Un Amor Sin Contrato

04

—¿Cómo te sientes?

—¿Quieres saber la verdad? —indicó Fernanda—. Bueno, como una estúpida o una niña, que todos tratan con pinzas, siento que me ocultan cosas, que se quedan callados en ciertos momentos, sé que fui atacada, pero se niegan a decirme quién o por qué.

Tanto Blanca como Aurora, se miraron sin saber qué decir. Solo la primera se aventuró a decir algo solo para salir del paso, porque lo que ella quería saber, no era sencillo de decir.

—Debe ser el médico quien hable contigo, no somos las personas correctas ——otra vez desviaban las respuestas a sus preguntas, eso la empezó a exasperar.

—¡Por Dios! Son mis mejores amigas, como mis hermanas, deben decirme qué diablos está pasando.

—Todos tenemos secretos, no puedes acusarnos de ocultar cosas, o piensas hablar de nuestros sobrinos.

Como si fuera descubierta, no supo qué decir, se mordió los labios, como cuando temía decir algo que la hiciera dejar mal; después de todo, había sido descubierta.

—Ella tiene razón, Fernanda, dices que te ocultamos cosas, pero tú también nos has ocultado algunas muy importantes: tu embarazo, esos pequeños, ¿no fueron por mera casualidad? ¿O nos equivocamos?

—No soy tonta, están desviando el tema de lo que de verdad es importante, voy a tener dos hermosos bebés que son mi mundo, sin importar como fueron concebidos o el porqué, después de todo, la vida me devolvió lo que me quitó antes, ahora quiero saber que ocultan y necesito saberlo ya, no quiero gritar por tu estado Aurora.

No sabían qué más decir, hasta que Mateo hizo su punto de aparición.

—Déjenme solo con la paciente, por favor. — Ambas no dijeron nada más y se marcharon en total silencio, con cierto alivio, como salvadas por la campana, dejándolos solos.

—Tengo entendido que eres mi médico, el encargado de mi caso, por lo tanto, necesito la verdad y que me traten como lo que soy, una paciente adulta en pleno uso de sus facultades mentales, sin importar lo que tengas que ver con mi amiga, eso es punto aparte.

—Por supuesto, por indicaciones de tu neurólogo, me indica que fuiste atacada, es por eso de tus heridas de defensa. Si puedes observar tus manos y rostro, protegiste a tus hijos; estuvieron en peligro, porque, según se ha investigado, fue el arma usada en tu ataque, fue de más de siete centímetros de profundidad.

Trató de llevarse una mano a la boca, pero el dolor en los ligamentos se lo impidió, de pronto, un fuerte dolor de cabeza la empezó a molestar. Como un martilleo, como si los recuerdos quisieran hacer eco en su mente, intentaba una y otra vez; sin embargo, no podía. El dolor fue tan profundo que terminó desmayándose. Aurora y Blanca estaban afuera esperando. Cuando vieron a algunas enfermeras ingresar, al igual que segundos después al neurólogo, intentaron ingresar, pero no pudieron hacerlo, la angustia empezó a apoderarse de ellas, los minutos fueron eternos.

—Mateo, por favor, ¿qué le sucede?

—Ya sus signos vitales están bajo control, según dice el neurólogo, trato de recordar o llegaron algunos recuerdos, pero no se logró nada y el esfuerzo que hizo su mente provoco el colapso, pero ya está fuera de peligro, dormirá por muchas horas, por lo tanto, pueden irse y dejar que la enfermera del turno nocturno se quede con ella.

—Entendemos, pero ¿Estará bien? ¿El estrés les hace daño a los bebés?

—Ya le hicieron unas pruebas, todo está bien, solo necesita dormir, vamos, Aurora, James te espera afuera y Blanca, mi madre quiere cenar con nosotros —aquella última mención hizo que ella palideciera.

—¿Cómo me lo dices recién ahora?

—Tranquila, ella te va a amar desde que te conozca, ya lo verás.

—Tranquila, amiga, sé tú misma y te aseguro que esa mujer te va a amar, eres una mujer muy valiosa y más buena que un pan con mantequilla. Estoy segura de que Mateo te hará respetar si sucediera, ¿verdad? —lanzándole una mirada asesina a la vez que tomaba de los hombros a su amiga.

—Por supuesto, amo a esta mujer y solo quiero que sea feliz y me voy a encargar de que así sea.

UNA HORA DESPUÉS

—Madre, te quiero presentar a Blanca Ramírez, la mujer que amo.

—Así que tú eres la mujer que se quiere robar a mi bebito—mirándola de arriba hacia abajo, de una manera que hizo que el ambiente se sintiera lo que le seguía a frío.

—¿Mamá?, ¿Por qué hablas de esa forma? Tranquila, princesa, te dije que te protegería de quien sea.

Mientras en el hospital

—¿Cómo que una crisis?

—Al parecer intentó recordar lo que había sucedido en el ataque, pero no pudo y se desmayó, pero ya todo está bien. Sus signos vitales son normales, solo esperemos que no tenga una pesadilla, tal vez, hay algo que la ayude, pero tiene un riesgo.

La mirada de Santiago era de quien esperaba que sea él quien pudiera ayudar.

—¿Qué cosa?

—Tomé de su mano, y masajéela suavemente, en medio de su muñeca, cerca de la palma de la mano, hasta hablarle a su vientre; ellos escuchan y reconocen.

—Tengo miedo de que despierte, no se imaginó el problema que eso ocasionaría



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En el texto hay: deseo, perdon, amor

Editado: 18.01.2025

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