En el umbral de la noche navideña, donde el hospital se convertía en un refugio de tristeza y silencio, y la noche anhelada se desdibujaba como un recuerdo lejano, la felicidad parecía una quimera. Cassidy se acercó a Sofía con una sonrisa que brillaba como un rayo de sol en la oscuridad, un símbolo de amor y esperanza en un lugar donde la alegría parecía haberse desvanecido como polvo de oro, y la niña era abrazada cada día por la terrible soledad. La Navidad, que normalmente era una época de luz, campanas y calor, esta vez parecía haberse reducido a un murmullo lejano, un eco de risas y villancicos apenas audible detrás de las puertas cerradas, las paredes agrietadas y las persianas blancas del hospital. Sin embargo, inusualmente esa noche, todo pareció adquirir un matiz de colores diferentes y una paz inexplicable, como enviada desde el cielo.
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