Un ángel en la Tierra

08

Narrador omnisciente a partir de aquí.

Las horas nocturnas han transcurrido con suma velocidad, como cada día a las seis de la mañana Tomassin se encuentra observando con el ceño fruncido, aprieta los labios viendo las nubes grises cubriendo el cielo, se mueven rápido, sus oscuros colores le causan inquietud puesto que no puede ver a los demás ángeles, no escucha sus bonitas canciones y sabe que la hora ha llegado; lo que más lo asusta es el hecho de haber despertado sin encontrar a Castiel velando por él, ¿Dónde está? ¿Por qué se fue? ¿Qué ha pasado? Relame sus labios no queriendo que las acciones de esos seres den inicio sin él tener a su mayor a su lado, no se siente seguro ni capaz si su custodio no está a su lado, sin esperar más corre al cuarto de su madre que descansa tranquilamente, Magali ni siquiera puede sentir el descontrol de energías que en el universo hay.

─ ¡Mami, mami! ─grita ingresando en la alcoba, la mujer se incorpora asustada extendiendo sus brazos para que el pequeño se refugie en ellos─. ¡Ya vienen, ya vienen!

─ ¿Qué? ¿Quiénes? ─parpadea un par de veces para espabilar.

─Los ángeles, pero Castiel no está ─solloza.

─Mierda ─susurra poniéndose de pie, toma algo de ropa y comienza a vestirse tan pronto puede para luego carga al menor y correr al cuarto del mismo donde toma un conjunto deportivo y sus zapatos comenzando a vestirlo─. Tienes que decirme todo lo que escuches, sientas y sepas, ¿Sí? No importa si es bueno o malo, debes decirme porque yo no puedo sentirlo como tú, ¿Comprendes, cariño?

─Sí ─asintió asustado.

De pronto se escucha un estruendo aterrador, un sonido fuera de este mundo que proviene de todos lados a la vez, Magali recibe a su hijo abriendo a los ojos a más no poder mientras se acurrucan en una de las esquinas del cuarto, la casa comienza a temblar, el suelo de toda la ciudad se sacude con fuerza y los gritos de las personas se escuchan claramente, nadie sabe qué sucede, apenas y están despertando del sueño nocturno; la fémina no dudó más, se puso de pie como pudo tomando la mano del menor para salir de allí, no podían quedarse dentro de la estructura pues en cualquier momento podían tener un accidente. Entre gritos madre e hijo lograron salir de la casa, apenas ponen los pies fuera de la misma notan como la estructura del edificio se estremece y lentamente comienza su deterioro.

Avanzan a paso premuroso por las calles, la ciudad está sumida en un profundo y desesperante caos, muchas de las personas que corren de aquí para allá con terror grabado en sus rostros pueden escuchar la trompeta celestial sonar incesantemente, Tom observa a su alrededor la manera extrañada y confundida en la que las personas miran el cielo. Tal vez no la vean pero saben que proviene de ahí, de alguna manera, lo saben.

― ¡Es el fin! ―grita un hombre al pasar por su lado―. ¡Es el fin!

― ¡Vamos a morir! ―grita una mujer aferrándose a su esposo que apenas y puede caminar debido a una lesión en su pierna.

Gritos por todos lados, gente corriendo, empujándose, pisoteándose con tal de escapar...

Tomassin jadea, lo que ocurre es demasiado para él, sus ojos enfocan el cielo, está segura de que ya tendría que verse aclarado con el sol saliendo o por lo menos con algo de luz matutina pero en su lugar un cielo tormentoso y totalmente rojo se cierne sobre sus cabezas; su boquita se abre en demasía al igual que sus orbes azules, el niño puede ver el cielo ardiendo en llamaradas azules, hay ángeles por todos lados viendo lo que sucede pero no se mueven, no van a ayudar, tan solo se encuentran allí presenciando todo con evidente dolor en sus facciones, algunos lloran por la humanidad, otros cierra los ojos sin poder aceptar que sus preciosos seres humanos ya no tengan más oportunidades, no las hay, se han agotado, tantos aviso, tantas advertencias, tantos "por favor" de la mano de la Madre Naturaleza que no han querido escuchar. Alguien debe terminar la agonía que el mundo sufre con lentitud.

― ¡Tomassin, hijo! ―Magali se acuclilla frente a su pequeño viéndolo llorar en silencio, su vista clavada en el cielo―. ¿Qué es lo que ves? ¡Dime!

―No van a ayudar ―negó entristecido―. No nos van a ayudar...

― ¿Qué? ―frunció el ceño, volteó a ver, pero ella no podía ver a esos seres―. ¿Por qué?

―Porque ya perdimos el camino ―solloza.

―No, no, no, no... ―estrechó al menor, estaba aterrada, ¿Así se acababa todo?

El niño vuelve la mirada al suelo, sopesando todo, ¿A eso se refería Castiel? Tomi se sobresalta al encontrar algo parecido a un espejo en el que se refleja al igual que todos los están a su alrededor pero lo que hay detrás de ello es muy diferente en realidad, está seguro de que las llamas que parecen consumirlo todo allí son las mismas que las que se emanan del Infierno, está seguro, ¿Cómo lo sabe? No tiene idea, pero ya es más que obvio que él tiene capacidades especiales.

"Ya vienen."

― Vienen ―repite casi involuntariamente.

"Ya es tiempo."

"Tranquilo"

El pequeño castaño no puede oír o a su alrededor pero ese susurro llegó a él con tanta claridad que de inmediato lo entendió, el niño sabía lo que ahora sucedería, no había dudas y sus ojos se tornaron dorados. Magali elevó la cabeza para encontrar una ranura en pleno cielo abriéndose y dejando paso a la entrada a esta dimensión de una interminable horda de ángeles, podía verlos, eso era algo totalmente nuevo para ella, boqueó horrorizada, siempre sería difícil de ver algo que jamás ha creído en su totalidad y que le provocaba miles de interrogantes, pero estaba allí. Era real.

Aquellos ángeles no son como los que ha visto en novelas o en estampas religiosas, son raros, llevan cascos que cubren sus ojos y en ellos símbolos que no entiende pero que sabe que su hijo sí reconoce, múltiples pares de alas adornan sus espaldas y que le es difícil saber cuántas con exactitud lleva cada uno, o bien donde termina las de uno y comienzan las de otro y entre todos esos soldados emerge Castiel luciendo su armadura platinada, las mismas alas a los lados de su cuerpo y un casco que cubre su cabeza dejando su rostro libre, en su mano derecha porta una guadaña.




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