Cuatro Años
NOCHE BUENA. DICIEMBRE, 1999.
La época decembrina era la favorita de las familias Masson y Tessier, desde que el mes empezaba organizaban diferentes actividades, por separado y en conjunto, como ir a buscar el árbol ideal, decorar las casas para el concurso que se organizaba en el pueblo, comprar regalos y muchas otras cosas que disfrutaban hacer, pero los más emocionados con aquello eran los hijos de cada familia, Brant y Faith.
Un gran ejemplo era la mañana antes de Navidad. Los niños amanecían demasiado contentos, ya que era como lo habían nombrado “Día de aventuras” y claro que aquellas no podían esperar, sobre todo cuando eran tan especiales.
Los pequeños Faith y Brant salieron de sus casas al mismo tiempo, envueltos en bufandas y grandes abrigos que sus madres les hacían usar, se reunieron a la mitad de la acera y caminaron hasta la colina al final del vecindario mientras arrastraban su pequeño trineo en el suelo cubierto de nieve.
Ambos niños se conocieron desde que eran solo unos bebés —aunque no fueran conscientes de ello en ese momento— pues la familia de Faith llegó de Francia meses después de que ella naciera. Se mudaron a “Snow falls” y durante la feria de Navidad conocieron a los Masson quienes resultaron ser sus vecinos. Entre charlas, viajes y festejos fue que ambas familias terminaron siendo grandes amigas y Faith junto a Brant no se quedaron atrás. Al ser hijos únicos fueron la compañía el uno del otro y se volvieron inseparables desde que ella le aventaba sus galletas de manzana y lo hacía lloraba a mares.
—Vamos Faith, que lenta — Gritó Brant subiendo con facilidad la colina hasta llegar a la cima.
—Espera, vas muy rápido — Su pequeña amiga apenas podía seguirle el paso. Faith se detuvo un momento a respirar y después retomó su camino hasta llegar donde él y posarse a su lado —Eres un tonto — Con el entrecejo fruncido cruzó los brazos sobre su pecho y miró mal al niño de ojos azules, quien puso los ojos en blanco y colocó el trineo sobre la nieve.
—No te enojes copito esta vez tu subirás y yo tiraré de él —. Le sonrió a la pequeña mostrándole esos hoyuelos que tanto le gustaban y ella como siempre dejó de estar molesta con su mejor amigo. Descruzando los brazos se acomodó sobre el trineo rápidamente y después el niño tomó la cuerda que tenía sujeta al frente para comenzar a tirar de este.
No fue sino un año atrás que los niños comenzaron con sus paseos y juegos en cuanto la nieve comenzaba a caer. Sus patios traseros se conectaban y no era muy difícil reunirse todos los días.
Solían hacer un par de muñecos, ángeles en ella, guerras de bolas de nieve y su parte favorita, sus aventuras en trineo donde uno se sentaba sobre este y el otro tiraba de la cuerda para bajar de la colina mientras recogían piñas1 o como ellos los llamaban “deseos” que caían de los árboles y las llevaban a casa para entregarlas por la noche a los integrantes de sus familias y estos las colocaban en un viejo pino que se encontraba en la mitad de ambos patios para así pedir un deseo y cuando se cumpliera iban al pino y retiraban su respectiva piña para guardarlo como recuerdo de que los deseos si se cumplen.
A demás de recolectar las piñas, durante sus aventuras también recolectaban un par de ramas para la fogata de la noche, ya que sus tíos y primos iban de visita y la tradición en sus familias marcaba que en lugar de hacer una deliciosa cena en noche buena para recibir la Navidad salían al patio y hacían una gran fogata ambas para disfrutar de una noche al calor del fuego.
Entre los invitados también estaban los señores Brown, una pareja de ancianos que vivía al final del vecindario justo antes de llegar a la colina. Los señores Brown eran una encantadora pareja de la tercera edad que adoraban a los niños, porque, aunque tenían sus hijos propios, ellos nunca los visitaban, así es como para culminar su día de aventuras Faith y Brant los visitaban al terminar de bajar la colina.
La abuela Masson siempre decía que: “No hay mejor aventura que llevar la alegría y el amor a los corazones de las personas.” Así que ambos niños disfrutaban de esa parte de sus aventuras mientras aquellos viejecitos los recibían gustosos y con un delicioso ponche de huevo, disfrutando de su mañana con ese par tan divertido y carismático que nunca paraba de hablar.
Y así hicieron la promesa de que cada año saldrían de aventuras en su trineo, recolectando deseos y llevando amor a las personas.
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Noche buena era la parte favorita de Faith, le gustaba ver a todos reunidos después de meses donde no podían visitar a sus tíos o sus abuelos no podían visitarlos a ellos. Reían, disfrutaban de bombones y del delicioso chocolate caliente de la abuela de Brant. Por otro lado, su mejor amigo se divertía escuchando las historias del abuelo de Faith, solía comer muchos malvaviscos hasta que su estómago comenzaba a doler y a media noche encendía las luces que decoraban el patio, así junto con su mejor amiga iban por su pequeña caja de madera donde guardaban los deseos para entregarlos a cada invitado para que pidieran sus respectivos deseos y finalmente los colocaran sobre el pequeño pino.
—A la cuenta de tres todos debemos cerrar los ojos y pedir nuestro deseo con mucha fuerza y ya saben que después hay que colocarlos sobre el pino — Dijo entusiasmada la pequeña colocándose a lado de Brant para tomar su mano mientras con la otra sostenía su deseo.
—Uno, dos, tres — Contaron todos al mismo tiempo y al llegar a tres se hizo un gran silencio mientras todos cerraban los ojos y pedían su deseo. —Deseo tener aventuras con Brant hasta que seamos como nuestros abuelos — La pequeña sonrió ante su deseo.