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Al día siguiente, al llegar al hospital, Cassidy se dirigió nuevamente a la habitación de Sofía. La niña sonrió de inmediato al verla, y Cassidy se sentó a su lado. Mientras hablaban, Cassidy se dio cuenta de que Sofía estaba sufriendo mucho. Su enfermedad la había debilitado, y su espíritu se estaba apagando. Cassidy Montgomery sabía que tenía que hacer algo para ayudar a Sofía. Había preparado un obsequio especial para ella: el telón dorado que había pintado con amor. Sin embargo, al escuchar la triste confesión de Sofía, Cassidy se quedó inmutada, sin palabras para expresar su dolor y sorpresa.
—¡Odio tanto la Navidad! —exclamó Sofía con una triste confesión, mientras una lágrima se deslizaba lentamente por su mejilla.
—¿Por qué la odias? La Navidad es una noche llena de amor, luces de esperanza y mucha paz—.
—Porque toda la gente puede salir a pasear, todos sonríen junto a sus familias, reciben obsequios de amor... excepto yo—.
Cassidy intentó cambiar el enfoque de la conversación.
—¿Y si recordamos el sacrificio de Jesús en el madero y su humilde nacimiento?
—Está bien.
El obsequio prometido: Un telón dorado, tejido con hilos de seda y algodón, parecía un lienzo de ensueño, bordado con costuras de oro que relucían como estrellas titilantes en la noche. Sobre su superficie, una pintura de las casitas del pueblo se desplegaba como un cuadro de nostalgia, con pinceladas perfectas que evocaban la dulzura de las luces de colores que danzaban como luciérnagas en la víspera de Navidad. Sin embargo, al entregárselo a la niña, Cassidy notó que la pequeña no se inmutó; su mirada estaba velada por la tristeza y el agotamiento, y no parecía conmovida por el obsequio. El telón dorado, creado con tanto amor y cuidado, parecía no ser suficiente para iluminar la oscuridad que rodeaba a Sofía. La Navidad, que normalmente era una época de milagros, alegría y celebración, parecía haber perdido su encanto en el aislamiento del hospital.
Cassidy se detuvo un momento, contemplando el telón dorado que había creado con tanto esmero. ¿Podría ser que este obsequio, pensado para traer alegría y consuelo, no fuera suficiente para tocar el corazón de Sofía? La duda se apoderó de ella, pero entonces recordó las palabras de su abuelita: "Tú puedes ser un ángel de luz en la vida de alguien que camina envuelto en penumbras y dolor". Mientras afuera la gente sonreía y se abrazaba, con sus rostros iluminados por la alegría y la felicidad, Sofía se sentía aislada, con la mirada perdida en la distancia, como si buscara una chispa de felicidad que parecía haberla abandonado. La soledad y la tristeza se posaban sobre Sofía como una sombra, y el telón dorado, con su imagen de casitas y luces de Navidad, parecía un cruel recordatorio de todo lo que ella no podía disfrutar, un contraste doloroso entre la felicidad de los demás y su propia desolación.
—Por favor, ¿me prometes que sí cambiarás de opinión? —preguntó Cassidy, retirándose con la mirada entristecida.
—Yo solo quiero su amor— respondió Sofía con el ánimo decaído.
Así que, esa noche, Cassidy se encerró en su estudio y comenzó a pintar. Quería crear algo que transportara a Sofía a un lugar donde pudiera sentirse libre y feliz...
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