Capítulo 5: Cuando me besó y salió corriendo

Recuerdo perfectamente como empezó todo... aunque técnicamente ya llevaba años empezando.

Estábamos hablando por mensaje, como siempre. El tema desvió hacia las relaciones, amor, esas cosas que uno no toca mucho con los amigos cercanos, por miedo a pisar terreno frágil. Y de pronto, sin advertencia, me dijo que yo le había gustado desde hacía mucho. Que por eso nunca se había atrevido a decir nada, que por eso la amistad se alargó tanto. Que sentía tantas cosas mientras me veía vivir mis historias, así como el vivía las suyas.

Yo me quede en shock. Fue como si todas las piezas de un puzzle que llevaba una década desarmado encajaran de golpe. Al otro día fue a mi trabajo. Salí un momento para saludarlo, todavía con la conversación fresca en la cabeza, y sin decir nada, me besó. Así, sin anuncio, sin permiso. Me beso y salió corriendo como un niño chico que hace travesuras.

¡Literalmente se fue corriendo!

Yo me quede ahí, de pie, con una escena congelada. Con el corazón latiendo como si regresara a los quince. Con la boca sonriendo sola. Con mil pensamientos, y ni una palabra.

Después me escribió. Me dijo que tenía vergüenza, que no sabía cómo actuar, pero que sus sentimientos eran reales. Y yo... yo sentí una mezcla de cosas que no había sentido en mucho tiempo. Me sentí elegida. Vista. querida sin condiciones, sin maquillaje, sin poses. Me sentí segura. Pasaron unos cinco meses de eso. Nunca apuramos nada. Nunca lo necesitábamos. Era como si ya estuviéramos juntos desde siempre.

Hasta que un día me pidió que fuéramos oficialmente pareja. Fue el primero que me regalo una rosa azul. Azul, como la que le conté que era mi favorita muchos años antes. Yo lo había dicho al pasar, como quien lanza un dato inútil, y él lo había guardado. Porque él siempre escuchaba.

Y ese gesto... esa rosa azul... fue el inicio de todo lo que vino después.

De lo bello. De lo difícil. De lo que todavía no sé cómo terminar de escribir.