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Horas después, Cassidy terminó su obra maestra. Era un cuadro del mar, con olas que se estrellaban contra la orilla y un sol que se ponía en el horizonte. El cuadro era tan realista que parecía que se podía tocar la arena y sentir la brisa marina.
Al día siguiente, Cassidy llevó el cuadro al hospital y se lo mostró a Sofía. La niña se quedó sin aliento al ver la obra de arte. Se sintió transportada a la playa, sintió la arena entre sus dedos y escuchó el sonido de las olas. Cassidy había pintado un cuadro con mucho esmero y dedicación, detalle por detalle.
Cassidy sostuvo el cuadro entre sus manos, se le acercó y dijo:
—Sofía, mira esto. Quise pintar algo muy especial. Un cuadro que estoy segura será memorable para ti.
—¡Oh, Cassidy! ¿Es el mar? ¡Es tan realista! Sus detalles, sus colores, las aves... ¿Así de precioso es el mar? ¿Así son sus aguas cristalinas?
—Sí. ¿Te gustan sus colores tan vivos?
—¡Sí! ¡Me encanta! —dijo acercándose más al cuadro como si pudiera entrar en él.
¡Puedo sentir la brisa marina! ¡Puedo escuchar el sonido de las olas! ¡Puedo sentir la arena y las conchitas de mar entre mis pies!
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