—¡Tengo noticias! —la voz de Nick retumbó en mi tímpano, pero estaba durmiendo tan placenteramente que fingí no escucharlo, aferrándome a las sábanas con fuerza—. ¡Y para darte esas noticias, necesito que despiertes! —continuó gritando, pero esta vez no se limitó a eso, usó sus manos para zarandearme con brusquedad.
Refunfuñé entre dientes y me tallé el rostro con mis manos, pretendiendo liberarme del adormilamiento.
—Se me olvidaba lo molesto que eres y que madrugas más que un gallo.
Recordé la época cuando vivíamos los tres en el pueblo. Todos los días Nick solía despertar más temprano que nosotras, amanecía siempre enérgico y era un despertador más factible que los cantos de los gallos que habitaban al menos dos de tres casas en la localidad.
Nunca entendí su habilidad nata para madrugar, ni siquiera cuando salía de fiesta o se quedaba hasta tarde realizando actividades del instituto se daba el lujo de levantarse más tarde de las seis.
—Soy el despertador perfecto —se halagó, sonriendo con autosuficiencia—. Pero no te desperté para resaltar mis admirables cualidades, te quiero informar que conseguí tu entrevista laboral para hoy. Son las seis y la cita es a las once, el tío de Elián es propietario de una cadena de restaurantes de pollo rostizado muy cotizada en el país, y necesitan empleados nuevos para desempeñarse en la cocina, ¡Justo lo que te gusta! Quieres ser chef, ¿No?
Parpadeé un par de veces, sentándome en mi lugar.
—No quiero ser chef, quiero ser repostera.
—Da igual, en ambos tienes que cocinar.
—Movió su mano con desinterés, comenzando a recoger el desorden.
Al parecer, él ya estaba arreglado para salir.
—Claro que no es lo mismo, por algo se llama repostería, este tipo de gastronomía es exclusivamente basada en la preparación de pasteles, tartas, postres, galletas, ¡Platos dulces! Muy alejado de la labor de preparar pollo rostizado u otros alimentos de sal
—expliqué con obviedad, levantándome y arrebatando mi cobija de sus manos—. Pero está bien, no me perderé la oferta cuando son tan escasas hoy en día.
Cuando mamá dijo empresa, me visualicé en una oficina, llevando carpetas de lado a lado, y tazas de café. No me esperaba que se refiriera a una empresa que consistía en una cadena de restaurantes de pollo.
De igual manera, cualquier tipo de empleo que pudiera conseguir en este momento, me era de utilidad. No pensaría dos veces en tomarlo sabiendo todas las necesidades que tendríamos con mamá desempleada y con Nick trabajando de asistente financiero, con una remuneración que se basaba en las horas laboradas.
—El restaurante es en frente del parque central, la esposa del tío de Elián es la encargada de la contratación del personal, así que estará allí para la entrevista. No puedes llegar tarde, Noelle, son muy estrictos con el horario.
—¿Tú me llevarás?
Él lo meditó por un momento, finalizando con una negación.
—En realidad quería, pero la universidad queda al otro lado de la ciudad y no puedo llegar tarde a mi primera clase. Pero no te preocupes, te daré dinero para que tomes preferiblemente un taxi, ya que no quiero que te pierdas con las rutas del bus. —Buscó su morral, sacó de allí un pedazo de papel y un lápiz, en el cual me escribió la dirección del restaurante—. Le dices al taxista que te lleve allí y ya, es todo. Tengo que irme si quiero llegar a tiempo a la universidad, llama a mamá antes de irte y cuídate. No vayas a desviarte de camino, jovencita.
—Entendido, capitán —repliqué, haciendo un saludo militar. Él rio y se acercó para depositar un beso en mi mejilla, antes de dejarme totalmente sola en el apartamento.
☼☼☼
—Sí, mamá, ya desayuné —mentí, observando a través de la ventana del auto los majestuosos paisajes que ofrecía la ciudad.
Llevaba aproximadamente una hora en el vehículo y ya sentía eterna la distancia a recorrer, comparada con mi pueblo, donde tan solo en minutos podías llegar a la zona céntrica.
Ese fue uno de los motivos por los que no comí nada, temía llegar a destiempo a la entrevista y arruinar la oportunidad que Nick había conseguido para mí.
—Excelente, pequeña, ya sabes que el desayuno es una de las comidas más primordiales del día. Así que no puedes andar por la vida saltándote esa designada hora de alimentación.
—Claro, mamá, lo sé perfectamente. Lo aprendí de ti. ¿Cómo está todo por allá? ¿Lita Emma, Rudy, Joaquín? ¿Ralph el demoledor?
—cuestioné, sintiéndome algo triste al recordar la lejanía que nos separaba.
La costumbre pretendía golpearme con fuerza, dificultándome generar un vínculo afectivo con mi nueva rutina.
—Emma y Rudy están en su partida diaria de ajedrez, y Ralph discutiendo como siempre
—respondió, un silencio momentáneo me permitió escuchar las voces de Rudy y Ralph—. ¡Ralph, devuélveles el tablero!
Lancé una risita, imaginando la escena.
—¿Discutiendo desde tan temprano?
—¡Joaquín, recoge tu caja de dien… tes! No puede ser, ya la aplastó.
Aguardé un momento en la línea, esperando que mamá terminara de solucionar los inconvenientes presentados en el hogar. Esos viejitos solían ser muy traviesos, y su cuidado era complicado algunos días. Tenía que estar al pendiente de ellos para que no se ensuciaran o se lastimaran; era toda una odisea.
—Ralph comenzó a discutir con Rudy sobre su movimiento en la partida, Rudy le dijo que si se creía tan experto jugara él y Ralph les arrebató el tablero de ajedrez en respuesta, causando que Joaquín se riera al ver la pelea, que su caja de dientes se saliera y que otro abuelo despistado que iba pasando por la estancia la pisara
—confesó finalmente, agobiada.
—Como siempre el culpable es Ralph —añadí, conteniéndome la risa.
Mamá no estaba de buen humor para soportar burlas de mi parte. No quería desencadenar otra guerra campal entre ambas, por mofarme de las hazañas de sus pacientes.