muy sorprendido por aquella revelación
—¿Niños?
—Celeste, eres una indiscreta, yo y mi bocata, no diga nada— dijo de manera suplicante— por favor, recién me gradué y me están dando una oportunidad, debo aprender a ser prudente, me voy a meter en un gran problema—Empezó a caminar de un lado al otro, muy nerviosa por la indiscreción que acababa de cometer.