Un Ángel Descendió Para Navidad

LA OBRA MAGISTRAL

Horas después, Cassidy terminó su obra maestra. Era un cuadro del mar, con olas que se estrellaban contra la orilla y un sol que se ponía en el horizonte. El cuadro era tan realista que parecía que se podía tocar la arena y sentir la brisa marina.

Al día siguiente, Cassidy llevó el cuadro al hospital y se lo mostró a Sofía. La niña se quedó sin aliento al ver la obra de arte. Se sintió transportada a la playa, sintió la arena entre sus dedos y escuchó el sonido de las olas. Cassidy había pintado un cuadro con mucho esmero y dedicación, detalle por detalle.

Cassidy sostuvo el cuadro entre sus manos, se le acercó y dijo:

—Sofía, mira esto. Quise pintar algo muy especial. Un cuadro que estoy segura será memorable para ti.

—¡Oh, Cassidy! ¿Es el mar? ¡Es tan realista! Sus detalles, sus colores, las aves... ¿Así de precioso es el mar? ¿Así son sus aguas cristalinas?

—Sí. ¿Te gustan sus colores tan vivos?

—¡Sí! ¡Me encanta! —dijo acercándose más al cuadro como si pudiera entrar en él. ¡Puedo sentir la brisa marina! ¡Puedo escuchar el sonido de las olas! ¡Puedo sentir la arena y las conchitas de mar entre mis pies!

—Me alegra que te guste, Sofía —dijo Cassidy inmutada por la gratitud de la niña. —Quise pintar algo que te hiciera sentir que realmente estabas allí, en la playa.

—¡Gracias, Cassidy! ¡Este es el obsequio más hermoso que alguien me ha dado jamás! —dijo, dándole un cálido abrazo. Pronto se vuelve hacia el cuadro y susurra:

¡Quiero sentir el mar en mis pies! ¡Quiero sentir la arena entre mis dedos!

Cassidy sonríe y acaricia la cabeza de Sofía, mientras la niña sigue sumida en el mundo del cuadro. De repente, Sofía escuchó una voz suave, cálida y apacible que parecía venir de dentro del cuadro. Era la voz de Dios, que le decía:

«Toda mi creación la hice con mucho amor para ti, para que compruebes mi amor y aumentes tu felicidad». En ese momento, algo milagroso sucedió. La salud de Sofía comenzó a mejorar; su cáncer desapareció y su espíritu se renovó. La niña se levantó de la cama y, semanas después, con la ayuda de Cassidy, se dirigió a la playa. Allí, Sofía sintió la arena entre sus dedos y escuchó el sonido de las olas por primera vez. Se sintió libre y feliz; su cuerpo recibió los rayos sanadores del sol y sintió el contacto del agua cristalina. Entonces, supo que nunca olvidaría el obsequio que Cassidy Montgomery le había dado: el regalo de la esperanza y la felicidad. Y así, Cassidy y Sofía celebraron juntas la Navidad, rodeadas de amor, esperanza, fe y la belleza de la creación de Dios.

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En el texto hay: amistad, navidadymilagros, milagrosdedios

Editado: 07.06.2025

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